Capítulo Uno
Dos Meses Antes
Timothy Giannato estaba emocionado por la sorpresa que había preparado para su amada Gía. Una periodista con la que había estado saliendo por más de un año. El era el típico rompecorazones y amante añorado por cada mujer con dos dedos de juicio. Un italiano apasionado por los automóviles, coches de carrera.
Cuando por fin Timothy escucha la llave en la puerta del apartamento, se queda detras de la puerta de la habitacion que compartia con Gía cada vez que se quedaba a dormir allí. Su corazón comenzó a latir deprisa, sonriendo miró por el rabillo del ojo como la puerta se abría lentamente.
Iba a dar un gran paso esa noche. Tenía ya un año con ella, todos en su casa adoraban a la periodista, y él estaba seguro de haber encontrado la mujer con la cual sentar cabeza.
En la cama había puesto el mismo pétalos de rosas rojas en forma de corazón, con sus manos que solo eran prácticas y hábiles para conducir y para cerrar negocios. En una mesita había colocado la champagne con la que celebrarían el sí de su amada.
Fue entonces cuando escuchó una serie de carcajadas y una voz que hablaba con urgencia. Gía parecía haber venido con compañía. Timothy frunció el ceño ante la sorpresa pero se dijo que quiza, despues de salir del periódico su novia había decidido tomarse algunos tragos en casa. Ella siempre había estado rodeada de mujeres y hombres, que la admiraban por su trabajo y por su belleza.
Timothy se lo había pensado doscientas veces antes de decidirse en pedirle la mano a Gía, se había dicho a si mismo que aun no estaba listo, pero su madre y su padre tenía un concepto diferente. El estaba acostumbrado a hacerlos feliz desde niño, el era su único hijo y no quería provocarles malos ratos. Por tal motivo, aun sin estar completamente seguro, se dijo que la mejor manera de conocerse era comprometerse y vivir juntos por un año o algo así.
Él se había ido a cerrar un trato en españa, una semana alejado de Manhattan y de Gía, por eso había decidido regresar dos días antes y sorprenderla. El adoraba ver como sus rizos caían sobre su espalda y como su risa contagia el lugar donde se encontrara de alegría y felicidad.
Esa era una de las cosas que más amaba de ella. Su forma de tomarse la vida con calma y relajada, y aun así, realizar un trabajo impecable y directo.
Escucho un par de voces que se dirigían a la habitación y se quedó detrás de la puerta para sorprender a su novia. Sabía que su sola presencia hará que las amigas de Gía se fueran, él no le caía bien a la mitad de ellas, porque se le habían lanzado en el pasado, en busca de pasiones y su fortuna y él las había rechazado en un abrir y cerrar de ojos.
Los Giannato eran una familia proveniente de Italia, con empresas de fármacos, mercadotecnia y publicidad, y dueños de una firma de torneos de carros de carrera. El estaba a cargo de la gran mayoría de los negocios, así como su primo hermano Hamlet Giannato. Se había criado juntos, sobreviviendo a la fama y a los negocios de ambos hermanos Giannato. El hermano de Hamlet murió en un accidente de tránsito meses atrás y la familia apenas comenzaba a acostumbrarse a no verle. El también era un conductor de coches de carrera igual que Timothy.
El tiempo pasaba y Timothy no entendía porque su novia se demoraba tanto en entrar, cuando claramente esas habían sido sus intenciones desde un inicio.
Minutos después escuchó algo caerse y la puerta abrirse. El casi se funde con la pared para no ser chocado por la puerta.
Justo cuando iba a salir para sorprenderla se quedó pasmado ante la visión que tenía de su casi prometida.
Gía estaba besando a un hombre.
En su habitación.
Timothy no podía creerse lo que sus ojos veían. Ellos estaban tan concentrados disfrutando de sus caricias que no se percataron que alguien los observaba detrás de la puerta.
El tipo agarró a Gía por la cintura y esta entrelazó sus dedos en el cabello del hombre.
En cuestión de segundos él comenzó a sentirse enfermo, creía que iba a vomitar en cualquier momento. Su mujer, la que iba a convertir en su esposa, estaba frente a él a punto de acostarse con otro tipo.
Estaba seguro que ella no estaba tomada, no podía estarlo, estaba disfrutando de cada beso, de cómo el hombre le desabrochaba la camisa del trabajo, una camisa que él mismo le había regalado por su cumpleaños que había sido recientemente.
Timothy ahogó un gruñido.
Al menos eso pensó.
El hombre dejó a Gía sobre la cama y ambos miraron hacia donde Timothy se encontraba petrificado del dolor y la traición.
Su Gía lo había traicionado descaradamente.
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