Edrick
Cuando llevé a Moana a casa desde el hospital, estaba demasiado aturdida por todo lo que había pasado como para darme cuenta de que le estaba sujetando la pierna hasta que por fin nos detuvimos en la acera, me detuve un momento, con los ojos mirando a Moana en el asiento del copiloto mientras el corazón me latía con fuerza en el pecho, antes de retirar la mano y salir del coche.
Sin embargo, mientras subíamos en ascensor al ático, no pude evitar querer estar lo más cerca posible de ella, sabiendo ahora que era mi compañera, no quería perderla de vista ni un momento.
-¡Moana! Papi!- exclamó Ella cuando se abrieron las puertas del ascensor, prácticamente saltó del sofá y voló hacia nosotros.
Moana, con lágrimas en los ojos, se agachó y abrazó a Ella, -estaba tan preocupada por ti-, gritó Ella en la camisa de Moana. -¡Lloré y lloré todo el día!-.
-Estoy bien, amor-, dijo Moana. -y tu papá también, él es mi héroe-.
Ella me sonrió entonces, en algún momento tendría que contarle la historia de cómo su padre, grande y fuerte, salvó a Moana, pero por ahora tenía que asegurarme de que Moana estaba bien, no sólo eso, sino que sentí que mi temperatura empezaba a subir; había empezado a sentirme mal por el cansancio en la habitación del hospital, pero de algún modo había conseguido mantener la compostura, ahora, sin embargo, me sentía morir.
Y, por supuesto, la niñera se dio cuenta cuando me miró, Ella también, pero Moana se apresuró a alejarla para que volviera a estar con Selina, que estaba de pie en la puerta con el rostro bañado en alivio y los ojos llenos de lágrimas.
-Tienes un aspecto horrible-, dijo Moana, cogiéndome del brazo. -Necesitas tumbarte-.
Negué con la cabeza, pero Moana insistió y tiró de mí hacia mi dormitorio, incluso cuando ella misma acababa de pasar por un infierno, seguía totalmente centrada en los demás, me encantaba su lado desinteresado, pero al mismo tiempo me preocupaba que no descansara lo suficiente.
Cuando llegamos a mi habitación, vi cómo Moana se escabullía hacia el baño, escuche que la bañera empezaba a funcionar y, cuando volvió a salir, se quedó mirando intensamente mi ropa sucia.
-Deberías quitarte esa ropa mojada y darte un baño caliente-, dijo, poniendo las manos en las caderas.
No pude evitar reírme, pero incluso la risita me provocó un ataque de tos, -¿No necesitas limpiarte tú también?-, pregunté cuando terminé de toser, señalé su ropa, que estaba aún más sucia y mojada que la mía; al hacerlo, Moana se sonrojó y miró al suelo.
-Tienes razón-, dijo ella, -iré a cambiarme y a darme un baño yo misma-.
Fue a pasar corriendo junto a mí, pero de repente mi instinto se apoderó de ella y la detuve, nuestros cuerpos se acercaron y ella me miró lentamente, incluso ahora, cubierta de tierra y barro, estaba preciosa.
Tenía tantas ganas de besarla, pero no me atrevía a hacerlo, todavía no, estaba seguro de estar preparado para revelar lo que sabía sobre nosotros, y quería que ella misma me hablara de su linaje.
-Um., quédate conmigo-, dije en voz baja, dando un paso atrás y desviando la mirada mientras sentía que mi cara se ponía roja, -puedes usar el baño primero-.
El rostro de Moana se tiñó de un rosa escarlata aún más intense, abrió la boca como si fuera a hablar, pero enseguida volvió a cerrarla y asintió con la cabeza, la vi girar sobre sus talones y desaparecer en el cuarto de baño, cerrando la puerta tras de sí.
La parte más primitiva de mí quería seguirla, ahora que sabía que era mi compañera, quería estar lo más cerca posible de ella en todo momento, y tenía que admitir que ahora la deseaba más que nunca, pero sabía que tenía que controlarme, así que mientras ella se bañaba, fui a su habitación, cogí su bata y su camisón, volví justo cuando la oí salir de la bañera.
A continuación, me obligó a bañarme, quería mantener mis ojos pegados a ella en todo momento, pero sabía que tenía que escucharla, así que hice lo que me pedía, cuando terminé, salí a mi habitación en pijama y la vi sentada en una silla junto a la cama; tenía cara de preocupación, pero no pude evitar ver cómo su pelo rojo le caía en cascada sobre los hombros dentro de la bata.
Sacudí la cabeza.
-Los hombres lobo tienen temperaturas mucho más altas que los humanos durante la fiebre-, le expliqué, -estaré bien por la mañana, además, eres el mejor médico que podría necesitar-.
La cara de Moana se puso roja cuando se sentó en la silla a mi lado, volví a cerrar los ojos, disfrutando de la sensación del paño frío en la frente, y sentí que el corazón me daba un vuelco al sentir su delgada mano deslizarse entre las mías.
Había tantas preguntas que quería hacerle, pero sólo pude articular una en ese momento.
-¿Te acostarías conmigo?-, le pregunté, abrí los ojos y vi la cara de sorpresa de Moana, -por favor, no puedo dormir bien sin ti-.
Moana guardó silencio un momento, casi esperaba que se negara, pero se levantó y le quitó la toallita de la cara, sin decir palabra, rodeó la cama, se quitó la bata antes de echarse las sábanas hacia atrás y meterse dentro.
Se tumbó de lado, de espaldas a mí, en el borde de la cama, como solía hacer cuando dormíamos juntos, pero yo quería más que eso; necesitaba sentirla, por lo que me di la vuelta, la rodeé con los brazos y tiré de ella, sintiendo su cuerpo apretado contra el mío, al principio tembló un poco, probablemente por los nervios, pero se relajó enseguida cuando le acaricié el pelo.
En unos instantes, sentí que me dormía, justo antes de quedarme dormido, tuve un último pensamiento en la cabeza.
¿Por qué tenía no sólo esa poderosa habilidad para hacerme dormir cuando nada más funcionaba, junto con su embriagador aroma que hacía que incluso los Pícaros se alejaran?
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