Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 20

Pongo sobre la encimera de la cocina los libros que Dorotea me ha prestado. Todos los platos son demasiado elaborados para mis pobres conocimientos culinarios.

Después de darle vueltas y más vueltas, los cierro, los aparto a un lado y me decido por el que más me gusta a mí. Prefiero cocinar algo que sé, a intentar hacer algo difícil y que sepa mal.

-¿No te gusta ninguno?-pregunta quitándose las gafas.

-Son demasiado difíciles...había pensando en algo más fácil.

Coloco una olla sobre el fuego con agua para calentar mientras rebusco en la nevera un chorizo para picarlo. Los macarrones con tomate siempre me quedan muy ricos. Espero que a Ian le gusten.

Pensar en él comiendo comida normal, como el resto de seres humanos, me hace gracia. Con su traje sentado en la mesa, pinchando un macarrón con tomate. Estoy deseando verlo.

-¿Pico la cebolla?- pregunta Dorotea haciendo de pinche.

-Si, por favor.

Nunca tuve la oportunidad de cocinar con mi madre, supongo que lo que nosotras estamos haciendo se le parece mucho y es en estas pequeñas cosas cuando más los echo de menos. Llamar a mi madre para preguntar por una receta, tener una conversación de esas que te sacan los colores, sobre chicos con mi padre. Situaciones normales en una casa que yo nunca tuve.

-¿Crees que le gustará a Ian?

Cuando he comenzado a cocinar estaba totalmente segura del plato, ahora no me parece tan buena idea. Si es una sorpresa para él, tendría que haber cocinado algo que fuera de su estilo.

-Creo que hagas lo que hagas le va a gustar.- dice con una pequeña sonrisa.

- ¿Por qué?

-¿Todavía no te has dado cuenta? Se supone que no debería hablar... pero...- empieza a susurrar mirando hacia la puerta- es muy distinto cuando esta contigo.

-¿A qué te refieres?- susurro imitándola.

-Vuelve a parecerse al Ian que era antes.

Podría preguntar que le ocurrió para que cambiara tanto, pero se que no me lo dirá.  Mientras menos quieren contarme, más estrambóticas son las historias que me invento en la cabeza. Espero que pronto confíe en mi y se abra, se sincere y me lo cuente todo.

Le doy los últimos retoques a la mesa un par de minutos antes de las dos. No quiero comenzar una comida incumpliendo las normas, aunque sea la más estúpida que he escuchado en mi vida.

Como un reloj aparece por la puerta. Se quita la chaqueta con cuidado y se la tiende a Dorotea. Hasta un sábado va arreglado hasta las cejas.

- No mires.- pido con un risa nerviosa - a lo mejor no te gusta -le tapo los ojos con las manos mientras le guío hacia la mesa.

- No veo.

-De eso se trata- río mientras cojeo y lucho porque no haga trampas.

Se sienta en la silla. Coloca las manos sobre la mesa y espera a que de el visto bueno.

-¿Listo?

Asiente con la cabeza. Le destapo los ojos. Mira el plato de macarrones que tiene en frente. Yo le observo a él, analizando el más mínimo movimiento que delate que no le gusta.

-¿Nosotras? ¿Cómo lo has pasado tú, pillina?-Ahora es Ana la que consigue avergonzarme.

Sin duda, la salida de Ian y mía del campo ha dado que hablar a todos los compañeros, pero pensaba que ninguno se atrevería a preguntar con eso de que es el jefe y demás. Yo no doy tanto miedo.

-Normal. El pie ya casi no me duele - me hago la tonta probando a ver si cuela y dejan el otro tema aparcado.

-Tendrías que haber visto como estaba la noche que no apareciste - suelta Carmen moviendo la mano rápidamente -no se como consiguió que empezaran a buscaros por la noche, por eso os encontraron tan temprano.

-¿Nos buscaron durante toda la noche?-no tenía ni idea. Pensaba que por las noches se suspendían las búsquedas por todo el tema de la visibilidad y tampoco puedo imaginarme a Ian como me lo describe Carmen.

-Toda la noche. Ian estaba en el sofá, pegado a la ventana sin quitar la vista del caminito que entra en el bosque. Lo tienes loquito, Emma.

Una pequeña sonrisa se me escapa al escuchar esa declaración. Lo pasó mal por mi, estaba preocupado. Eso solo puede significar que le importo por más frío y duro que intente ser, la realidad es que siente algo por mí.

Leti no dice nada, sigue comiendo sin levantar la vista de su plato. Se que hace tiempo se acostó con él y está celosa. Lo mejor sería dejar este tipo de temas para cuando ella no esté delante. Es una compañera y lo último que quiero es que sufra por mi culpa.

-Yo no digo que no estuviera preocupado... pero en el bosque no pensó tanto en ti -suelta Leti con una sonrisa prepotente pintada en la cara. Levanta los ojos de las lentejas hasta clavarlos en los míos, eleva un ceja y chasquea lo dientes.

- ¿Qué quieres decir? - lo pregunto con la esperanza de que cuenta alguna tontería, pero en el fondo se lo que es antes incluso de que lo suelte.

Se levanta, recoge la bandeja y varias migas que caen por la mesa, acerca la silla mientras las tres la miramos. Lo está haciendo despacio a conciencia, quiere ponerme nerviosa porque sabe que lo que va a decirme me va a doler y está disfrutando.

- Me lo tiré.

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