La Propuesta del italiano romance Capítulo 3

Capítulo Tres

La cafetería estaba a reventar, era un local pequeño, solo tenía ocho mesas, cada una con cuatro sillas de metal con respaldo semi acolchado. Los clientes normalmente entran desesperados, como si un perro con rabia los estuviera persiguiendo y fuera de vida o muerte conseguir un cafe. Melody intentaba trabajar a la velocidad del rayo, poniendo la máquina a funcionar, sirviendo el café que se mantenía caliente del bote de cristal y cobrando a los clientes. Era mucho trabajo para una sola persona, pero el lugar estaba en remodelacion y por su condición de embarazada y porque el dueño se había apiadado de ella, Melody era la única empleada de la cafetería.

Ella se encargaba de abrir y cerrar y los días que no podía abrir el local a las siete de la mañana, el Señor Doyle bajaba de su departamento y lo abría.

La familia Doyle había vivido encima de la cafetería por más de veinte años, manteniéndose de esto como único medio de empleo, la pareja solo tenía un hijo, el cual había ido a la universidad por medio a una beca, y solo regresaba para verano. Raymond amaba a su padre pero no podía quedarse atendiendo el local por siempre.Al menos eso le dijo Doyle cuando ella llegó recomendado por Lucy. Su amiga conocía a Doyle desde hacía años, él le había dado su primer empleo. Por eso Melody se esforzaba, no quería hacer quedar mal a su amiga, no después de que le había conseguido trabajo y le había dado un hogar temporal.

— Jovencita — El hombre con camisa desarreglada la llamó por enésima vez.

El hombre le había pedido un doble espresso y la máquina estaba atascada, algo que solía pasar pero que no había encontrado alguien que la reparara.

— Ya voy caballero. En seguida esto comienza a funcionar — se disculpó Melody sin mirar al hombre. Estaba segura que si lo miraba, encontraría una cara de disgusto e ira.

— Eso me dijo hace diez minutos.

— Como verá, ni a usted ni a los demás le he despachado el cafe. No es personal. Puede esperar o puede caminar por veinte minutos y encontrar otra cafetería con café mínimamente regular y donde quizá encuentre hasta cabello.

Los clientes que estaban alrededor de la barra se quedaron pasmados observándola como si el infierno se hubiese desatado de su boca.

Pero ninguno dijo nada. Ella tenía razón. Melody se conocía todo manhattan como la palma de su mano.

No había una sola cafetería cerca, al menos no una que valiera la pena siquiera entrar.

En Doyle's - un nombre muy poco original - al menos tenía un excelente café y unos ricos panecillos de mantequilla y miel.

Melody hacia su mayor esfuerzo, había puesto empeño desde el primer dia, y aunque las cosas no estuvieran fluyendo como ella quería, al menos tenía un empleo.

Los otros empleados que tenía el Señor Doyle en la cafeteria, eran jóvenes entre los dieciocho y veinte años, chicos que realmente no necesitaban trabajar ocho o diez horas, pero que lo hacían para tener algo extra y ganado con su propio sudor. Ella sabía que al menos uno de ellos había conseguido el trabajo como parte del inicio de la independización del lazo paterno.

Chicos como lo había sido ella una vez. Incluso cuando cumplio su mayoria de edad, su padre seguia sumpliendole todo, no tuvo que trabajar: ese era el propósito. Su padre siempre se lo recalco a ambas hijas del matrimonio: Trabajar no es una opción. Estudiar, un título universitario, es la mejor Herencia que puedo dejarles cuando me muera.

Para las niñas había sido drástico, pero ahora ella entendía en parte, porque su padre decía eso y no se cansaba de repetirlo.

Ella no iba a arrepentirse nunca de seguir con su embarazo, su hijo era su familia, desde el momento en que vio el positivo en la prueba de embarazo, su bebé se había convertido en todo para ella. Pero su madre tenía razón en algo, ella iba a cambiar su vida para siempre, la vida que con tanto afán y sacrificio le habían dados sus padres.

— Un cafe porfavor — El hombre entrado en los cuarenta se paró frente a ella como para darle a entender que tenía prisa.

Melody hizo caso omiso y le rodeo para llevarle tres panecillos al viejo Clark. Un cliente que según su jefe tenía bastante tiempo visitando su cafetería, casi como uno de los dueños.

— ¿No me escucho? Tengo prisa, mi jefe espera el cafe.

— Lo escuché, pero como podrá notar con esos ojos tan ridículamente grandes, hay más personas esperando y la máquina no funciona correctamente.

En ese momento escucho como la cafetera comenzado a subir y casi comienza a dar saltitos de alegría.

Por fin iba a poder dar el servicio que correspondía y a poder vaciar el lugar.

— ¿Quiere que espere a estas….seis personas? — El hombre aprecia no creerse lo que la chica decía. Mirándola como si ella fuera estúpida, volvió a meterse en su camino. — El Señor Giannato se pone de muy mal humor cuando no toma café temprano.

Capítulo 3 1

Capítulo 3 2

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