La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 366

Raras veces Ariana mostraba debilidad. Solo hubo una vez, cuando ella lloró frente a Macos y Albina.

Por el viaje agotador, Ariana quería que Albina disfrutara de su fiesta, se quedara con Umberto y descansara bien en vez de preocuparse por sus asuntos.

Albina aguantó el impulso de entrar y de reprochar a Santiago.

Llevaba mucho tiempo sin regresar, así que Umberto la buscó por el pasillo, y la encontró apoyando contra la pared de un cuarto con ojos entumecidos.

—Albina.

Umberto se le acercó y le tomó de la mano.

—¿Qué pasó?

Albina miró hacia Umberto con los dedos en su mano.

—¡Santiago es un bastardo! —gritó con furia.

Umberto se sorprendió.

—¿Qué pasa? ¿Ha hecho algo malo?

Albina lo llevó a la puerta del cuarto y lo dejó ver adentro.

El cuarto estaba ruidoso. Natalia perdió el juego y tenía que beber. Ya bebió mucho y sus mejillas se pusieron rojas. Cogió la copa y miró a Santiago con suplicando ayuda.

Santiago vaciló un momento, pero la ayudó.

Todos aplaudieron. Natalia se acercó a Santiago para recuperar la copa.

Santiago no se lo impidió.

Albina se enfureció y apretó las manos de Umberto para aguantar el impulso de entrar.

Luego, llevó a Umberto de regreso con grandes pisadas. Se veía su enfado con cada paso que daba.

Cuando llegó a un sitio tranquillo, se detuvo y miró a Umberto.

—¿Lo has visto? ¡Qué bastardo! Es novio de Ariana, pero sale con otra mujer.

Umberto frunció el ceño confundido, también no entendía su comportamiento.

Umberto y Camilo le habían advertido que tenía que alejarse de Natalia y él ya había reconocido su culpa, pero ¿por qué lo cometió otra vez?

—Tal vez es un malentendido.

Umberto no prestaba mucha atención a Santiago estos días, por eso no sabía qué pasó.

Al oírlo, Albina se enfadó.

—¿Qué malentendido? Yo vi claramente cómo ayudó a la mujer y se abrazaron. ¡¿Qué malentendido puede haber ahí?! ¿Qué dijo cuando rechazó la invitación de esta fiesta?

—Dijo que los médicos del hospital con el que colabora los visitaría, por eso no tenía tiempo.

Albina rio.

—Solo quiere aprovechar esta oportunidad para estar con su primer amor.

Umberto le acarició el cabello para calmarla.

—Si quieres saber la razón, lo llamaré y se lo preguntamos.

Umberto se dirigió al cuarto de Santiago, pero Albima lo detuvo.

—No hace falta. Ariana no quiere que nos metemos en esto. Si no puede resolverlo sola, la ayudaremos.

Por lo que pasó, Albina no quiso seguir la fiesta.

Al ver su expresión, Umberto abrazó sus hombros.

—¿Estás cansada?

Albina asintió con la cabeza.

—Llevo tres meses sin dormir bien. Y no he descansado en avión.

—Nos despedimos de Macos y Camilo y regresamos a casa.

Umberto envió un mensaje a Camilo y llevó a Albina a su coche.

Albina agarró su brazo y se mantuvo despierta.

—Vamos a la casa de Ariana. No quiere que intervenga en esto, pero temo que se arme un escándalo entre ellos. Solo necesitamos quedarnos en el coche para observarla.

Umberto arregló su cabello, miró su cara cansada y dijo con voz suave:

—No te preocupes, enviaré personas para que la vigilen. Si pasa algo, lo impedirán. Lo único que debes hacer ahora es descansar. No pienses tanto. Además, Santiago nunca golpearía a Ariana.

Ariana era indiferente y Santiago la apreciaba, por eso no discutirían fuera lo que fuera.

Aunque Santiago perdiera el juicio, Ariana no lo haría. Lo que temía Albina nunca pasaría.

Albina subió al auto por el consuelo de Umberto y durmió en el camino.

Cuando llegaron a casa, Umberto la miró y descubrió que ya durmió profundamente apoyándose contra la ventana.

No se despertó ni una vez por el movimiento del auto. Parecía que estaba muy agotada.

Viendo su aspecto pobre, Umberto la sacó del coche abrazándola cuidosamente.

Al sentir que era más delgada que antes, frunció el ceño.

Le costó mucho alimentarla bien antes de que fuera a París, pero la huella de su esfuerzo desapareció. Albina estaba muy flaca y Umberto sabía que ella no comía a tiempo.

Él pensó en varias recetas para alimentarla. Tenía que ayudarla a recuperarse.

La llevó a casa, le quitó la ropa y limpió su cara con cuidado para no despertarla.

Después del baño, Umberto se acostó al lado de Albina y la abrazó.

Albina sintió un olor familiar y se frotó inconscientemente contra su pecho. Se dio una vuelta, cambió a una postura cómoda y se apoyó en sus brazos.

Umberto sintió su cuerpo blando, acercó la cabeza a su cuello, olió el aroma que tanto amaba y por fin se serenó.

Luego de un rato, levantó la cabeza y observó amorosamente a Albina.

Notó que su cara adelgazó, volviéndose más fina. Sus ojos cerrados, sus pestañas largas, su suave respiración, a Umberto le encantaba todo.

Albina durmió como bebé.

Umberto se le acercó y la besó en los ojos, la nariz y los labios.

Con cada beso, el corazón de Umberto latía cada vez más. Si Albina no estuviera tan cansada, esta noche no la dejaría dormir.

Umberto aguantó todos sus impulsos y la abrazó estrechamente.

Después de unos momentos, a Umberto le dio sueño. También no durmió bien en estos meses, por lo que pronto se cayó de sueño.

La fiesta terminó.

Santiago había bebido mucho, por eso no estaba despierto y uno de sus compañeros lo sostenía.

—Santiago está borracho y yo también. No podemos conducir. ¿Alguien puede llevarlo a casa? —dijo el compañero que lo sostenía con angustia.

Todos los hombres habían bebido y ninguno de ellos podía hacerlo. Al escuchar eso, Natalia dijo con voz suave:

—Yo me encargo. No he bebido mucho y Santiago me ha ayudado, así que lo llevaré a casa. Sé la dirección de su casa.

El compañero vaciló.

—Temo que cause un malentendido. Santiago ya tiene novia.

—No te preocupes, la conozco. Incluso tengo su número de teléfono y la he conectado muchas veces.

Al ver los registros de llamada, el compañero le tomó la palabra y dejó a Santiago en el coche de Natalia.

—Mandaré a alguien a conducir su coche al hospital mañana. Nos vamos.

—Adiós.

Natalia se despidió de él y entró en el auto. Miró al hombre borracho y rio. Nadie sabía qué estaba pensando Natalia.

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