El sol se colaba por el gran ventanal que toda la noche se había quedado abierto. El cantar alegre de las aves, se escuchaba, quizás, mas armoniosamente que otros días, y ambos sabían cuál era la razón de ello.
—Buenos días, mi musa — saludaba Bastián animadamente mientras apreciaba con todo su corazón, aquellos revueltos cabellos de fuego que cubrían a medias el encantador rostro de la pelirroja.
Adalet se estiraba un poco, y Bastián admiraba aquellas vistosas pecas que decoraban el rostro de la mujer por la que comenzaba a sentir tanto.
—Buenos días Bastián, dime, ¿Qué quieres desayunar? — cuestiono Adalet animadamente.
—Ah, no te preocupes, me toca a mi preparar lo que tu quieras, solo dime que tienes leche y café, y lo demás corre por mi cuenta — dijo Bastián abrazando a Adalet que aún estaba desnuda.
Haciéndole cosquillas, Bastián lograba sacar las dulces carcajadas de Adalet Williams, y ella, sintiéndose tan feliz como hacia demasiado tiempo no se sentía, reía sin parar ante aquel ataque inesperado.
—Basta, hay que vestirnos, Dante no tarda en despertar y no querrás que nos encuentre de esta manera, a menos que tu quieras explicarle el cómo se hacen los bebés — dijo la pelirroja riendo.
—No gracias, ya mismo nos vestimos, hay que darle un buen ejemplo al campeón, y retrasar lo mejor que se pueda las preguntas incomodas — respondió Bastián poniéndose de pie y apresurándose a ponerse la cómoda ropa que Adalet le había prestado, asegurando que su amigo Niklaus no se molestaría.
Ya en la cocina, Bastián preparaba el desayuno para Adalet y Dante, se sentía animado como en mucho tiempo no se había sentido, había comprendido que lo que sentía por la señora Williams, era mucho más que solo gustarle, mucho más que solo desear su cuerpo, pues haberle hecho el amor por primera vez, lo había ayudado a comprender que aquello era mucho más que eso, aunque, al final, eso le traería muchos problemas…al menos por ese momento, eso no le importaba.
Adalet miraba a Bastián cocinando desde la barra desayunador. Suspirando, admitía para ella misma que aquella noche había sido increíble, en verdad mágica. Sus sentimientos por Bastián eran complicados; era más que un amante, pero menos que un novio, no quería admitir que realmente comenzaba a sentir algo mucho más profundo por su insistente acosador. Suspirando, deseo secretamente que ese día, que la noche anterior, y todo lo que había experimentado, no se terminara nunca, aunque también sabía que aquello era algo inevitable.
—Mamita, buenos días — saludaba Dante aun a medio dormir, sin notar que era Bastián el que estaba cocinando.
—Buenos días mi cielo, ¿Y mi besito? — respondía Adalet riendo un poquito al darse cuenta que su pequeño no había notado a Bastián todavía.
Dante besó las mejillas de su madre con ternura, y aquella escena había conmovido verdaderamente hasta la medula al observador Bastián. Aclarando la garganta, el hombre de cabellos castaños, se emocionaba al ver a Dante mirándolo con aquellos dulces ojitos cargados de emoción, al tiempo que corría hacia él.
—¡Bastián, viniste otra vez! — gritó Dante saltando a los brazos del hombre que lo recibía con la misma calidez de un padre a su hijo.
—Por supuesto, vine a verte campeón, y ¿Para mi hay algún beso? — respondió y cuestiono Bastián emocionado por ver despertando al pequeño.
Dante no había notado que Bastián estaba en pijama, y ambos se aguantaban las ganas de reír por ello, el pequeño aun era completamente inocente, ajeno a lo que la presencia del hombre implicaba y emocionado de su sola presencia, Bastián se sentía satisfecho por ello, y nuevamente deseo estar allí durante un tiempo más…durante mucho tiempo más.
En la vieja mansión Stone, Enzo miraba a su padre arrojando todo lo que encontraba a su paso; Sara, como era de esperarse, les había mostrado a sus padres los resultados de las pruebas de fertilidad que ambos se habían hecho para determinar el mejor tratamiento para lograr concebir.
