La niñera y el papá alfa romance Capítulo 83

Moana

Volvimos al ático después del incidente con el hombre espeluznante, que por desgracia estropeó un poco el viaje. Sin embargo, intenté que no me afectara y agradecí la rapidez mental y el comportamiento protector de Edrick. Durante todo el viaje de vuelta, no dejé de mirarle por casualidad. No sabía si se había dado cuenta, pero si lo hizo, no dijo nada al respecto.

Después de aparcar el coche, subimos en ascensor al ático y, una vez en el ascensor, por fin nos quitamos las mascarillas. Me sentí aliviada al quitarme por fin la mascarilla después de llevarla todo el día y dejé escapar un profundo suspiro mientras dejábamos nuestras cosas.

Por desgracia, parece que nuestro alivio duró poco. Selena entró rápidamente en el vestíbulo poco después de que llegáramos con una expresión en el rostro que era una combinación de preocupación y leve frustración.

-¿Qué pasa?- Le pregunté antes de que dijera nada. Por la expresión de su cara, me di cuenta de que había pasado algo.

Ella suspiró. -Es Ella-, dijo. -Lleva todo el día deprimida en su habitación. He intentado entrar, pero ha atrincherado la puerta con juguetes. No sé qué hacer.

Edrick y yo intercambiamos miradas rápidas. Ambos parecíamos pensar lo mismo. -Iremos a verla-, dijo con un suspiro. -Ve y tómate el resto de la noche para ti, Selena. Seguro que estás agotada.

Selena esbozó una débil pero sorprendida sonrisa. Sin decir nada más, Edrick se marchó en dirección a la habitación de Ella. Selena me lanzó una breve mirada que denotaba su asombro ante el comportamiento repentinamente generoso del multimillonario alfa, a lo que yo me limité a encogerme de hombros, antes de seguirlo hasta la puerta de la habitación de Ella.

Edrick llamó suavemente a la puerta. -¿Princesa?-, llamó. -Soy papá. ¿Puedes dejarme entrar, por favor?

-¡No!-, gritó una vocecita desde el otro lado de la puerta. -¡Fuera de aquí! No se permiten monstruos en mi reino.

Edrick se volvió para mirarme con expresión confusa. Contuve una sonrisa y pasé a su lado.

-Su Majestad-, grité, entrando en su juego, -por favor, déjenos entrar. Nos han enviado de otro reino para hacer la paz.

Se hizo el silencio, seguido del ruido de unos pies descalzos golpeando el suelo. La puerta se abrió de golpe y uno de los ojos de Ella se asomó. Nos miró a los dos de arriba abajo antes de abrir un poco más la puerta y apartarse, revelando que su habitación estaba completamente desordenada. Llevaba puesto un disfraz de princesa y una tiara de su baúl de disfraces, y había colocado todas sus almohadas y sábanas formando un castillo improvisado sobre la cama. Todos sus juguetes estaban esparcidos por la habitación, dispuestos en varias escenas -un campo de batalla, una fiesta del té y una sala del trono- y toda su ropa había sido arrancada del armario y estaba tirada descuidadamente por todas las superficies.

-Ella-, dijo Edrick, sonando decepcionado, -¿por qué has hecho esto?.

Un pequeño gruñido escapó de los labios de Ella. Miré hacia abajo y la vi mirando a su padre entre ceja y ceja. Mostraba sus puntiagudas orejas de lobo y sus pequeños colmillos sobresalían ligeramente. Sus garras también estaban extendidas, y suspiré, sabiendo que el comportamiento acusador de Edrick la estaba agravando aún más.

Ella se encogió de hombros. -Salisteis todo el día sin mí y os lo pasasteis muy bien. Si ahora ya os olvidáis de mí, me sustituiréis por el nuevo bebé.

Ahora, sentí que mis propios ojos se abrían de par en par. La cara de Edrick se suavizó y se sentó en el suelo, cruzando las piernas. -Cariño, nadie va a sustituirte-, dijo con dulzura. Era entrañable verlo mirar a su hija con una expresión tan genuina y dolida. Abrió lentamente los brazos y, tras un momento de vacilación, Ella se acercó a él y se dejó caer en su regazo, enterrando la cara en su pecho. Al hacerlo, la diadema se le cayó de la cabeza y cayó al suelo. -Siempre serás mi primer bebé-, dijo Edrick en voz baja. -No tienes que preocuparte.

Se abrazaron así durante unos minutos. Edrick meció a Ella de un lado a otro mientras ella lloriqueaba, y durante ese rato, casi me sentí como si yo no estuviera allí; sólo era una observadora de un dulce momento entre un padre y una hija, y me levanté, decidida a darles algo de espacio. Mientras caminaba en silencio hacia la puerta, oí a Edrick hablar de nuevo.

-¿Cómo puedo compensarte, Princesa?- Edrick preguntó suavemente.

-Echo de menos a mis amigos del orfanato-, respondió Ella resoplando, con la voz apagada por el pecho de él. ¿Podemos ir en familia?-, levantó la vista para mirarme y me quedé helada, sorprendida por la palabra -familia-. Edrick también levantó la vista y me di cuenta de que estaba tan sorprendido como yo. Me miró fijamente durante unos largos instantes, los dos congelados. Sus ojos grises y acerados eran más suaves que de costumbre y, en ese momento, sentí que Mina se despertaba dentro de mí.

Finalmente, se lamió los labios y habló, sin apartar su mirada de la mía.

-Sí-, dijo en voz baja. -Podemos ir todos mañana.

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