La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 128

Cuando Julio estaba por reprocharla, vio que ella estaba echada en el suelo sin moverse. La empujó con impaciencia porque pensó que ella estaba fingiendo.

—Yolanda, levántate. ¿Crees que te dejo en paz? Has causado tanta pérdida a la familia Carballal y tengo que darte lecciones.

Él la empujó muchas veces, pero ella seguía inmóvil, de lo que Julio se asustó.

Justamente la madre volvió y encontró a su hija echada en el suelo y que la sala estaba llena de diferentes trozos.

—Julio, ¿qué has hecho con Yolanda? —la madre se apresuró a proteger a Yolanda y preguntó con rabia.

—¿Qué puedo hacer? Solo le he dado una bofetada y se ha caído directamente al suelo. Me creía que...

Julio se puso serio al ver que Yolanda estaba echando sangre por la nariz.

—Ahora no es el momento de decir esto. La situación de Yolanda es algo grave. Llama al hospital.

—¡Yolanda! —la madre se puso atropellada.

Yolanda ya llevaba más de un año conservándose. El médico también había dicho que su salud se había mejorado mucho y ella ya era una persona sana. ¿Por qué de repente se puso tan débil?

La ambulancia llegó muy pronto y llevaron a Yolanda.

Fuera del quirófano, la madre se preocupó mucho.

—¿De verdad? ¿Solo le has dado una bofetada? —ella miró al padre con furia.

—¿Para qué te miento? Yolanda también es mi hija. Siempre la mimo. ¿Cómo es posible que la quiera matar? —él explicó impaciente.

Efectivamente no la había golpeado muy fuerte, pero inesperadamente ella resultó así.

—Y los fragmentos en el suelo? —ella preguntó dudándolo.

—Fue Yolanda —el padre se puso enfadado por el sospecho.

Al pensar en el estado del Grupo Carballal, él se enojó más.

—A Yolanda no le da vergüenza tirando las cosas. Le he entregado Yoli para su gestión. No solo ha hecho a los internautas oponerse a Yoli, sino que también ha comprometido a otras industrias del Grupo Carballal. ¿Sabes cuánto hemos perdido en menos de un día? —Julio habló de ira— Umberto no ha hecho nada contra nosotros. Pero ya perdemos por lo que ha hecho ella. ¡Qué ironía!

La madre no se atrevió a interrumpirlo.

Lo hecho por Yolanda parecía tan demasiado que su padre se enfureció.

Como ella no decía nada, mirando la luz encendida del quirófano, el padre dejó de hablar tras quejarse.

Después de algún tiempo, un médico salió.

—¿Cómo está mi hija? —la madre se precipitó a preguntarle.

—Ya no tiene riesgo de vida —la respuesta del médico la consoló—, pero mejor le hagan un examen general a la paciente más tarde. Durante el salvamento, encontramos que ella parece demasiado débil.

—¡Cómo es posible! —la madre exclamó.

Y de repente, se acordó de que Yolanda le había dicho que no se sentía bien. Se había adelgazado bruscamente, se le caía el pelo y su piel estaba especialmente mal.

—Vale. Vamos pedirlo enseguida.

Al escuchar al médico, Julio se puso preocupado.

Aunque Yolanda había hecho cosas malas, era su hija y él no podía dejarla así sin hacer nada.

Después del examen físico, los padres se quedaron perdidos al ver el resultado.

***

Yolanda se despertó y no podía ver claramente las cosas. Le dolían la cabeza y la mejilla.

Lo último que recordó fue que su padre le dio una bofetada con rabia.

—Yolanda, descansa. Voy a tirar basura —la madre levantó la bolsa y dijo.

Yolanda asintió y cerró los ojos. Como estaba cansada, se durmió muy pronto.

Mirándola, la madre suspiró y salió.

Julio estaba en la puerta de la habitación.

—¿Se ha dormido? —él estaba muy cansado.

—Sí. No podemos hablar de su condición delante de ella. Ella no puede saberla.

—Pero tarde o temprano la sabrá —él frunció el ceño.

—No, no la sabrás. La acompañaré al hospital para exámenes físicos y no la dejaré saberla —ella se fijó en él—. Ella no la sabrá si tú ni yo se la contamos.

Mirando su cara inquieta, Julio asintió con la cabeza.

Después de que los dos se fueron, se quedó en silencio en la habitación. Como no había guardia, una persona entró y cerró la puerta.

El ruido de la puerta despertó a Yolanda, quien estaba nerviosa. Yolanda pensó que era su madre. Pero al abrir los ojos, vio una desconocida.

Yolanda exclamó y se levantó con mucho miedo.

Esta desconocida tenía buena figura y piel. Notablemente procedía de clase alta. Pero tenía una cicatriz larga atravesando la cara, la cual se veía horrible.

—¿Quién eres? ¿Para qué entras en mi habitación?

Muy pálida, Yolanda se encogió en la sábana. Se veía mal por el repentino adelgazamiento.

—Parece que señorita se ha olvidado de mí. Me has hecho esa cosa tan cruel, ¿pero ahora has olvidado mi nombre? —Mia sonrió.

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