Edrick
Corrí con desenfreno por las sinuosas y oscuras calles del distrito de Rogue mientras la lluvia empezaba a caer con más fuerza, sin importarme lo empapado que acabara o si me hacía daño corriendo así, cuando el olor de Moana se hizo más fuerte, supe que estaba cerca, y que estaba viva.
Finalmente, conseguí encontrar a Moana gracias al poderoso olor que desprendía y sentí que me quitaba un peso de encima, pero aún no podía estar seguro de que todo estuviera bien, porque estaba tirada en el suelo en medio de la calle, inconsciente y hecha un ovillo, tampoco estaba sola.
Había pícaros rodeándola, me preparé para luchar contra ellos mientras corría hacia Moana, pero, para mi sorpresa, no parecían ir tras ella.
En lugar de eso, retrocedían asustados, se aferraban a las paredes de los edificios que los rodeaban y siseaban y gruñían furiosos, de algún modo, ella los repelía, y yo sabía que tenía algo que ver con su olor.
-Moana-, murmuré, sintiendo que me invadía una oleada de alivio.
Corrí hacia ella y me agaché para comprobar si estaba viva mientras murmuraba preocupado en voz baja.
-Vamos, vamos.- susurré.
Apreté los dedos contra su cuello y dejé escapar un suspiro de alivio al notar el pulso, Moana parecía completamente ilesa, como si la hubieran tirado aquí en medio de la calle, al menos, eso parecía a primera vista.
Pero cuando me agaché junto a ella, su olor se desvaneció rápidamente, los pícaros, que habían recuperado la confianza al desaparecer su olor, empezaron a acercarse a nosotros por todas partes.
-¡Eh, su olor ha desaparecido!-, exclamó de repente uno de los pícaros con voz incrédula, uno de los otros pícaros soltó una risita, con el rostro oculto por una gran capucha negra.
-Por fin-, dijo, mostrando sólo su sonrisa bajo la capucha, sus dientes eran negros y cada uno de ellos estaban limados en punta, me daba asco.
-¡La cena está servida, chicos!-
Ya no había otra salida, así que sabía que tendría que luchar contra ellos, solté un suspiro, sintiéndome más incómodo que otra cosa, me puse de pie, dejando que mi lobo finalmente tomara el control, y me sentí cambiar.
Los Pícaros, sin embargo, también cambiaron, eran tres, mientras que yo solo era uno; pero estaba decidido a proteger a Moana con todas mis fuerzas, y luchar siempre había sido uno de mis puntos Fuertes, sin dudarlo un instante, decidí hacer lo que hiciera falta para proteger a Moana y a nuestro bebé.
Sentí que me invadía el poder de mi lobo mientras cargaba contra los pícaros, haciendo que se dispersaran momentáneamente, un pícaro se acercó por detrás e intentó tenderme una emboscada, pero yo lo sabía y lo derroté con facilidad, haciéndole huir con la cara ensangrentada.
Otro Rogue, el que tenía los dientes afilados en su forma humana, trató entonces de acercarse a mí desde un lado, sentí que se estrellaba contra mí, haciéndome perder el equilibrio y enviándome un rayo de dolor por la caja torácica, me tragué rápidamente el dolor, me levanté de un salto y me abalancé sobre él.
Cuando por fin volvimos al coche, Moana estaba un poco más consciente.
-Edrick- gimoteó, acercándose a mí mientras la recostaba en el asiento trasero, -estaba tan asustada-.
-Lo sé-, dije, tragando saliva, -no pasa nada, ya estoy aquí-.
Me subí al asiento del conductor y me puse en marcha hacia el hospital, mientras conducía, no dejaba de mirar a Moana por el retrovisor, petrificada por si se había hecho demasiado daño y volvía a desmayarse o incluso a morir en cualquier momento, pero por suerte parecía estar bien, conmocionada y agotada, pero bien, no tenía ni un rasguño, salvo un moretón en el brazo donde supuse que la había agarrado uno de los encapuchados de Kelly.
El olor de Moana aún no había regresado, pero mi lobo, Eddy, había podido experimentar el olor el tiempo suficiente para reconocer exactamente lo que era.
-Ella debe ser nuestra compañera-, dijo Eddy, su voz resonando en mi cráneo, -lo sé por su olor-.
No pude evitar sonreír un poco mientras conducía, eché un último vistazo a Moana, que se frotaba la cabeza tumbada en el asiento trasero, y sentí que me invadía el Alivio, aunque ya notaba que me subía la temperatura por el cansancio y la lluvia, no me importaba, me alegré de haberla encontrado.
-Lo sé-, respondí, volviendo la vista a la carretera, no me sorprendió en absoluto que Moana fuera mi compañera, desde que la conocí, supe que era demasiado especial para ser una humana normal.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La niñera y el papá alfa