—¡Esto es indignante! — gritaba Ernest completamente encolerizado. — ¡Tu no puedes ser estéril! ¡Eres mi único hijo varón y quien se supone que continuaría mi legado! ¡Esto es una verdadera vergüenza! ¡Una humillación! ¿Qué crees que es lo que dirán en el club cuando este escándalo se riegue? —
Enzo se mostraba cabizbajo, aunque por dentro, se sentía tan humillado y enfurecido que nada le daría más placer que acabar con su padre allí mismo.
—¿Cómo crees que me siento yo por esto? También es humillante para mi y esa perra no tenía por qué habértelo dicho, pero no puedo hacer nada — dijo casi al borde del llanto que la rabia le provocaba.
Ernest, acercándose a su hijo, lo golpeo duramente en el rostro haciéndolo caer. Le era realmente inconcebible que su único hijo varón no fuese capaz de darle un nieto, un heredero. Alejándose de Enzo, le dio una mirada llena de desprecio.
—Desde generaciones pasadas, siempre nace un hijo varón siendo el primogénito de la cabeza familiar, en mi caso y para mi desgracia, fuiste tu. No me sirves así Enzo, si no eres capaz de engendrar a un varón que te suceda cuando pases a mejor vida, no tiene caso ni siquiera que existas, eres verdaderamente una desgracia para mí, tu hermana no figura ni figurará en el testamento, ella es mujer, responsabilidad de quien se case con ella, y espero no verme forzado a tener que heredarle todo al primer hijo varón que ella tenga — dijo Ernest con desprecio.
Enzo, abrió gravemente los ojos ante aquello último dicho por su padre.
—¿Qué quieres decir con eso? — cuestionó alarmado.
—¿Qué crees que es lo quiero decir? Digámoslo mucho más claro Enzo…si no lograr concebir un heredero, hijo tuyo, de tu sangre, serás sacado de mi testamento, y quien lo herede todo será el primer hijo varón que nazca de tu hermana, si es que eso sucede, de no ser así, todo quedara en algún varón apto que pertenezca a la familia, ¿Te quedó claro? — dijo el cruel hombre sin mirar a su hijo.
Enzo, levantándose del suelo aún más humillado que antes, apretó los puños.
Adalet se había quedado sin palabras, realmente no esperaba que su madre llegara tan pronto, y no le había contado nada aun sobre Bastián Myers; verlo en pijama seguramente había sido una sorpresa no tan grata.
—¡Es Bastián! Es amigo de mi mamita, ¡Me esta ayudando a armar una pista de autitos gigante para que podamos jugar! — dijo Dante muy emocionado mirando a su abuelita.
Adrienne sonrió al notar la emoción en los ojos de Dante y en los de su hija, y aun cuando el apellido Myers no le era del todo agradable y desconocido, aquel joven de bonito rostro no le transmitía ningún tipo de malestar, parecía ser una buena persona, y la felicidad en el rostro de su hija y nieto, ya le había dicho todo lo que realmente necesitaba saber.
—Es un verdadero placer conocerlo joven Myers — admitió.
Esa tarde, Adalet había sido llamada para una corta junta en la oficina; habían pasado toda la mañana jugando con Dante y su madre, y aun se sentía avergonzada por haber sido sorprendida por ella, casi como si fuera una adolescente metiendo a su novio a escondidas de sus padres, había sido de cierta manera emocionante.
Todos los empleados que estaban cubriendo horas extras, habían visto llegar a la pareja tomados de las manos, y por supuesto aquello último no había sido pasado por alto.
Una vez en su oficina, Bastián miro a Adalet con curiosidad, realmente quería saber que parentesco tenia la pelirroja con aquella mujer tan distinguida y elegante.
—Ella es mi madre, mi madre adoptiva — dijo Adalet anticipándose a la obvia pregunta.
Bastián se sintió sorprendido, Adalet era adoptada.
—Pues, permíteme decir que te le pareces bastante, si no mencionas que es tu madre adoptiva, realmente no me habría dado cuenta, son como dos gotas de agua, es casi imposible que no exista parentesco, la única diferencia, diría yo, es tu color de cabello — Admitió Bastián.
Adalet asintió. —Si, muchos nos lo han dicho, pero a veces es así de curioso, ¿no lo crees? — respondió.
Acercándose a Bastián, Adalet lo besaba de nuevo, recordando la noche anterior que habían compartido, de alguna manera, aquello se sentía bien, y no le molestaba que su madre hubiese conocido al hombre con el que había compartido su lecho.
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