Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 21

Escucho lo que en el fondo ya sé. Cuando nos repartieron por parejas me daba miedo que algo así pudiera pasar, más que miedo eran unos celos horribles, pero su "declaración" fue después de que nos encontraran los chicos de salvamento. Aunque me ha molestado, no puedo ir a su despacho y pedirle explicaciones.

-¿Crees que me importa lo que haya hecho? - escupo.

-Debería importarte que se tire a otras mientras tu andas suspirando por él - puedo ver sus perfectos dientes. Con mucho gusto borraría de su cara esa sonrisa.

-¿Suspirando? - río con una sonora carcajada por su error - a ti te usa en medio de un bosque mientras yo duermo con él cada noche - su cara se vuelve de un rojo intenso - ¿no lo sabías? ahora vivimos juntos.

Sin darnos cuenta la conversación se ha ido calentando hasta que hemos terminado las dos de pie y el resto de mesas mirándonos. Es cuestión de horas que Ian se entere ¿se enfadará porque el resto de mujeres sepan que vive conmigo?

Leti tira la bandeja de malas maneras sobre la mesa, el plato y los cubiertos se vuelcan. Ella me mira fijamente con una rabia que no entiendo, no es mi culpa que Ian no sienta nada por ella, y se va.

Quería llevarlo en secreto porque todo el mundo anda como loco con cada paso que da Ian. Cada vez que demuestra que no es una especie de robot y que tiene sentimientos se vuelve la comidilla durante toda la semana.

-¿En serio te pidió que te fueras a vivir con él? - Carmen está atónita.

-Sí.

Contesto secamente, dejo la cuchara sobre el plato y me voy del comedor. No soporto que todo el mundo me mire y murmure. Me encierro en el baño, necesito un poco de tranquilidad para poder pensar y aclarar las ideas. No puedo exigirle nada pero estoy enfadada, eso no puedo evitarlo. Mientras yo casi me parto el cuello y paso el miedo de mi vida toda la noche perdida en medio de un bosque, Ian se acostaba con esa guarra.

Respiro profundo unas cuantas veces antes de salir para volver al despacho y enfrentarme a Ian con la cara más neutral que sepa capaz de ponerme, aunque dudo seriamente poder contenerme toda la tarde.

A través de la cristalera de su despacho observo como se levanta de su elegante silla, busca la chaqueta y se la coloca para salir.

-Cambia la reunión de las seis. Tengo que salir.

Lo que en otro momento habría lamentado, ahora mismo lo agradezco. No lo voy a ver en toda la tarde, no voy a tener que fingir que no ocurre nada porque aunque estoy intentando engañarme, si que ocurre.

-Muy bien.

Miro el reloj del fondo de la pared, las ocho en punto y no ha llegado todavía ¿estará con alguna mujer? seguro que si porque todas sus reuniones las programo yo, y no tengo nada apuntado en mí agenda de seis a ocho.

Con el ánimo por los suelos salgo a la calle, no hace falta que busque el coche, Max me espera al lado de la puerta.

-¿Qué tal el día? - pregunta intentando iniciar una conversación.

-Como siempre.

-¿Te ocurre algo?

- Solo estoy cansada.- digo con una sonrisa para que no insista.

Todo el trayecto de vuelta a casa lo hago en silencio, pensando. Y aunque estoy cansada, no quiero tumbarme en su cama. Es territorio prohibido. ¿Y si estoy persiguiendo una quimera? ¿Y si no cambia? ¿Realmente quiero esto para mi vida? Un hombre incapaz de comprometerse, incapaz de coger el toro por los cuernos y afrontar sus miedos y debilidades.

Me siento en el sofá para ver un rato la tele.

-Emma, te has dormido.- la voz de Ian me despierta.

Miro el reloj de mi muñeca. Son las doce y media. Enfoco la vista en su ropa, trajeado y peinado como esta mañana, eso solo puede significar que acaba de llegar.

-¿Qué insinúas?- pregunta dando un paso hacia mí. Arrugando las cejas.

-No insinúo nada, además, no tengo porque contestar a eso ¿No crees?

Paso por su lado, esquivándolo y me encierro en la habitación que me asigno Dorotea la primera vez que vine a vivir aquí. Me dejo caer en la cama y grito contra la almohada.

¿Cómo he podido ser tan tonta? Torres va a tener un problemón por mi culpa, pero ahora no puedo bajar y decirle que le he mentido. Va a pensar que soy una cría.

Me doy la vuelta y clavo la mirada en el techo. El tema está claro y es fácil. Ian no quiere comprometerse ni tener nada serio con nadie, no quiere tener conversaciones demasiado profundas. Pues bien, tengo que dejar el corazón de lado, con él, no hay otra forma. Ensimismada en mis pensamientos pasan las horas sin que pueda dormir.

Tocan a la puerta. Solo puede ser él. Me giro sobre mi misma para ignorarlo, no quiero seguir discutiendo ni quiero chocar contra esa pared tan dura que tiene por corazón. Escucho girar el pomo y sin dudarlo cierro los ojos para hacerme la dormida aunque el corazón quiera salirse del pecho y ponerse a gritar.

-¿Emma? - procuro respirar de forma tranquila y acompasada.

Sus pasos suenan cada vez más cerca de la cama. Mantengo la pantomima aunque cada vez estoy más nerviosa. Si cree que estoy dormida ¿por qué no se va? Siento su respiración, profunda y sosegada cerca de mi rostro. Su mano acaricia mi mejilla.

Este es el Ian que quiero a mi lado cada día, el que invoca a las mariposas de mi estómago, el hombre tierno que es capaz de decirlo todo con una caricia.

- Lo siento, pequeña.

Sigo haciéndome la dormida aunque lo que me apetece es saltar sobre sus brazos. Estoy totalmente segura de que se ha abierto de esta manera porque cree que duermo. La cama desciende un poco por el peso de él. Se tumba a mi lado y pasa el brazo por mi cintura, pegando su frente a mi.

Esta ha sido la mejor declaración que podría haberme hecho. Me prometo no volver a dudar de lo que siente porque es real, aunque no sepa demostrarlo.

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