Moana
Esa noche, Edrick me pidió que durmiera con él, no sabía exactamente qué había cambiado, ni por qué parecía no querer que me fuera de su lado, pero lo achaqué a la ansiedad causada por toda la experiencia, además, no me quejaba; tampoco quería estar sola.
Sentir sus cálidos brazos envolviéndome fue un consuelo muy necesario, y me quedé dormida a los pocos momentos de tumbarme con él.
Edrick y yo no volvimos a despertarnos hasta la mañana siguiente, de alguna manera, dormimos todo el día y toda la noche, y aún así nos sentíamos cansados por la mañana.
Nos quedamos tumbados un rato después de despertarnos, sin hablar, mirando al techo.
Yo tenía tantas preguntas sobre lo ocurrido el día anterior y sobre cómo me había encontrado, pero parecía que él también tenía las suyas.
-¿Puedo preguntarte algo?-, dijo, volviéndose para mirarme.
Asentí con la cabeza mientras intentaba ignorar la sensación de que mi cara se ponía roja bajo su Mirada, ya estaba acostumbrada a los ojos severos del multimillonario alfa, pero no a lo suaves y sinceros que se habían vuelto de repente desde que me encontró en aquel callejón.
Edrick pareció buscar las palabras adecuadas durante unos instantes antes de hablar por fin.
-¿Sabes algo de tu linaje?-, preguntó, -quiero decir, ¿sabes quiénes eran tus padres, o algo así?-.
Sentí que el corazón se me aceleraba, seguramente tenía alguna idea de que yo era un hombre lobo si realmente siguió mi olor para encontrarme, como dijo Mina, pero no estaba preparada para decírselo ahora, ¿y si resultaba que mi lobo nunca podía emerger?, no podía decírselo hasta estar segura; había planeado esperar hasta que me transformara por primera vez para contarle la verdad, suponiendo que para entonces seguiríamos viviendo juntos.
Me incorporé de repente, sacudiendo la cabeza.
-No sé nada de mi herencia-, mentí. -Todo lo que sé es que me dejaron en la puerta de Sophia, eso es todo-. Me quité las sábanas y coloqué las piernas a un lado de la cama, -¿tienes hambre?, puedo preparar el desayuno, lo traeré aquí si aún te sientes mal-.
La mano de Edrick salió disparada de repente y me agarró del brazo, no con fuerza, pero con la firmeza suficiente para demostrarme que sabía que estaba mintiendo y que quería que me quedara a hablar con él.
-Por favor, Moana-, dijo en voz baja, -soy el padre de tu bebé, creo que es justo que seas sincera conmigo-.
Hice una pausa, sin saber qué decir, estaba claro que Edrick tenía alguna idea de mi verdadera herencia, no podía seguir así para siempre, ocultándole la verdad, con el tiempo, nuestro bebé nacería y sería completamente hombre lobo, no humano, entonces no habría forma de ocultarlo, y cuanto más tiempo pasara, más resentido estaría Edrick conmigo por no haberle dicho la verdad.
Finalmente, con un suspiro, asentí, -de acuerdo-, dije, -pero déjame ir por algo primero, hay algo que tengo que enseñarte.
Los ojos de Edrick se abrieron de par en par, soltó mi brazo y me levanté, me coloque la bata y salí de su habitación, aún era lo bastante temprano para que los demás criados y Ella estuvieran despiertos, así que pude dirigirme a mi habitación sin que me vieran y me preguntaran por qué había dormido en la habitación de Edrick todo el día y toda la noche; una vez allí, abrí el cajón superior de mi cómoda y rebusqué en él hasta encontrar la cajita de madera donde guardaba el diente de lobo que Sophia me había Regalado, hacía tiempo que no miraba el diente.
Cuando me lo dio por primera vez, por alguna razón no podía dejar de llevarlo en el bolsillo, pero cuando me di cuenta de que podía haberlo perdido o roto, decidí guardarlo en una caja donde no pudiera pasarle nada, este diente era el único vínculo con mis padres y no quería que le pasara nada malo; aunque mis padres me dejaran a las puertas de Sophia por no haber tenido un lobo de bebé, quería aferrarme a la posibilidad de encontrarme con ellos algún día, cuando mi lobo surgiera.
No me había dado cuenta antes, pero me temblaban las manos mientras permanecía de pie a los pies de la cama.
¿Edrick era mi compañero?, ¿era por eso que era capaz de seguir el olor que Mina liberaba?, ¿Y era por eso que era tan cálido conmigo ahora?.
Pero mientras seguía mirando fijamente el diente, con los ojos muy abiertos, me di cuenta de que algo más pasaba por su cabeza, parecía haberse dado cuenta de algo sorprendente.
-¿Qué pasa?- pregunté, -¿notas algo en el diente?-.
Edrick se detuvo un momento y, de repente, volvió a colocar el diente en su sitio y cerró la caja con un chasquido, sacudiendo la cabeza.
-En realidad, nada-, dijo en voz baja, cogiendo la caja y tendiéndomela con expresión pensativa.
-Pero creo que podría ser algo más que un diente de hombre lobo normal-.
Arrugué la frente. -¿qué quieres decir?- le pregunté.
Edrick suspiró, -creo que podría ser un diente Alfa-.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La niñera y el papá alfa