La niñera y el papá alfa romance Capítulo 87

Moana

De algún modo, conseguí dormirme esa noche. Por la mañana, me desperté con dolor de cabeza tras una noche de angustia emocional.

Edrick y yo nos habíamos besado anoche en la oscuridad de la cocina. Incluso ahora podía sentir sus manos en mi cintura y su cuerpo contra el mío. Aún podía saborear sus labios y su lengua, y me había pasado la noche soñando con él. El sol brillaba a través de la ventana de mi habitación, pero yo sólo quería volver a la oscuridad de la noche anterior y estar con Edrick; no me había dado cuenta antes, pero admitía que me sentía sola, y su contacto era bienvenido. No había estado con nadie desde nuestra aventura de una noche y no me había dado cuenta de lo hambrienta que estaba de intimidad con otro adulto.

Para colmo de males, me sentí como una idiota por pensar por un momento que Edrick estaba empezando a enamorarse de mí. La forma en que me mimó cuando fuimos de compras juntos a pesar del incidente de la prensa amarilla... La forma en que ahuyentó al hombre raro del centro comercial y me rodeó con el brazo, realmente preocupado por mi salud y mi seguridad... La forma en que me besó tan suavemente en la cocina. ¿Algo de eso era real o era sólo un momento de debilidad por su parte? ¿También se sentía solo y sólo buscaba intimidad?

Mientras estaba tumbada, recordé que Edrick y yo habíamos prometido llevar hoy a Ella al orfanato para que pudiera jugar con sus amigos. Aunque no me apetecía mucho ver a Edrick después de nuestro beso en la cocina la noche anterior, sabía que tendría que verlo en algún momento, así que gemí, me levanté y me dirigí a la cocina para prepararme una taza de café y aliviar mi dolor de cabeza.

Sin embargo, cuando atravesé el salón, me llamó la atención el suave sonido de unos ronquidos. Fruncí el ceño y miré por encima del sofá para ver a Edrick despatarrado; estaba vestido con los zapatos puestos como si hubiera salido, y había una botella de whisky vacía en el suelo a su lado.

Me quedé atónito. Ella no podía verlo así; la confundiría demasiado ver a su padre desmayado de borrachera en el sofá, así que, sin pensármelo dos veces, cogí la botella de alcohol vacía del suelo y sacudí bruscamente el hombro de Edrick.

Edrick abrió los ojos de golpe y gimió al volver en sí. Antes de que pudiera decir nada, le puse la botella en la cara y fruncí el ceño.

-Sé que anoche te enfadaste, pero esto es inaceptable-, le dije, señalando su aspecto. -Tu hija se despertará pronto. Menos mal que te encontré antes de que viniera.

Los ojos de Edrick se abrieron momentáneamente al mirar la botella. Se incorporó lentamente y balanceó las piernas sobre el lateral del sofá, luego se puso de pie tras detenerse un momento. No parecía querer mirarme.

-Lo siento-, me dijo, quitándome la botella de las manos. -En realidad no es tan malo como parece; la botella estaba casi vacía y me cansé demasiado. No estaba borracho.

Sin embargo, cuando cogió la botella y se inclinó hacia mí, de repente percibí un olorcillo de algo que no era alcohol: algo enfermizamente dulce y floral. Perfume. Perfume de mujer, para ser exactos.

¿Tuvo Edrick un rollo de una noche anoche, justo después de nuestro beso en la cocina?

El olor del perfume barato me hizo temblar la cabeza y sentí náuseas al instante. Me tapé rápidamente la nariz y la boca con la mano y retrocedí dando tumbos, sacudiendo la cabeza enérgicamente mientras se me llenaban los ojos de lágrimas.

A estas alturas, me había olvidado por completo de cómo me había hecho sentir esta supuesta aventura de una noche, y sentí la necesidad de discutir por el bien de Ella. Ella necesitaba pasar tiempo con su padre; estaba claro que empezaba a sentirse abandonada.

-Que anoche te emborracharas demasiado no significa que puedas decepcionar así a tu hija-, le dije. Sin pensarlo y sin importarme el olor que me daba asco, me abalancé sobre él y le agarré de la corbata, cogiéndole por sorpresa. -Debería darte vergüenza. ¿Qué pensará Ella?

Edrick me miró con un gesto de asombro en la cara. -Te dije que no estaba borracho-, dijo. -¿Qué te pasa?

Me di cuenta de lo que estaba haciendo, solté rápidamente la corbata, giré sobre mis talones y me alejé unos pasos. Entonces me detuve, apretando y soltando los puños mientras parpadeaba para que se me fueran las lágrimas de los ojos.

Finalmente, me volví hacia él.

-Realmente no puedo creerte-, susurré. -Tener un rollo de una noche así, no sólo justo después de que te me insinuaras, sino también la noche antes de que se supone que tienes que tener un día sano con tu hija... Me pone enferma.

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