La niñera y el papá alfa romance Capítulo 84

Moana

Aquella noche, después de que Ella se calmara lo suficiente y accediera a limpiar su habitación con nuestra ayuda, me tumbé en la cama y me vi incapaz de conciliar el sueño tras los acontecimientos del día. Cada vez que cerraba los ojos, me imaginaba al hombre espeluznante del centro comercial; sin embargo, aún más que eso, me imaginaba los ojos suaves de Edrick mirándome fijamente mientras sostenía a Ella en el suelo y sentía su brazo protector alrededor de mis hombros. Al final decidí que no podría dormir durante un rato, así que decidí sacar mi cuaderno de bocetos y dibujar. Aunque llevaba un par de días trabajando en otro boceto, esa noche decidí pasar a una página nueva y dibujar una escena que no podía sacarme de la cabeza: la imagen de Edrick sujetando a Ella con su traje de princesa.

Mientras dibujaba, empezando por las formas toscas de Edrick y Ella, una suave sonrisa empezó a dibujarse en mis labios sin querer. Esa sonrisa se extendió cuando empecé a sentir la presencia de Mina. Hacía unos días que no sentía realmente su presencia, pero podía decir que los acontecimientos del día la habían hecho aflorar más. Estaba agradecido; Mina se había convertido en una amiga para mí, de un modo extraño.

-Tengo una confesión-, dijo finalmente tras rondar mi mente en silencio durante varios minutos.

-¿Hm?- dije en voz alta. Todavía no me había acostumbrado del todo al concepto de conversar con ella en mi cabeza, y como estaba distraído con mi dibujo, ahora no pensaba mucho en ello.

-Anoche... liberé un poco más de mi olor cuando te abrazó.

Levanté la vista de mi cuaderno y fruncí el ceño, dejando el lápiz en el suelo. -Creí que habíamos acordado que no harías eso sin mi permiso-, dije en voz baja.

Mina se quedó callada unos instantes antes de contestar. Cuando por fin contestó, parecía un poco avergonzada. -No era mi intención. Fue un accidente.

-Bueno, ¿qué pasó entonces?- pregunté.

-Cuando te abrazó... no pude controlarme. Cada vez es más difícil controlarse.

Arrugué la frente. No. Edrick no era mi compañero. Si lo fuera, nos habríamos dado cuenta mucho antes. ¿Verdad? Fui a buscar de nuevo la presencia de Mina para preguntarle, pero cuando lo hice, había desaparecido de nuevo. Suspirando, supe que especialmente ahora no podría dormir, así que decidí levantarme y dirigirme a la cocina para prepararme un té. Hacía calor, así que me quedé sólo en camisón.

El apartamento estaba en silencio cuando salí de mi habitación. Mientras me dirigía a la cocina, supuse que todos los demás estarían ya profundamente dormidos, pero me di cuenta de que estaba equivocada cuando de repente oí el sonido de la voz enfadada de Edrick procedente de su despacho. Incapaz de contener mi curiosidad, me acerqué un poco más a la puerta cerrada y escuché.

-¿Qué te hace pensar que tienes derecho a preocuparte por mis asuntos personales?-, dijo, con la voz apagada a través de la puerta. -Tiraste por la borda ese derecho cuando decidiste joderme hace tantos años.

Hizo una pausa, escuchando a quienquiera que estuviera al otro lado del teléfono. Arrugué la frente, pero seguí escuchando.

No pude evitar sonreír. Me había dado cuenta de que Edrick parecía estar bebiendo un poco menos últimamente, o al menos, parecía más receptivo a otras opciones. Si no lo hubiera detenido esta noche, me preguntaba si se habría emborrachado demasiado; su discusión con esa misteriosa -Olivia- parecía haberle sacado mucho de sus casillas.

-Vamos-, le dije, haciendo un gesto hacia la cocina. Edrick me siguió en silencio hasta la cocina y se sentó en un taburete junto a la isla mientras yo llenaba la tetera de agua y la ponía al fuego. Estaba oscuro y ninguno de los dos nos molestamos en encender las luces del techo, pero yo ya me había acostumbrado tanto a la distribución de la cocina que sabía dónde estaba cada cosa. Las luces de la ciudad iluminaban la habitación lo suficiente a través de la ventana para que pudiera distinguir la expresión sombría y melancólica de Edrick mientras se miraba las manos en la encimera.

-Sé que me has oído-, dijo finalmente al cabo de un rato. -Igual que antes.

Me aclaré la garganta mientras le miraba, aún incapaz de ocultar mi curiosidad. -Si no te importa que pregunte... ¿Era también la misma persona de antes?-. Después de hablar, sentí que se me formaba un nudo en la garganta, y esperé no agitar más a Edrick.

Para mi sorpresa, asintió. -Sí-, admitió. -Alguien de mi pasado. Me han estado molestando; suelen empezar de nuevo por estas fechas cada año, porque...

Se detuvo, como si no quisiera decir nada más. Cuando le miré, me di cuenta por su mirada de que ya sentía que había dicho demasiado.

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