La venganza de la ex esposa romance Capítulo 5

—Muy bien, entonces, nos reuniremos a las tres en el Lasalle para firmar el contrato, le aseguro señor Dupont, que no se arrepentirá de hacer negocios con nosotros —

La mañana daba comienzo y recién comenzando el día, Adalet había sellado otra firma de contrato. Una sonrisa se dibujaba en su rostro, era natural, un cliente más de la larga lista de los Stone se sumaba a la suya propia decidiendo cortar relaciones laborales con aquella despreciable familia.

Entrando a la ducha, repaso sus dedos por aquella cicatriz en el abdomen que hablaba de viejos recuerdos; recuerdos tan terribles que aun asaltaban sus sueños por las noches y la hacían despertar abruptamente. Había sido una mañana nublada como era la presente, cuando habían dado comienzo aquellos dolores que avisaban que su hijo estaba por nacer.

Las lagrimas se le derramaban sobre las mejillas camufladas por el agua que caía de la regadera, sus recuerdos, su dolor, aquello que era imposible de olvidar y mucho más de perdonar. Recordaba el rostro de esa mujer, una miserable presa igual que todas las que se encontraban en esa cárcel, enterrándole aquel cuchillo en el vientre, amenazándola con acabar con su vida y la de su hijo por razones tan absurdas que ya ni siquiera recordaba.

Recargándose en el muro del baño, pudo ver nuevamente la luz del quirófano donde la atendieron, dentro de la misma prisión de mala muerte, pues se habían negado a atenderla en un hospital decente, después de todo, ella era una reclusa, nada más que una basura que la sociedad desecho, sin derechos, sin voz, y sufriendo con una herida dando a luz al mismo tiempo. Sin embargo, todo aquello había pasado a segundo plano, en cuanto escucho por primera vez aquello que le dio la fuerza para resistir y seguir peleando, su única razón para vivir…su amado hijo, Dante.

“¿Está bien? ¿Mi bebé está bien?”

Pregunto esperando ver a su pequeño, sin embargo, solo escucho las risas de las enfermeras de aquel infernal lugar.

“Claro que esta bien, tuviste un niño, un muy precioso niño, sin embargo, será mejor que no te ilusiones, una basura como tu no merece tener a un niño tan encantador, así que seguramente cuando termines de lactarlo, vendrán por él, lo dejaran en un misero orfanato y quizás, con algo de suerte, una buena familia lo adopte, pero el jamás sabrá de ti, jamás sabrá que su madre es una asquerosa asesina, así que, no te acostumbres a él, porque te lo quitaran como se los quitan a todas, y no podrás hacer nada al respecto”

Apretando los puños, recordaba cada uno de aquellos oscuros momentos a los que fue arrojada injustamente, los Stone debían sufrir lo que ella había sufrido, los Stone debían pagar por lo que le hicieron; ella tan solo había cometido el error de haberse enamorado del peor de los hombres.

Cerrando la regadera, se miro al espejo y no vio a aquella mujer débil y vulnerable que fue un día, ahora, se había convertido en una mujer poderosa que clamaba una sed insaciable de venganza, y la tendría, se serviría de ella en un plato frio y sumergiría a los Stone en la misma miseria a la que a ella la habían sometido.

En su departamento, Bastián se ejercitaba mientras meditaba, una vez más, sobre la muy interesante señora Williams. Esa mujer era puro fuego, un fuego en el que parecía que Enzo ya se había quemado, aunque el lo negara. ¿Qué era lo que había pasado entre ellos? Realmente deseaba saberlo, pues era mucho más que solo obvio que en algo más que solo negocios habían estado involucrados.

Dejando las pesas de lado, el apuesto hombre decidió desaburrirse en las redes sociales, Enzo había subido una nueva fotografía con su flamante esposa, aquella neurótica de la que solía quejarse con él las todas las tardes. Por supuesto, la mujer era hermosa como era de esperarse, sin embargo, su belleza palidecía en comparación con la de la señora Williams.

