La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 363

Macos escuchaba a Albina hablar de lo que pasó en el extranjero. Charlaban y reían. Pronto llegaron a su destino.

Bajaron del avión a las sietes y llegaron a las ocho.

Albina miró el lujoso club, frunció los ceños y cambió de expresión.

—¿Umberto está aquí?

Macos paró el coche y notó su expresión, así que se apresuró a explicar.

—No lo malinterpretes, este es un club serio. Umberto nunca te traicionaría.

La expresión de Albina se suavizó y Macos se relajó. Casi causaba un malentendido.

—¿Por qué viene aquí?

Macos la llevó a entrar.

—Es la fiesta de cumpleaños de un conocido. Umberto tiene negocios con él, por eso lo invitó. Además, llevas mucho tiempo sin aparecer ante el público. Dicen que Sergio Santángel quería celebrar la fiesta de compromiso para vosotros. Puedes aprovechar esta oportunidad para que te conozcan.

Macos consideraba mucho a Albina. Sabía que mucha gente la humillaría por su fama y belleza, así que quería que Albina usara métodos para evitarlo.

Sabía que si Umberto sabía que Albina había regresado, también usaría esta oportunidad para eso.

Albina lo entendía pero no dijo nada. Seguía a Macos y lo escuchaba mientras le presentaba la situación y los participantes de la fiesta.

Cuando Macos dijo que Umberto y Camilo llegaron pero Santiago no, preguntó:

—¿Por qué? Siempre están juntos.

A Santiago le gustaba mucho las fiesta así, pero estaba ausente.

Macos no quería a Santiago, porque era novio de Ariana. Pero explicó:

—Está ocupado, así que no vino.

Albina asintió con la cabeza y fue hacia el cuatro con Macos.

En ese momento, en el cuatro de Umberto sucedió algo.

Camilo y Umberto solo querían quedarse un rato pero alguien llevó unas mujeres para complacerles.

Aunque era un club serio, todavía existía el negocio ilegal.

Los participantes eran de familias ricas, por eso sabían mucho sobre eso.

Los que querían complacer a Umberto no conocían a Albina ni sabían de su existencia.

La expresión de Umberto cambió al ver a las mujeres.

Camilo quería que las echaran, pero de repente una mujer se arrojó hacia Umberto y se arrodilló.

Llevaba ropa fina y sus hombros y brazos estaban desnudos. Tenía una buena figura y se veía lamentable al estar arrodillada.

—Señor Santángel, ayúdeme. Soy una estudiante y me trajeron aquí por una deuda. No quiero hacer cosas así.

Lloraba con voz ronca y sus hombros temblaban sin control. Los hombres presenten tenían ganas de querer ayudarla.

Pero se arrodilló ante Umberto, y no se atrevían a hacer algo antes de que él lo hiciera.

Con expresión y mirada fría, Umberto se sentó en el sofá llevando un traje a medida. Tenía buena figura, rostro fino, y era la persona más hermosa en este cuarto.

La mujer seguía rogándole, pero no cambió su expresión. Se veía indiferente.

La situación era embarazosa. Camilo apretó los dientes y le dio una mirada a un camarero.

Este se apresuró a sacar a la chica y pedir perdón.

—Señor Santángel, perdón, la llevaré afuera inmediatamente.

La mujer tembló al ver al camarero acercarse. Fue hacia Umberto trepando y lo miró con ojos llenos de lágrimas.

Al ver su rostro, Camilo se sorprendió.

La mujer se parecía a Albina, especialmente los ojos. Si solo veía sus ojos, Camilo lo tomaría como Albina.

Umberto también estaba sorprendido.

Los ojos de la mujer estaban llenos de desesperación y veía Umberto como si fuera su única luz.

Umberto recordó el primer encuentro entre Albina y él.

Ella abrazó a su madre pidiendo ayuda a la gente que pasaba por ellas con ojos de indiferencia y desesperanza.

Por sus ojos, Umberto quería ayudarla, protegerla y cuidarla.

Cuando lo pensó, Camilo lo miró disimuladamente y se sentía confundido.

«¿Por qué Umberto no habla? ¿Acaso quiere ayudarla por su aspecto?»

Era imposible. Umberto quería tanto a Albina que no le era posible ayudar a una mujer que se parecía a ella.

Al ver a Umberto en silencio, la mujer apretó los labios y la luz en sus ojos desapareció.

El camarero vio la expresión de Umberto y tomó una decisión. Iba a expulsarla hasta que Umberto preguntó:

—¿Cómo te llamas?

La luz apareció otra vez en los ojos de la mujer y le respondió con toda prisa.

—Me llamo Sandra Guillén, soy estudiante de trecer año. Alguien me engañó. Por favor, ayúdeme. Si me ayudas, te pagaré sin falta.

Al oír eso, Umberto rio y Camilo se sintió nervioso.

—¿Por qué me lo pides a mí cuando hay tanta gente en este cuarto?

Al escuchar estas palabras, todos se tranquilizaron.

Y Camilo se sorprendió.

Todos solo prestaron atención a su súplica y no notaron otros detalles.

Este cuarto estaba lleno de hombres, y Umberto y Camilo estaban en el rincón. Además, ellos querían irse pronto.

Y la luz no era brillante, así que cómo era posible que eligiera a Umberto con solo una vista.

Si decían que esa mujer no tenía otras intenciones, Camilo no les creería aunque lo mataran a golpes.

Al oír eso, la mujer también se puso nerviosa. Su cara se tornó pálida y apretó sus secos labios.

—Porque... porque parece que usted es el dueño. Así que se lo pedí.

—Tienes buena visión —Umberto rio y señaló al protagonista de la fiesta—. Pídeselo. Él es el dueño real, no yo.

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