Elisa y José volvieron a dormir, Elisa no quería despertar por la mañana aunque ya eran las diez, pero José insistió, ya que había vomitado todo muy temprano y además Elisa no debía perder ninguna comida, así que él insistió en que se levantara.
José ya había pedido el desayuno, así que Elisa sólo se puso la bata y desayunaron lo que José había pedido, Elisa ese día no tenía buen aspecto, por lo que José la dejó dormir más, ella le pidió que se acostara con ella y así lo hizo, le veló el sueño pero después también se quedó dormido, a las dos despertó José, y su mujercita parecía que dormiría todo el día, así que pidió la comida.
Ya cuando tenía la comida lista en la mesa, José despertó a Elisa. Elisa se despertó a regañadientes, al mirar la habitación dio una pequeña sonrisa, ya que no había sido un sueño, ella y José se casaron y gracias a la sorpresa de Sasha fue una gran boda incluso religiosa, se levantó muy perezosa, ya que aún tenía sueño.
—Mi bella durmiente, ven a comer para irnos a casa —José le dio un beso en los labios.
—¿No podríamos quedarnos hasta mañana y dormir todo el día? —bostezó, a José le parecía muy linda pidiendo eso.
—Lo siento, cariño, pero debemos regresar, en casa puedes dormir más, yo debo de regresar al hospital y poner a alguien a cargo para mañana y pasado que estaré contigo e iremos a donde quieras ¿sí?
Elisa asintió:
—Okis, ¿y cuánto tiempo viviremos con tus padres?
—Solo unas semanas en lo que encuentras una casa que te guste y mi madre esté tranquila.
Después de comer se dieron un baño y se cambiaron, salieron del hotel y se dirigieron a la casa Keiler donde sólo Bianca estaba.
—¡Pensé que se quedarían todo el día en el hotel!
—No, mamá, debo de hacerme cargo de unos asuntos en el hospital... llevaré a Elisa a la habitación —y así lo hizo José, pero Bianca miró que Elisa estaba muy pálida el día de hoy, cuando José bajó, Bianca lo esperaba y antes de que preguntara, José le dijo—, Elisa se siente cansada y no está muy bien, déjala dormir toda la tarde, si no regreso para la cena, yo mismo le hablaré y a ti, te la encargó.
—Está bien, y no te preocupes, yo la cuido.
Por la noche Elisa se despertó un poco desorientada, ya que no reconoció la habitación, pero enseguida recordó que estaba en la casa Keiler y esa era su habitación, se arregló y salió de la habitación, justo cuando iba a bajar las escaleras se topó con José.
—Apenas iba a despertarte, hermosa, te sientes mejor.
—Sí, bastante mejor —dijo con una sonrisa y llegó donde José y le dio un beso.
—¿Tienes hambre?
—Un poco.
José sonrió:
—Menos mal, porque la cena aun no está preparada, vamos, mi padre ya llegó.
Ambos fueron a la sala y Bianca fue donde Elisa:
—¿Te sientes mejor?
—Sí, gracias suegra... qué bueno que ya esté en casa suegro.
—Siéntate, te ves un poco pálida, ¿segura que te sientes bien? —preguntó Richart.
—Sí, me siento bien, es sólo que me acabo de levantar.
Richart no le creía mucho a Elisa, pero al verla animada simplemente no dijo nada. José, Elisa y Bianca se sentaron y los cuatro hablaron sobre la boda y más sobre las fotografías, les enseñó las fotos que mandó imprimir, a Elisa le gustaron mucho.
Había pasado una semana desde la boda, Sasha había visto que Elisa tenía algunos síntomas del embarazo y le preocupaba que su anemia se complicara, esa tarde Sasha fue al escritorio de Elisa.
—Me preocupas —le dijo seria—, desde hace una semana que aún con maquillaje te ves pálida, ¿qué tienes? —preguntó preocupada.
—Solo son las náuseas, esta semana no me han dejado en paz y los antojos disminuyeron, José se encarga de que mi comida sea rica en nutrientes, pero.... Sasha, creo que no me cayó bien el matrimonio —dijo Elisa preocupada y Sasha se soltó riendo.
—No seas tonta, ya vivías con José, quizá sea algún producto de limpieza que se usa en la casa Keiler.
—Podría ser.
—Habla con José o lo haré yo misma, no quiero que te vaya a pasar algo por no decir nada.
—Está bien, lo hablaré con José en la noche, desde ayer tuvo guardia.
Sasha le sobó la mano, pues le preocupaba mucho su amiga. Sasha volvió a la oficina, Jacob subió la mirada para ver a su pequeña esposa y la miró que estaba preocupada.
—¿Sucedió algo?
—¡Eh! No.... sólo fui a hablar con Elisa, sabes, estos días se le ve algo.
—¿Enferma?
Sasha lo miró:
—También lo notaste.
Jacob se puso de pie y fue a abrazar a Sasha:
—Es tu amiga y sé que te preocupas por tus amigos, así que por ti me fijo en las personas que te importan además, de que es muy evidente que no está bien.
—Lo sé, ya se lo dije y dijo que hablaría con José esta noche que llegue.
—Hay que esperar a que la revisen y ver qué es lo que le sucede, quizá sólo sea pasajero por el cambio de casa, tranquila, todo estará bien.
Sasha se abrazó a Jacob y la tranquilizaba, después le dio algo de trabajo para que tuviera la mente ocupada, a la hora de salida del personal Sasha miró a Elisa irse.
Elisa llegó a la casa Keiler, al no ver a nadie se fue al jardín en lugar de quedarse dentro de la casa, pero los aspersores estaban activados y sólo miró el jardín mojarse y el olor a césped, después entró y se encontró con el ama de llaves.
—Joven señora ya regresó, los señores están fuera, pero dijeron que traerían la cena.
