La niñera y el papá alfa romance Capítulo 77

Edrick

En un arrebato de ira, Moana tiró una almohada al suelo. Después de hacerlo, se quedó en silencio, respirando agitadamente por las fosas nasales y con los puños apretados a los lados. En aquel momento, parecía adorablemente pequeña e indefensa, como una niña enfadada. Pero no era una niña, era una mujer, y mis acciones la habían alterado.

Por alguna razón, ver a Moana actuar con tanta pasión me hizo desear abrazarla. Sin mediar palabra, pasé junto a la almohada desechada y la estreché entre mis brazos.

Al principio se puso rígida, sorprendida por mi repentina muestra de afecto, pero finalmente se relajó. La presión de su pequeño cuerpo contra mí me hizo entrar en calor y, durante un buen rato, me quedé abrazado a ella en medio del salón. No quería acercarme demasiado, pero no podía negar la sensación de su vientre ligeramente prominente contra mí, combinada con los latidos de su corazón. Por un momento, pensé en nuestra fatídica aventura de una noche que resultó en su inesperado embarazo. Empecé a excitarme un poco, lo admito, pero rápidamente aparté esos pensamientos y me centré en hacer que la madre de mi bebé se relajara.

Sin embargo, mientras la abrazaba, percibí de repente un olor extrañamente familiar. Al principio no pude distinguirlo, pero se hizo un poco más fuerte y de repente me di cuenta de que era el mismo olor que había percibido en el laberinto hacía unas semanas. Sin embargo, tan rápido como llegó, se desvaneció.

Dejé de abrazarla y me aparté, mirándola con ojos entrecerrados. Aquel olor era tan inconfundible y dulce. Aquel día en el laberinto, pensé que incluso podría haber sido el olor de mi compañera, pero eso era imposible; Moana era humana. ¿Me ocultaba algo?

-¿Qué pasa? preguntó Moana, mirándome con una inocente confusión dibujada en el rostro.

Parecía auténtica. No creí que tuviera nada que ocultar; tal vez sólo fuera algún perfume que usaba de vez en cuando y no era nada más que eso.

-Nada-, dije, sacudiendo la cabeza y dando un paso atrás.

Ninguno de los dos habló durante unos instantes hasta que Moana finalmente dijo: -Siento haberme alterado tanto-. Se acercó solemnemente a la almohada que había tirado al suelo y la recogió, colocándola de nuevo en el lugar que le correspondía en el sofá con una expresión avergonzada en el rostro.

Me encogí de hombros. -No pasa nada.

Moana se quedó un rato mirando al suelo. Sentía que mi mente daba vueltas a un millón de pensamientos diferentes. Sabía que estaba siendo un imbécil por no contarle a mi madre lo del bebé y por hacer que Moana se sintiera tan mal. Pero al mismo tiempo, era un hombre lobo de una familia muy estimada. Aunque Moana me caía bien y disfrutaba de su compañía, nunca podría ser tan franco públicamente con una niñera humana.

-Bueno... Buenas noches-, dijo Moana en voz baja antes de darse la vuelta y caminar hacia su dormitorio.

Me quedé mirándola un momento, mordiéndome el labio mientras la veía marcharse.

-Espera.

La tarde siguiente, cumplí mi promesa de contarle a mi madre lo del bebé. Invitamos a mi madre a comer para darle la noticia en un restaurante cercano, pero le dijimos expresamente que viniera sola. Yo sabía que ella ya tenía una idea de lo que le íbamos a contar, pero si la tenía, no dijo nada al respecto. Siempre he apreciado eso de mi madre.

Cuando llegamos, mi madre ya estaba sentada en una mesa fuera. Era un establecimiento acomodado muy frecuentado por otros famosos, así que me sentí cómoda quitándome la máscara cuando Moana y yo nos sentamos.

-Hola, cariño-, le dijo mi madre a Moana, apretándole la mano. Sus ojos se desviaron momentáneamente hacia el vientre de Moana, pero enseguida apartó la mirada y sonrió. -Espero que no te importe, pero ya he pedido té.

-Gracias, Verona-, respondió Moana con una sonrisa algo rígida. Me di cuenta de que se sentía un poco incómoda en un establecimiento tan rico como éste, pero me había asegurado de que se vistiera adecuadamente para que no pareciera fuera de lugar. Por supuesto, hubo algunas miradas extrañadas, ya que era raro que un humano cenara aquí, pero nadie iba a armar un escándalo con mi madre y yo aquí.

El camarero volvió rápidamente con nuestro té y luego tomó nota de nuestros pedidos de comida. Charlamos un poco mientras esperábamos y comimos a gusto cuando llegó la comida, pero notaba que había mucha tensión en el ambiente. La tensión no hacía más que aumentar por momentos, ya que mi madre sin duda empezaba a sacar sus propias conclusiones sobre por qué estábamos aquí, y Moana parecía impacientarse a mi lado, así que decidí que era hora de acabar de una vez.

-Mamá, Moana y yo tenemos algo que contarte-, dije mirando mi plato mientras mi corazón se aceleraba un poco. Mi madre enarcó una ceja cuando levanté la vista hacia ella.

-Tenías razón el otro día. Moana está embarazada de mí.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La niñera y el papá alfa