Moana
Cuando el entrenamiento de Ella estaba a punto de terminar, Edrick y yo ya habíamos comprado un montón de artículos para el bebé. Insistió en comprar el moisés de todos modos, así como cualquier otra cosa que el bebé pudiera necesitar. Aunque pensé que era un poco irresponsable por su parte gastar tanto en ciertos artículos, supuse que sabía lo que hacía y no discutí más. Además: No podía evitar sentirme feliz de mimar también a nuestro futuro hijo.
Recogimos a Ella en el entrenamiento, luego Edrick salió del aparcamiento y empezó a conducir en dirección contraria al ático.
-¿Papá?- gritó Ella desde el asiento trasero, retorciéndose en el asiento del coche para mirar intensamente por la ventanilla. -Creo que vas por el camino equivocado.
Edrick sonrió satisfecho y luego negó con la cabeza. -No, princesa. Vamos a salir a cenar.
Ella jadeó y chilló excitada. -¿En serio?-, preguntó.
-De verdad.
-¿De verdad?
-De verdad, de verdad.
Ella volvió a chillar entusiasmada, lo que nos hizo sonreír tanto a Edrick como a mí. Yo iba sentada atrás con Ella para hacerle compañía, y en un momento dado levanté la vista y vi los ojos grises de Edrick clavados en mí por el retrovisor. Me sonrojé y aparté rápidamente la mirada. Cuando volví a levantar la vista, él estaba mirando de nuevo a la carretera.
-¿Qué has aprendido hoy en el entrenamiento?-. Le pregunté a Ella mientras Edrick conducía.
-Oh, muchas cosas-, dijo. -Hicimos una carrera de obstáculos.
-¿Una carrera de obstáculos?- preguntó Edrick mientras guiaba el coche por una curva. -¿Cómo lo hiciste?
-La profesora dijo que era la mejor de la clase-, presumió, poniendo las manos en las caderas con una sonrisa de regodeo. -No fallé ningún salto y mantuve el equilibrio durante toda la barra. Ah, y después de eso, practicamos el desplazamiento....
Mientras Ella seguía parloteando sobre su emocionante día de entrenamiento, sentí que se me salía una lágrima. Aquel día sentí de verdad que éramos una pequeña familia; una pequeña y extraña familia, pero una familia al fin y al cabo. Miré rápidamente por la ventana antes de que alguno de ellos pudiera ver mi lágrima, pero no pude contener la sonrisa.
Cuando llegamos al restaurante, me sorprendió lo bonito que era.
-Por aquí-, dijo el anfitrión cuando entramos en el restaurante. Caminé detrás del anfitrión y de Edrick, que llevaba su máscara, y miré a mi alrededor mientras cogía a Ella de la mano. El restaurante estaba situado en lo alto de un edificio alto, y tuvimos que coger un ascensor para subir. Era espacioso y tranquilo, con pequeñas fuentes y un ambiente de invernadero. Había un gran techo de cristal con una plataforma de observación para pasear y contemplar la ciudad. Mientras tanto, del techo colgaban plantas verdes, las paredes estaban cubiertas de macetas y el restaurante estaba salpicado de pequeños jardines.
El anfitrión nos condujo a una pequeña sala privada con una pared totalmente acristalada desde la que podíamos ver el paisaje urbano. Nos dejó con los menús y, cuando lo hizo, Edrick por fin se quitó la máscara. Para mi alegría, el multimillonario alfa sonreía. Apartó la silla de Ella y luego la mía, lo que me hizo sonrojar.
-Coged lo que queráis-, dijo, hojeando el menú. -Los dos.
-Hm...- Ella se dio unos golpecitos en la barbilla, pensativa, y luego se inclinó desde donde estaba sentada a mi lado y me acercó el menú. -¿Tienen pollo a la plancha?
Tras la cena, e incluso un poco de postre, Edrick pagó la cuenta y nos fuimos. Me sentía indescriptiblemente feliz después de un día tan encantador.
Edrick también debió de pasar un día estupendo, porque al bajar en el ascensor, me puso instintivamente la mano en la parte baja de la espalda cuando estábamos uno al lado del otro. Sentí que me daba un vuelco el corazón y, por casualidad, levanté la vista hacia él para ver que parecía hacerlo de forma natural, sin que él mismo pareciera darse cuenta. Me sonrojé, volví la vista a mis pies y me froté la barriga con la mano. De alguna manera, todo esto me parecía tan natural.
Las puertas del ascensor se abrieron en la parte inferior y salimos, sólo para ser sorprendidos por un brillante flash de cámara delante de nosotros.
Mis ojos se abrieron de par en par. Miré a Edrick y vi que se había olvidado de ponerse la máscara para bajar al vestíbulo, y que fruncía el ceño profundamente, un contraste tan marcado con el hombre sonriente con el que acababa de cenar. Rápidamente me soltó la mano de la espalda y salió enfadado del ascensor, se puso la máscara para evitar más fotos y sacó la cartera mientras se acercaba al fotógrafo.
-¿Cuánto?-, gruñó, rebuscando en su cartera. -Déjame comprar esa foto. Te garantizo que pagaré más que cualquier tabloide al que se la puedas vender.
-Erhm... ¿Cuánto tienes ahí?-, preguntó el fotógrafo, echando un vistazo a la cartera de Edrick.
Se me encogió el corazón. -Vamos, cariño-, le susurré a Ella mientras Edrick seguía negociando con el fotógrafo. No quería que viera lo que estaba pasando y se llevara una mala impresión, así que la cogí de la mano y la llevé hasta el coche, donde me dediqué a colocarla en la sillita y a acomodarla para el viaje de vuelta a casa para no echarme a llorar.
Por alguna razón, aquel día había olvidado que Edrick quería esconderme a mí, a su hija y a su futuro bebé. Las cosas habían sido tan naturales durante un rato que casi nos sentíamos como una pequeña familia normal y corriente.
Aquella foto por la que Edrick pagaba tan generosamente al fotógrafo fue inmediatamente un frío recordatorio de la distancia que nos separaba y que nunca podría salvarse, fueran cuales fueran las circunstancias.
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