Moana
Mientras veía a Edrick y Kelly alejarse juntos, no pude evitar sentirme un poco celosa. No sólo eso, ¡ella llevaba exactamente el mismo vestido que yo! Incluso Verona hizo una doble toma cuando vio a Kelly caminar hacia nosotros.
Cuando se fueron, Verona se acercó rápidamente a mí y me cogió de la mano.
-No te preocupes, cariño-, me dijo suavemente, dándome un apretón en la mano. -Kelly... Bueno, no es una mala chica, en realidad, pero siempre ha estado un poco encaprichada con Edrick. Al final se aburrirá y dejará de molestarte.
-No pasa nada-, respondí con una sonrisa, aunque no podía evitar sentirme mal. -Es sólo un vestido.
Verona me miró con tristeza. Me sentí como si fuera a llorar y estropear mi maquillaje si seguía aquí, así que me excusé rápidamente con el pretexto de cumplir con mis deberes de niñera y fui a buscar a Ella. Tras varios minutos dando vueltas y abriéndome paso entre la creciente multitud, por fin vi a Ella junto a la cafetería con sus amigos. Como suelen hacer los niños, se estaban atiborrando de caramelos.
-Ejem-. Me aclaré la garganta al acercarme a Ella, cruzando los brazos sobre el pecho y mirándola. Los otros niños me vieron y huyeron rápidamente, pero Ella se volvió lentamente hacia mí y me dedicó una sonrisa tímida, con las mejillas redondas de hojaldre de crema. -Se te va a quitar el apetito, jovencita-, dije, ahogando una carcajada ante el aspecto de ardilla de la niña.
Masticó durante un minuto y finalmente tragó saliva. -Lo siento-, murmuró, mirando al suelo. -Tenía hambre.
-Bueno, al menos coge un plato y siéntate cuando comas-, le dije suavemente, cogiéndola de la mano mientras empezaba a alejarla de los bocadillos. -No es muy educado comer así.
Llevé a Ella de vuelta a Verona, que seguía esperando junto a su mesa mientras hablaba con un criado, aparentemente dándole órdenes a juzgar por la forma en que señalaba y gesticulaba hacia varias mesas. El criado asintió con la cabeza y se marchó corriendo. Verona dejó escapar un suspiro, pero al fin se dio cuenta de que Ella se acercaba y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. Ella corrió hacia ella, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras su abuela la colmaba de besos.
Ni siquiera me había puesto al día del todo cuando de repente sentí una mano en el hombro. Al principio, pensé que era Edrick que necesitaba algo de mí, pero cuando me di la vuelta, me puse pálida al ver que no era Edrick, sino su padre, Michael. Me miraba con una sonrisa tersa, pero sus ojos eran fríos y severos.
-¿Te apetece bailar?-, dijo tendiéndole la mano.
-Tartamudeé, con el corazón saliéndoseme prácticamente del pecho mientras un millón de pensamientos se agolpaban en mi mente. ¿Por qué Michael Morgan me invitaba a bailar si no era para hablarme del embarazo? Aunque no fuera por el embarazo, seguro que tenía algo que ver con mi relación con su hijo. Estaba segura de ello.
-Bueno, ¿eso es un sí o un no?-, preguntó. -Vamos. Me gusta esta canción. Me gustaría bailar antes de que termine.
Antes de que pudiera resistirme, la mano de Michael se clavó en mi hombro y me guió con cierta brusquedad hasta la pista de baile. Se giró hacia mí, me cogió una mano y me puso la otra en la cintura. Sentí que me temblaban las manos y puse la otra en su hombro.
-U-Um, gracias-, conseguí decir a duras penas, forzando una sonrisa tensa mientras empezábamos a bailar al ritmo de la música. Michael era un líder severo, y casi me sentí como si me estuvieran tirando un poco mientras bailábamos. -Es una canción preciosa.
-Mhm.
Durante unos instantes, bailamos en silencio. Olía a una combinación casi enfermiza de whisky, humo de puro y colonia. Me dieron ganas de vomitar y empezaron a provocarme náuseas matutinas, pero me las arreglé para mantener la calma delante de él.
-¿Un trabajo?-, se rió. -¿Y la ropa cara? ¿El ático? ¿Las cenas de lujo y los estilistas profesionales? ¿Formaban parte de la descripción del trabajo?
Se me hizo un nudo en la garganta. No tenía respuesta para eso; por supuesto que esas cosas no formaban parte de la descripción del trabajo, pero también insistí en todo momento en que Edrick no tenía por qué mimarme de esa manera. Fue decisión suya hacer esas cosas, no mía. Me quedé embarazada por accidente.
Sin embargo, antes de que pudiera responder, la canción llegó a su fin. Para mi sorpresa, Michael dio un paso atrás e hizo una reverencia.
-Haz una reverencia-, gruñó.
Mis ojos se abrieron de par en par. -¿Qué?
Michael levantó la mirada y me fulminó con la mirada. -Haz una reverencia, puta.
Quería gritar, pero hice lo que me dijo e hice una reverencia para poner fin a nuestro baile. La gente que nos rodeaba, totalmente ajena a la situación, aplaudió con entusiasmo.
Michael se levantó y se arregló la chaqueta. Cuando la multitud volvió a llenarlo todo, la sonrisa de su rostro se desvaneció y fue sustituida por una clara expresión de disgusto.
-Te daré hasta el final de la noche para decidir-, dijo. -Toma el dinero, o no lo hagas. De cualquier manera... no permitiré que sigas viendo a mi hijo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La niñera y el papá alfa