Recorriendo sin realmente poner atención en las fotografías de Enzo, sus ojos se quedaron fijos y llenos de curiosidad con una de ella, de hacia unos seis años atrás. En ella podía verse a una más joven y siempre radiante señora Williams colgada del cuello de su colega y amigo; Enzo también parecía mucho más feliz de lo que era en la actualidad, ahora si era un hecho que ambos habían estado involucrados sentimentalmente, sin embargo, al revisar cada fotografía publicada a los largos de los años (suerte que Enzo no tenía demasiadas) no había encontrado ninguna más en la que se los viera juntos; suponía que aquella relación había sido algo pasajero y sin mayor relevancia, y, quizás, las cosas no habían terminado bien.

Después de una ducha, Bastián se dirigió hacia las oficinas de la fiera señora Williams, realmente quería saberlo todo de ella, aunque solo fuese su intención tener una aventura de una noche, quería conocerla, quería conocer su historia y lo que había detrás de aquella candente mujer de fuego, casi se estaba obsesionando.

En su oficina, Enzo Stone miraba las viejas fotografías de Adalet que aún conservaba en su vieja laptop. Se sentía ansioso, quizás, demasiado. Adalet estaba cambiada, tan diferente que le resultaba de cierta manera aterrador, y no podía bajar la guardia. Su ascenso en el mundo de los negocios, su poderío e influencias actuales, todo era demasiado sospechoso.

Golpes en la puerta, sin embargo, lo sacaban de aquellos intrigados pensamientos que más de una noche ya le habían arrebatado el sueño.

—Adelante — dijo sabiendo de quien se trataba pues lo estaba esperando.

La puerta se abrió dejando ver a un hombre de mediana edad y ojos cansados, su viejo amigo y detective privado de siempre.

—Daniel, que gusto verte, gracias por venir, vayamos al grano, esta vez, necesito que averigües todo sobre la señora Adalet Williams, mi nueva socia, ya sabes, por precaución, ha tenido un ascenso curioso y acelerado lo que me lleva a tener algunas sospechas, así que consigue todo lo que puedas sobre ello…y también, averigua si se esta viendo con alguien, quiero saber si esta en pareja con algún hombre — ordeno Enzo sin decir nada más, quería saberlo todo acerca de su ex esposa.

En la ciudad, Bastián salía de la cafetería llevando consigo un par de cafés y pastelitos; había aprendido gracias al muy comunicativo secretario y asistente de la señora Williams, las cosas que solía comer temprano en la mañana, así como su afición a los dulces. Subiendo a su auto, rio un poco al sentir aquello como algo tiernamente contradictorio; la señora Williams era toda una fiera y demasiado amargada para sonreír a menudo, sin embargo, adoraba comer cosas demasiado dulces, aquello le parecía una contradicción perfectamente adorable.

Adalet sonrió. — De acuerdo, juguemos un poco a ver quién descubre más del otro —

Ninguno de los dos se había dado cuenta, pero ambos habían sostenido una conversación profunda, quizás, la más profunda que habían experimentado en demasiados años. Ambos, se habían propuesto conocer más del otro en aquel reto casi infantil que los había involucrado.

En un viejo y elegante edificio de la ciudad, dos hombres conversaban con una copa de whisky espumoso.

—Bernard, realmente aprecio que vinieras, como sabrás, varios de mis clientes más importantes se han ido, y necesito que me ayudes a saber quién puede estar detrás de esto. Nosotros los Stone y ustedes los Myers hemos estado codo a codo desde hace décadas, y tu eres en quien más confió, después de todo, siempre me has ayudado a deshacer los problemas, como con esa zorra Jones — decía Ernest Stone con arrogancia.

Aquel hombre elegante no mostraba expresión, su arrugado y cejudo rostro estoico, se mantenía imperturbable.

—Aquel fue un favor especial, esa chica realmente era inocente, quizás, la desgraciada murió hace tiempo — dijo Bernard Myers sin expresión alguna.

—Solo era una mujerzuela que se entrometió en la vida de mi hijo, nadie la extraño ni la extrañara, ahora, hablemos de mi problema mas reciente, Adalet Jones se pudrió en donde merecía estar, tú y yo nos encargamos de ello y tu habrías hecho lo mismo por Bastián, lo sé — respondió Ernest.

—Si, es cierto, habría hecho lo mismo con una escoria miserable, todo sea por nuestros hijos y el futuro de nuestras familias — dijo Bernard alzando la copa.

—Salud por ello — brindó Ernest.

Ambos hombres, eran culpables, y el destino comenzaba a girar nuevamente.

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