La Traición romance Capítulo 3

Al escuchar esas palabras, el rostro de Enzo se enfrió de repente y sus ojos profundos fijaron su mirada intensamente en Ainhoa mientras le decía: "Te dije que no me casaría, si no puedes con el juego, no deberías haber aceptado desde el principio."

Los ojos de Ainhoa se tiñeron de un rojo tenue y dijo: "Porque al principio éramos dos, y ahora somos tres."-

"Ella no puede amenazarte."

Ainhoa soltó una risa amarga y sarcástica y le reprochó: "Una llamada suya y me abandonas, sin importarte lo que me pase, Enzo, dime, ¿qué se considera una amenaza?"

La ira era evidente en los ojos de Enzo cuando le preguntó: "¿Ainhoa, tanto drama por un dolor de ovarios?"

"¿Y si estuviera embarazada?"

"No intentes usar un niño para manipularme, ¡siempre he sido cuidadoso!"

La voz del hombre era fría y sin vacilaciones. Si ese niño aún existiera, probablemente también la arrastraría a deshacerse de él. El último destello de ilusión en el corazón de Ainhoa se extinguió por completo. Ella apretó los puños tan fuerte que las uñas se clavaron en su carne sin sentir dolor. Levantó su barbilla con una sonrisa amarga mientras volvía a hablar: "Una vez dijiste que solo hablaríamos de amor y no de matrimonio, que si uno de nosotros se cansaba, nos separaríamos amistosamente. Enzo, estoy harta, rompamos."

Ella lo dijo con claridad y sin rodeos.

Pero nadie sabía que su corazón se desangraba en ese momento. Las venas en el dorso de la mano de Enzo resaltaban, y su mirada se posaba feroz sobre Ainhoa mientras le aclaraba: "¿Sabes las consecuencias de decir eso?"

"Sé que te molesta escuchar esas palabras de mi boca, pero Enzo, estoy cansada, no quiero un amor de tres."

Antes ella era demasiado idealista, creyendo que el amor era suficiente, sin importar el matrimonio. Pero estaba equivocada, porque el corazón de Enzo nunca estuvo con ella.

Enzo se enfureció tanto con esa pregunta que sus sienes palpitaban y dijo con los dientes apretados: "¿Crees que tomaría en serio un juego de pasión sin corazón?"

Esas pocas palabras hirieron profundamente a Ainhoa. Ella había dado tres años de amor sincero, y Enzo lo había tratado como un crudo intercambio de dinero por placer. Solo ella había sido lo suficientemente tonta para pensar que él la amaba. Al pensar en eso, Ainhoa sintió que cada centímetro de su piel se desgarraba en dolor, como si los perros de caza la hubieran despedazado. La tristeza en sus ojos se volvió fría mientras decía: "Tres años de juventud deberían ser suficientes para devolver el favor al presidente Castro, ahora estamos a mano, que a partir de ahora cada uno siga su camino y tenga paz."

Enzo miró fijamente ese rostro desafiante de Ainhoa, y la ira en sus ojos se intensificó.

"Escucha, Ainhoa, te doy una noche para pensar, ¡luego hablamos!" Le advirtió él, luego se giró y se marchó con un aura fría y severa. Dejó a Ainhoa sola, encogida en la cama.

Las lágrimas que había estado conteniendo se deslizaron por sus mejillas sin que ella se diera cuenta. Su cariño de siete años, más tres años de cuidados meticulosos y al final, para Enzo, todo era un trato vergonzoso. En el juego del amor quien se enamoraba primero, era el perdedor. Y más aún, cuando ella había caído cuatro años antes que él. Había perdido de forma desastrosa y era una visión lamentable.

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