Edrick
-Edrick...- Mi madre bajó el tono de voz y se inclinó más hacia mí. Tomó mi mano entre las suyas y me miró con la seriedad y el conocimiento que sólo una madre puede tener. -¿Está embarazada?
Fruncí el ceño, ocultando el hecho de que mi corazón acababa de empezar a latir rápidamente. -¿Qué? dije, sacudiendo la cabeza. -¿Qué te hace pensar eso?
Mi madre cruzó los brazos sobre el pecho y entrecerró los ojos. -Edrick, soy tu madre. No puedes mentirme-. Hubo un largo silencio después de que hablara, pero sus ojos nunca se apartaron de los míos. Incluso en su vejez, seguía siendo tan astuta y sensata como siempre. Nunca había sido capaz de mentir a mi madre, y ella lo sabía. Finalmente, cedí.
-Sí-, respondí en voz baja. -Está embarazada.
-Lo sabía-, dijo mi madre. Me di cuenta de que escondía una sonrisa de satisfacción por su victoria en miniatura, pero al mismo tiempo hablaba muy en serio. -¿Es tuyo?
No respondí de inmediato. Sentí que se me hacía un nudo en la garganta después de que me pusieran en un aprieto. Claro, pensaba contárselo a mi madre en algún momento, pero ¿ahora? ¿Ahora? Fue algo tan inesperado que no tuve tiempo de preparar una explicación.
-No es...
-Sabes, por la forma en que actúas con Ella-, interrumpió mi madre, bajando aún más la voz, -si tuvieras otro hijo ilegítimo... Sólo te causaría más problemas a ti, a la hija que ya tienes y al bebé. Por no hablar del desgaste emocional que supondría para esa pobre chica sentir que ha dado a luz a un bebé que nunca podrá ser querido de verdad por su padre.
Sacudí la cabeza. -No es mío, mamá-, mentí, esta vez cuidando de ocultar mi mentira aunque me dolía ocultarle algo así a mi madre. -Es de otra persona.
Mi madre se quedó callada un momento. Prácticamente podía ver los engranajes girando en su cabeza; sabía que no me creía. -Cariño, ya me he enterado de tu visita al hospital esta mañana-, admitió. -Ya sabes, las parejas que le dejaste por delante son bien conocidas, después de todo, y estaban muy puestas por todo el asunto. Pero divago, y estabas en tu derecho de hacer algo así si lo considerabas necesario. Pero si no era tuya, ¿por qué te ibas a molestar en ir a las citas médicas con ella? ¿Y por qué te importa tanto como para ir así en contra de la política de nuestro hospital?.
Empecé a sentir pánico de nuevo. -Sólo quería ayudarla-, mentí una vez más. -No tiene a nadie más, y esos médicos humanos...-. ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Que me preocupaba por la niñera de mi hija por la bondad de mi corazón y no quería que visitara a un médico de pacotilla que no le daría a ella y al bebé que llevaba en su vientre los mejores cuidados posibles? Mi madre nunca lo creería; siempre había sido una mujer intuitiva e incluso ahora sabía que no me creía ni un ápice.
Pero, para mi sorpresa, no hizo más preguntas. -Bueno-, dijo con un leve suspiro, reclinándose en su silla. -Es muy amable por su parte. Le deseo lo mejor en su embarazo.
En ese momento, Selina salió de la cocina con té. Dejó la bandeja en el suelo y empezó a servirle una taza a mi madre.
-Oh, gracias, pero no será necesario-, dijo mi madre, poniéndose en pie. -Sólo quería pasarme unos minutos. Debería irme ya.
-Delicioso filete-, dije, sólo queriendo llenar el incómodo silencio. -¿Otro antojo?
-No.- La voz de Moana era aguda y rápida, como un pinchazo con un cuchillo. -Es sólo lo que a Selina se le ocurrió preparar esta noche.
Tragué saliva, incapaz de ignorar el tono fresco de la voz de Moana, pero supuse que serían las hormonas del embarazo, o tal vez que estaba cansada. En cualquier caso, no discutiría. Al fin y al cabo, como dijo el hombre de la tienda de artículos para bebés, no debía discutir con la madre de mi hijo.
-Bueno-, dije, cortando otro trozo de carne, -estoy seguro de que Selina sabe lo que te gusta, y también lo que es bueno para el bebé. Me alegra verte comer tan bien.
De repente, Moana dejó caer el tenedor y el cuchillo sobre el plato con un ruido seco y echó bruscamente la silla hacia atrás. Tiró la servilleta hecha un ovillo sobre la mesa con el ceño fruncido, lo que hizo que Ella levantara la vista de su comida y la mirara confusa.
-La verdad es que no me encuentro bien-, dijo. -Voy a acostarme. Ella, ven a buscarme cuando hayas terminado, ¿de acuerdo?
Ella asintió lentamente. Moana me lanzó una última mirada sucia antes de girar sobre sus talones y salir enérgicamente de la habitación.
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