—Oh gracias, entonces iré a descansar.
Elisa empezó a subir las escaleras y fue a su habitación, sin Bianca o el Richart, Elisa sentía que no tenía nada que hacer en la sala además de que se sentía realmente cansada, se dio un baño y luego puso la alarma antes de la hora de la cena. Cuando la alarma sonó, Elisa se obligó a despertar y la cabeza le dolía, esperó un momento, luego escuchó la segunda alarma y la apagó, se puso de pie, bajó las escaleras, José estaba llegando y en cuanto se vieron, se abrazaron y besaron.
—¿Cariño, qué tienes? Estás más pálida que ayer.
—No me he sentido bien —dijo en un susurro Elisa.
—Jóvenes, los señores los esperan para cenar y también sus hermanos.
José y Elisa fueron al comedor, en cuanto el olor de la comida le llegó a Elisa, empezó a sentir náuseas, pero aún así se sentó.
—Hoy tuve antojo de ir a comprar tamales en hoja de plátano, espero que no les hagan el feo, porque es lo único que se les servirá —dijo Bianca viendo la cara de su hija, y en cuanto le pusieron a Elisa el plato con el tamal, sus náuseas aumentaron.
—¡Hay no! —fue todo lo que dijo, ya que se tapó la boca y salió corriendo del comedor, ya que el tamal tenía un peculiar aroma que le llegó a Elisa, y esto le revolvía el estómago, apenas alcanzó a llegar al baño, José fue detrás de ella.
—Creo que no soy la única que odia esta comida o ¿está embarazada? —dijo Fernanda en burla.
José abrió la puerta del baño y entró, le sobó la espalda a Elisa hasta que ella estuvo mejor.
—Quiero irme a casa, José... No me he sentido bien desde que vivimos aquí, vamos a tu departamento —le dijo Elisa llorando y José la abrazó.
—Tranquila, sí, nos iremos ahora además de que hay que llevarte al hospital para hacerte unos estudios.
Elisa asintió y José la ayudó a levantarse, Elisa se enjuagó la boca, salieron del baño y caminaron hacia la sala para irse.
—Al parecer eres intolerante al incienso, sólo eso cariño, están bien tú y los bebés, sólo pasaremos la noche aquí para que termine de salir de tu sistema el incienso ¿sí?
Elisa asintió y luego miró a José al caer en cuenta de que dijo que eran dos:
—¿Dijiste dos?
—Sí, llevas dos bebés ahí —dijo José señalando el vientre aún palmo de Elisa y a esta se le llenaron de lágrimas los ojos.
—Dos ¡dos! —Elisa acarició su vientre y José puso su mano sobre la de ella—, José, tengo hambre.
José se rió:
—También yo, ¿qué se te antoja?
—Uno de esos hot dog que está envuelta la salchicha con tocino, tiene frijoles, queso para nachos, pepinillos, mayonesa, catsup y mostaza.
—Muy bien, tus antojos volvieron.
A José le alegraba que Elisa tuviera antojos, ya que estos días los había perdido y ahora sabía porqué, a José no le importaba que Elisa lo levantara en la madrugada por un antojo, él era feliz de cumplirle sus antojos, sea cual sea y la hora que sea.
José le dejó un beso a Elisa en la frente y salió de la habitación. Justo cuando salía, recibió un mensaje de Sasha preguntando cómo seguía Elisa, ella sólo preguntaba por cómo la vio en la mañana, ya que aún no sabía lo que le había sucedido a Elisa, en cuanto le mandó un mensaje de que estaban en el hospital, Sasha le hizo una llamada.
—José Ángel Keiler, debes de cuidar bien a Elisa y cualquier cosa llevarla al médico, ¿acaso no la veías muy pálida? ¿y qué hay de la ausencia de antojos? Y no sé qué más, hasta Jacob vio que Elisa no estaba bien.
José se sintió como el peor marido por no prestarle atención a su esposa y pensar que sólo era por el embarazo.
—Lo siento, yo la cuidaré bien, mejoraré como marido por ella y los bebés.
—¿Bebes? —preguntó Sasha y Jacob que estaba a su lado, le hizo la señal que eran dos—, ¡son dos! ¡oh Dios mío! Espero sean niños y yo tenga niñas, así seremos Consuegros jajajaja.
—Cálmate, Sashis que haces planes a mucho futuro ¿y si no se gustan?
—Eso no lo pensé... jajaja, dice Jacob que obligará a uno de tus hijos jajajaja —era mentira lo que dijo Sasha, ya que Jacob no dijo nada, sólo sonreía al verla.
—Sashis, deja de inventar cosas, y te dejo porque voy a comprarle un antojo a Elisa.
—Okis, byes —le colgó Sasha a José y dejó el celular en la mesa de noche.
—Si no hubiera perdido el bebé, tú y José se harían compañía para ir por los antojos de sus mujeres.
—Pero sólo se te antojó la lasaña.
Sasha miró a Jacob y luego sonrió un poco melancólica.
—Tienes razón, espero que te den a ti las náuseas en el próximo —dijo Sasha divertida y Jacob la dejó debajo de él.
—¿Qué dijiste?
—Que a ti te den las náuseas y a mí los antojos.
—Entonces que seas más deseosa, así te haría el amor día y noche —dijo Jacob restregándole su miembro a Sasha y esta sonrió.
—¿Quieres que me vuelva ninfómana?
—Sí, pero sólo en los embarazos, porque una mujer deseosa no se combe —Jacob agarró un cojín y se lo puso en el vientre a Sasha aunque abarcó su abdomen—, porque aunque tengas así de grande el vientre, no dejaré de desearte como mujer mi amada esposa.
Y Jacob comenzó a besarle el cuello a Sasha.
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