—No, no, no quiero ir a la comisaría. No voy a ir a la comisaría —Alex trató de retroceder, mirando a su padre con miedo mientras corría desesperadamente hacia la anciana.
—Abuela, ayúdame, no quiero ir a la comisaría con mi padre...
Presenciando la escena caótica en la que su querido nieto era arrastrado por el suelo como si fuera un perro muerto por su padre, la señora Espina se apresuró a separar a los dos.
Al ver la reacción fuerte de Alex, Ramon ya pudo asegurarse completamente de que su hijo le estaba mintiendo.
Lo miró a este a los ojos y gritó en voz rabiosa:
—¡Cabrón, dime completamente ahora mismo lo que ha pasado! ¡¿Qué demonios has hecho para deber tanto dinero?! Si no me explicas todo claramente, ¡acabaré contigo con un cuchillo!
—Aunque me mataras, ¡tendrías que pagar esta deuda por mí! —Alex no pudo evitar replicar después de oír las palabras tan duras de su propio padre.
Las palabras suyas enfurecieron aún más a Ramon que levantó la mano para abofetearlo, pero la anciana se lo impidió a tiempo.
Después de apartar a su hijo, la anciana miró a Alex con cara seria y le dijo:
—Cuéntanos a mí y a tu padre la verdad para que sepamos cómo ayudarte. Si no nos dices la verdad, no hay nada que podamos hacer para ayudarte, ¿sí o no?
Alex se bajó la cabeza y pensó un momento antes de hablar con cuidado:
—Vale, te lo confesaré todo, abuelita. La verdad es que fui al casino a jugar otra vez y perdí todo el dinero que me habías dado, así que pedí un préstamo a los usureros...
Tras una breve pausa, continuó para defenderse a sí mismo:
—He tenido mucha suerte estos últimos días, pero los del casino me han tendido una trampa. De lo contrario...
Antes de que pudiera terminar sus palabras, la señora Espina le dio una bofetada pesada en la cara.
—¿Abuelita? —Alex se cubrió la cara y la miró incrédulo a la anciana.
La anciana miró con enojo a su nieto y le regañó:
—No me llames por abuela, ¡no tengo un nieto tan perdedor como tú! Si hubieras perdido dinero en los negocios, no me habría importado tanto porque habría sido una forma de ganar experiencia en el emprendimiento, ¡pero tú malgaste todo el dinero que yo había ahorrado durante tantos años en el juego de apuesta! ¡¿Cómo puedes ser tan inútil?!
Hoy, fue la primera vez que Alex, que había sido mimado desde niño, recibió una bofetada de su abuela, y se sintió muy agraviado, pero era por eso se dio cuenta de que él mismo realmente se había metido en un grave lío, a diferencia de los problemas pequeños de antes. Con la condición actual de su familia, la deuda de quinientos mil euros no era una cantidad pequeña.
Toda la fortuna que ellos habían robado de Juan estaba casi agotada, y a la familia Espina solo les quedaba muy poco dinero disponible, así que de ninguna manera podrían permitirse saldar una deuda tan enorme.
Alex miró a la enfadada anciana y luego a su padre, que tenía una mirada sombría, y susurró:
—Sí que no somos capaces de devolver el dinero, empero, ¿no tenemos todavía Albina como respaldo? ¿Ella no se ha reconciliado con nuestra familia? Somos sus únicos parientes en el mundo y ella no se va a quedar con los brazos cruzados, ¿verdad?
Al oír esto, la anciana se quedó pasmada por un momento y empezó a considerar la propuesta de su nieto.
Luego, giró la cabeza para mirar a su hijo y dijo:
—Ramon, ¿por qué no le pedimos a Albina que nos ayude? Este medio millón es una gran suma de dinero para nosotros, pero para ella y Umberto es solo algo de dinero de bolsillo.
Sí que Umberto había prometido dar 10 millones como regalo de matrimonio a Albina. Mientras esta aceptara casarse con él, tendría 10 millones, y entonces quinientos mil euros no sería, efectivamente, nada para ella.
Ramon frunció el ceño mientras miraba a los dos, sin emitir ningún sonido durante mucho tiempo.
Él estaba vacilando en el interior.
«Acabábamos de aliviar la relación tensa con Albina. Si yo le pidiera descaradamente a ella que pagara la deuda de juego de apuesta de Alex en este momento, me temo que definitivamente le daría una mala impresión. Así, la relación que se ha suavizado posiblemente podría volver a ser tensa, y me sería imposible obtener más beneficios de ella en el futuro.»
La señora Espina y Alex miraron con expectación a Ramon, esperando que tomara la decisión final.
Alex incluso le suplicó con una cara llorosa:
—Papá, no tenemos mucho tiempo. Solo me han dado un plazo de una semana, si no podemos pagar el préstamo, ¡me temo que me perderás para siempre!
—¡¿Y qué?! —Ramon gritó con rabia, tomó el bastón de la anciana al lado de la puerta y le dio una paliza dura a Alex, persiguiéndolo por toda la habitación.
—¡¿No te advertí que no tocaras el juego de apuesta?! ¡¿Por qué nunca me escuchaste?! Antes ya perdiste toda la fortuna de Juan, ¡y ahora me has vuelto a cargar una enorme deuda! Si no fueras mi propio hijo, ¡me importaría una mierda si murieras o no!
Alex frunció los labios, sin atreverse a hablar más, y se apresuró a mirar hacia su abuela en busca de ayuda.
La anciana también estaba muy preocupada, pues sabía que si Alex no pudiera pagar el dinero a tiempo a los usureros, terminaría acabado, así que se apresuró a aconsejar a su hijo:
—Hijo, ahora no es el momento de discutir. Vamos a buscar a Albina ahora mismo. Mientras este lío se pueda arreglar, podrás castigarlo como quieras.
Ramon, sin tener más remedio, dio un largo suspiro pesado y dijo:
—Vamos. Ya es casi de noche, la esperaremos bajo de su apartamento.
—Espérame un momento. Voy a cambiarme de ropa —dijo la anciana.
Ramon la miró con impotencia y dijo:
—Mamá, no lo hagas. A estas alturas, cuanto más patéticos y miserable parecemos, mejor.
Solo entonces la anciana se dio cuenta de que cuanto más lamentable era su aspecto al suplicar, más simpatías podrían ganar de esta.
Pensando en esto, volvió deliberadamente a su habitación y sacó su vieja y andrajosa ropa y se la puso. Luego, sacó y también sacó dos camisetas rotas que habían sido tiradas por su hijo y su nieto, pero habían sido recogidos por ella en secreto después.
El padre y el hijo miraron las dos camisetas sucias y arrugadas y se la pusieron respectivamente mientras contenían las náuseas.
Los tres, vestidos de forma miserable, partieron para la casa de y cuando llegaron al edificio donde estaba el apartamento de Albina, era ya tarde y había mucha gente estando dando paseo.
Los ancianos y los niños que iban y venían los miraban a los tres con cautela, como si fueran mendigos, y mantenían una distancia larga de ellos.
Aunque estaban avergonzados, los tres se quedaba de pie allí esperando en silencio. Después de unos minutos, vieron una figura familiar que se les acercaba lentamente.
Los ojos se le iluminaron a Ramon, quien dijo en voz baja:
—¡Albina ha vuelto!
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega
que pasa con el final de esta novela solo llega hasta 577 ?...