La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 364

Con tantas miradas sobre ella, Sandra empezó a sudar y su cara se puso más blanca. Apretó los labios estrechamente y casi lloraba.

—Señor Santángel, créame, solo quiero salir de aquí. Si me ayudas, haré lo que quieras.

Ella le seguía pidiendo a Umberto mientras lloraba y miraba a otros hombres para que la ayudaran.

Lo que hizo molestó a Umberto.

Odiaba que usara los ojos que se parecían a los de Albina para hacer cosas así.

Albina tenía ojos preciosos, pero nunca veía a los demás con esa mirada.

Eso era una humillación para Albina.

Cuando pensó eso, quería hacer que el camarero la expulsara. Pero de repente, la puerta se abrió de un golpe.

Como el cuarto era silencioso, el sonido fue muy evidente.

Al abrirse la puerta, Macos entró con una mujer. Era Albina.

—Qué gran espectáculo.

Con expresión fría, Albina se fijó en la mujer arrodillada.

—¡Albina!

Umberto se levantó de un tirón. Desapareció el odio en su cara y estaba sorprendido y excitado.

Luego, fue hacia ella y la abrazó.

Umbertó abrazó su cabeza y cintura antes de que Albina reaccionara.

Ell puso su oreja en su pecho para poder escuchar con claridad sus latidos.

—¿Por qué regresaste sin decirme?

Umberto suspiró. La extrañaba mucho.

Albina lo abrazó.

—Quería darte una sorpresa. Pero no se me ocurrió que me darías una primero.

Albina y Macos habían visto todo lo que pasó.

Ella conocía mucho a las mujeres, por eso sabía qué quería la mujer.

Aunque parecía que solo era un estudiante que se veía obligada a hacer cosas así, era evidente que lo que hizo y lo que dijo eran para lograr la atención de Umberto.

Albina sabía claramente que el propósito de Sandra.

No entró inmediatamente solo para ver las reacciones de Umberto y no decepcionarse.

Albina quitó sus brazos y miró alrededor.

Los presentes se fijaban sorprendidos en ella.

La mayoría de ellos no la había visto ni sabía de su existencia, pero al entrar, notaron la excitación de Umberto.

Entendían que era una persona importante para Umberto y no podían tratarla mal.

Sandra se sentó en el suelo. Estaba tan asustada que no podía decir algo. Se fijó en Albina con la boca un poco abierta y las lágrimas en sus mejillas.

La mirada de Albina le asombró.

Al ver acercarse a Albina, Sandra bajó la cabeza. No se atrevía a verla y se sentía muy nerviosa.

Albina rio fríamente. Se puso en cuclillas y levantó la cabeza de Sandra para obligarla a verla.

Observó su cara y se fijó en sus ojos. Aunque Albina tenía una risa atractiva, causaba temor.

—Qué casualidad, tenemos ojos similares.

Albina dijo en voz baja. Tenía una duda, así que le preguntó:

—¿Quién te envió? ¿Y para qué?

Sandra no dejaba de temblar y sus labios estaban pálidos.

—No entiendo. Nadie me envía. Si pudiera salir, habría salido.

Bajó la cabeza como si fuera un lamentable conejo.

—Solo soy una débil mujer. No puedo amenazaros. ¿Por qué sospecha de mí?

Al escuchar eso, Albina soltó la mano y rio.

—No podemos conocer a uno solo por su aspecto. No te conocemos, así que, ¿quién sabe qué quieres? Además, tus ojos son un gran problema.

Alguien sabía la relación entre ellos y mandó a una mujer así para acercarse a Umberto. Todo eso era raro.

Quería afectar la relación entre Albina y Umberto.

Cuando hablaban las dos mujeres, Umberto miró a Camilo. Camilo le entendió y salió del cuarto discretamente.

—¿Mis ojos? Nací con ojos así. No puedes reprocharme solo porque nuestros ojos son similares, yo no decidí tener estos ojos. ¿No crees que no debes criticarme por eso?

Sandra no se atrevía a ver a Umberto mientras hablaba, porque sabía que eso no serviría para nada, asñi que miró a los demás para intentar conseguir su simpatía.

Pero nadie la ayudó. Ellos solo querían conocer a Albina.

Era la primera vez que veían a Umberto tratar a una mujer así. Sabían que Albina sería la dueña de la Familia Santángel.

Al pensar en eso, ellos ignoraron a Sandra y empezaron a saludar a Albina.

Umberto aprovechó esta oportunidad para presentar a Albina a los demás.

El cuarto estaba bullicioso. Todos quería presentarse ante Albina.

Albina se comportaba elegantemente. Saludaba a todos y presentaba su condicion.

Nadie cuidaba a Sandra y ella se sentía avergonzada. No sabía qué debía hacer. Estaba enfadada y confundida.

Cuando Albina terminó, bajó la cabeza, miró a Sandra y dijo sorprendida:

—¿Por qué todavía estás aquí?

En ese momento, todos comenzaron a prestar atención a ella.

Sandra apretó los labios y aguantó la ira.

—No tengo otro remedio. Si no me ayudáis, tengo que tener relaciones con un desconocido.

Ella sabía que todos estimaban a Umberto y a Umberto le importaba Albina.

De modo que Sandra le pidió a Albina:

—Ayúdame. Ambas somos mujeres, así que por favor ayúdame. Haré lo que quieras.

Albina acarició sus propios dedos y la miró lentamente.

—¿Por qué no quieres hacer lo que ellos quieren? ¿Qué diferencia hay?

Albina no tenía intenciones de ayudarla y le echó una mirada al camarero.

El camarero se asustó y solo podía sacar a la mujer del cuarto.

Sandra estaba muy alterada, y se fijó en Albina con enfado y tristeza.

—¿Por qué eres tan indiferente? ¿Por qué no me ayudas? Puedes ayudarme.

La mirada de Albina era fría. No había cambiado de expresión.

Albina sabía que si quería, podía ayudar a Sandra. Pero no lo hizo. Ella no era una persona bondadosa. Además, si la ayudaba y le daba problemas, ¿quién la ayudaría?

La voz de Sandra desapareció como si alguien hubiera cubierto su boca. Podían oír sus sollozos pero pronto se tranquilizó.

El cuarto se sumió en silencio. Todos miraron a Umberto y Albina, y al ver que la expresión de los dos era fría, se asustaron.

El carácter de Albina era similiar al de Umberto. Ambos eran guapos y atractivos, pero indiferentes. Solo se atrevían a verlos a la distancia.

Luego de un rato, alguien rompió el silencio del cuarto y empezó a charlar. Pronto se volvió bullicioso y todos rieron y bebieron. Ya habían olvidado a Sandra.

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