La niñera y el papá alfa romance Capítulo 225

Moana

Desperté de una noche de sueño tranquilo sin pesadillas, con el sonido de pasos rápidos en la habitación. Al abrir los ojos, vi a Edrick moviéndose de un lado a otro con una prisa evidente. Sostenía un montón de camisas en la mano y las estaba guardando rápidamente en una maleta.

-¿Qué estás haciendo? -pregunté, sentándome en la cama con desconcierto.

Edrick apenas me miró. -Tenemos que irnos -dijo, su voz tensa con urgencia.

Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendidos por su declaración. -¿Ir a dónde?

-Esta vez regresaremos a la finca de la montaña de verdad -dijo Edrick con solemnidad.

Sus palabras golpearon mi corazón. Aún me sentía adormecida por los efectos de las pastillas para dormir, con los miembros pesados y la mente lenta. Al deslizar mis piernas fuera de la cama, cada movimiento parecía ser arrastrado por una sustancia viscosa.

-¿Por qué? -pregunté, luchando por encontrar claridad en mi mente nublada. -No mencionaste nada sobre irnos antes. ¿Es por lo de anoche?

Edrick no respondió de inmediato. Lo vi llenar la maleta con más prendas mientras mis ojos seguían cada movimiento. -Ayúdame a cerrarla -me pidió, señalando la cremallera. Asentí lentamente y me acerqué, presionando hacia abajo la tapa de la maleta para que él pudiera cerrarla.

-Edrick-, continué, -por favor, dime qué está pasando. ¿Es por lo de anoche? Estaré bien, lo prometo. No necesitamos irnos...

El multimillonario alfa sacudió la cabeza con determinación y se dirigió hacia el cuarto de baño, donde comenzó a empacar los artículos de aseo en una bolsa. -No se trata de eso -dijo con firmeza-. Es por tu seguridad. Y eso es todo lo que voy a decir. Ve a vestirte; desayunaremos en el camino.

Una sensación de pesadez se apoderó de mi corazón. -Pero, Edrick...

De repente, Edrick se volvió hacia mí con una mirada intensa. No era de malicia, pero era firme, y sus ojos seguían brillando con un matiz plateado, como si estuviera ansioso. -Hazlo, Moana -exigió-. Selina ya ha preparado tus cosas. Vístete para que podamos irnos. Por favor.

La desesperación en su voz me estremeció. Sentí que no podía discutir con él, aunque me pareciera injusto. Pero, incluso si expresaba mi desacuerdo sobre lo injusto que me parecía, parecía no importar. Estaba claro que Edrick había tomado una decisión, y esta vez no había margen para la negociación; lo que pasó por su mente anoche después de que me fui a dormir parecía haber cristalizado algo. O tal vez había ocurrido algo más... No podía estar segura.

-No está enojado contigo -dijo mi lobo mientras me dirigía penosamente hacia mi dormitorio-. Sólo está preocupado.

-Lo sé. Aun así me duele.

Abrí la puerta de mi habitación y, tal como había dicho Edrick, Selina ya había recogido mis cosas. Sólo me había dejado un conjunto sobre la cama y algunos artículos de aseo para que pudiera prepararme para el día. Aparte de eso, el resto de mis necesidades estaban empacadas. Todo, excepto mis objetos de valor y sentimentales, estaba guardado, como si Selina se apresurara a meter en mis maletas justo lo que necesitaba. En la habitación contigua, oía los quejidos de Ella mientras Selina respondía en voz baja.

-Lo sé -respondió Selina, que parecía bastante desanimada-. Pero tenemos que hacerlo. No será para siempre.

Ella hizo un mohín. Selina le apartó la falda para poder seguir haciendo las maletas de Ella, quien, en un arrebato infantil, se tiró al suelo y se lamentó ruidosamente. Suspirando, entré corriendo en la habitación, pasé por delante de la agotada Selina y me agaché para ponerme a la altura de Ella.

Me quedé desconcertada. -¿Por qué? pregunté. -Ahora estamos aquí, lejos del resto del mundo. ¿Por qué encerrarme dentro también?

Edrick no contestó. Hice una mueca y cogí una bolsa, pero me apartó la mano y me lanzó una mirada severa.

-Moana... Sólo... Entra.

Mis ojos se abrieron de par en par, pero ninguna protesta surgió de mis labios bajo el peso de su mirada. Con un gruñido de frustración, di la vuelta y me alejé, furiosa.

Si Edrick quería que me quedara dentro en medio de esta extraña situación, sin explicación alguna, entonces así sería. Pero no solo me quedaría dentro; me encerraría en mi habitación, aumentando aún más la distancia entre nosotros.

Ni siquiera Kat pudo seguir mi ritmo cuando entré corriendo y subí las escaleras dos a la vez, ignorando sus llamados para que me detuviera. Al llegar a mi antigua habitación, entré y cerré la puerta con fuerza.

Me dejé caer en la silla junto a la ventana y silencié el resto del ruido de la casa mientras permitía que mi ira me envolviera por completo.

Quizás Edrick me consideraba un peligro para mí misma y para nuestro bebé después de mi episodio de sonambulismo.

Si ese fuera el caso, y si él se negaba a hablar conmigo al respecto o al menos a mantenerme informada, entonces no representaría ningún riesgo para nadie si simplemente me mantenía encerrada en mi habitación como una prisionera.

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