Edrick
Después de una hora de incertidumbre, Moana y yo ascendíamos con nerviosismo las escaleras de la imponente mansión de mis padres. Decidimos dejar a Ella al cuidado de Selina por si nos topábamos con algo inquietante. La penumbra que envolvía la casa esa noche era inusual. Al abrir la imponente puerta principal, un nudo se formó en mi garganta.
-¿Hola?-, exclamé, apretando la mano de Moana mientras nos adentrábamos en el vasto vestíbulo. -¿Mamá?-
El eco de nuestras voces se perdió en el silencio. Moana y yo nos miramos, compartiendo una inquietud mutua, antes de aventurarnos más adentro.
-Verona-, llamó Moana, proyectando su voz a través de sus manos en forma de megáfono improvisado. -¿Estás aquí?-
Seguía sin haber respuesta. Decidimos ir al salón, donde mi madre solía estar en sus ratos libres, pero estaba oscuro y vacío. A estas alturas, empezaba a ponerme aún más nerviosa.
-Lo juro, si ese bastardo le hizo algo...- Gruñí, -Yo...
Moana jadeó. -¡Mira!-, dijo señalando detrás de mí. Seguí su dedo y vi lo que parecía un pequeño fuego en el exterior.
Ambos salimos corriendo por la puerta del patio en dirección al fuego y luego cruzamos el jardín. Mientras corríamos, vimos una figura solitaria junto al fuego.
Era mi madre. Estaba junto a la chimenea, en bata, y lanzaba a las llamas lo que parecían trozos de papel.
-¡Mamá!- exclamé, corriendo hacia ella. -¡Estás bien!
-¡Oh, cariño!-, respondió mi madre. Me agarró la cara y me besó las mejillas, luego hizo lo mismo con Moana. -Estaba tan preocupada por ti...
-¿Qué ha pasado?- Pregunté. -¿Y qué estás haciendo?- Miré los papeles que tenía en la mano y vi que no eran papeles. Tenía fotografías en la mano. Le quité el montón de la mano y las hojeé. Eran todas fotos de mi padre.
Mi madre se limitó a encogerse de hombros y a avivar el fuego con una larga varilla. -Llevaba años queriendo hacerlo, cariño-, dijo, esbozando una sonrisa vibrante mientras observaba cómo las fotos ardían. -Sienta bien hacerlo.
Solté un suspiro y arrojé una de las fotografías al fuego. La verdad es que me sentí liberada al ver cómo el rostro de mi padre se consumía.
-¿Te ha afectado? preguntó Moana, avanzando con preocupación evidente en su rostro.
Mi madre negó con la cabeza. -No. Aunque amenazó con lastimaros a vosotras dos, así como a Ella. ¡Incluso lanzó mi teléfono a la fuente, si podéis creerlo! Y luego se subió al coche y se fue sin decir nada.
Mis ojos se abrieron de par en par. -Así que cuando te llamé...
-Me oyó, respondió ella asintiendo con la cabeza. -Fue entonces cuando me quitó el teléfono. Dijo que debería aprender a meterme en mis asuntos de una vez. ¡Ja! Como si yo fuera a hacer eso.
No pude evitar sonreír al ver que mi madre seguía siendo tan ingeniosa como siempre a pesar de lo ocurrido. Arrojó el resto de las fotografías al fuego de una vez, y los tres contemplamos en silencio cómo las llamas saltaban hacia el cielo, devorando el papel en cuestión de segundos.
-Bueno, entonces...- Mi madre se volvió hacia nosotros dos. -¿Té?
Moana y yo seguimos a mi madre al interior, donde puso la tetera al fuego. -¿Dónde están los criados?- pregunté.
Mi madre se limitó a encogerse de hombros. -Tu padre los echó no hace mucho. Fue una pena, la verdad. No sé exactamente qué pretendía, aunque creo tener una idea bastante aproximada-. Hizo una pausa y miró a Moana con simpatía en los ojos. -En cuanto pueda poner en orden mi teléfono y mis cosas, volveré a llamarles y les daré a todos un aumento por las molestias. Ha sido agradable tener el lugar para mí sola, debo decir.
Mientras la tetera empezaba a calentarse, los tres nos sentamos alrededor de la encimera de la cocina. Finalmente, empecé a explicárselo todo a mi madre... Desde el principio.
Mi madre sonrió. -¿Podrías subir a mi dormitorio y traerme mi libro de bolsillo?
Moana asintió y desapareció con una sonrisa, sin dudarlo un instante. Unos instantes después de que se marchara, mi madre se volvió hacia mí y tomó mis manos con firmeza.
-Claro que tienes mi bendición-, susurró, apretando mis manos. -He estado esperando este momento. Siempre me ha gustado, incluso cuando aún era humana.
Sentí un leve rubor en mis mejillas y no pude evitar sonreír. -Gracias, mamá-, dije. -Eso significa mucho.
La sonrisa de mi madre se amplió. -Te voy a dar el anillo de mi madre-, dijo. -Creo que a Moana le encantará. Mi madre era una mujer encantadora... Le gustaría que tú y tu novia lo tuvieran.
De repente, la emoción me invadió. Sin decir una palabra, me levanté y rodeé el mostrador para abrazar a mi madre con fuerza.
Moana regresó unos momentos después, mientras aún estábamos abrazados, un poco sin aliento por recorrer la enorme casa. -Lo siento, Verona, pero no pude encontrarlo-, dijo. -¿Dijiste que estaba en tu habitación?
Mi madre simplemente sonrió y negó con la cabeza. -Está bien, cariño. No lo necesito.
Un rato más tarde, Moana y yo estábamos parados en la puerta, listos para irnos a casa para pasar la noche. Dentro de unos días, planeábamos volver al ático. Pero por ahora, solo queríamos disfrutar de la finca en la montaña sin miedo por una vez.
Justo antes de irnos, mi madre colocó discretamente en mi mano la bolsita de terciopelo que contenía el anillo de mi abuela. Sus dedos rodearon el objeto mientras acariciaba mi mano, mirándome con una sonrisa que solo una madre puede tener para su hijo.
Incluso con mi padre y Ethan en prisión, sabía que era un nuevo comienzo para todos nosotros.
Y no podía estar más emocionada.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La niñera y el papá alfa