Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 80

Bajo la ventanilla del coche. Sentir el aire frío en la cara me gusta. Respiro profundo y cierro los ojos.

No me fijo en el camino que sigue Max hasta que para el coche delante de mi casa. Él no tomaría esa decisión por iniciativa propia, alguien le ha tenido que decir nuestro destino, y ese alguien solo puede ser Ian.

- ¿Por qué estamos aquí?

- Es mejor que durante unos días evites el garaje - explica.

Aunque lo primero que quiero hacer es decirle que no piense tonterías, en el fondo creo que es lo mejor. Solo con pensar entrar ahí y ver los coches con las pintadas... me pone nerviosa.

- ¿Cómo va a ser capaz usted de estar en un pisito de sesenta metros? - Bromeo - Tengo una ducha y vas a tener que fregar los platos, porque lavavajillas tampoco tengo - levanto una ceja y le regalo una media sonrisa. A ver que me dices a esto.

- Vas de listilla ¿Eh? Hombre previsor vale por dos.

No entiendo lo que quiere decir hasta que llegamos al piso. Dorotea está dentro. Tiene una escoba entre las manos y barre de una forma tan frenética que cualquiera diría que la persigue el diablo.

- ¿Qué haces aquí? - le lanzo una mirada fulminante a Ian - deja eso, por favor.

- Habéis llegado pronto. En cinco minutos termino - me ignora deliberadamente - Vaya susto nos has dado. Túmbate y descansa.

Con ella jamás podría enfadarme. Es tan maternal y tierna que levantarle la voz a esta mujer debería ser pecado.

Voy hasta el sillón y me siento. Incómoda miro como Dorotea limpia sin parar. Me gustaría ayudarla pero dudo que ninguno de los dos me deje. Suelto un resoplido y me echo hacia atrás mientras me cruzo de brazos.

Suena el timbre. Me levanto de un salto y voy hacia la puerta. Como me digan que abrir una puerta es un esfuerzo me voy a poner de los nervios.

En cuanto la abro, el rostro de Toni me sorprende ¿Qué hace este aquí? Hace unos días que nos vimos y la conversación fue cuanto menos incómoda. Ni que decir tiene que se me olvidó por completo contarle a Ian que nos encontramos por casualidad. Me voy a meter en problemas.

- ¿Qué haces aquí? - pregunto imprimiéndole todo el asco que puedo a la pregunta.

- Solo venía para ver como estab... quiero decir... que... bueno... siento lo del otro día - se mete y saca las manos del bolsillo de manera nerviosa.

Ian se ha acercado hasta la puerta. Con cuidado me aparta. Coge a Toni del cuello de la camisa y lo estampa contra la pared.

- ¿Qué sientes exactamente? - gruñe.

Enfadado es capaz de cualquier cosa, lo sé. Me acerco a él por la espalda y le agarro del brazo.

- Déjalo, vamos. No merece la pena.

Sin apartar la mirada de Toni, no se mueve ni un centímetro.

-No te metas, Emma.

¿Qué no me meta? ¡Pero si no sabes ni de lo que estamos hablando! Solo fueron unas palabras desafortunadas y claramente él fue el humillado.

- Nos encontramos - balbucea Toni - y le dije algunas cosas... solo he venido para disculparme.

- Ya lo has hecho. Si vuelvo a verte. Si sospecho que estás metido en algo más. Si creo que vas a ser un problema para nosotros, te buscaré y te encontraré - sigo detrás de Ian sin poder reaccionar. Está tan enfadado que temo entrometerme - y acabaré contigo.

Lo separa de la pared y lo empuja hacia el ascensor. Sin esperar para ver que hace, da media vuelta y cogiéndome de la mano entramos en el piso.

Lo cierto es que me apetece, pero no quiero abusar de su amabilidad.

- Ya te he dado suficiente trabajo hoy. Muchas gracias por venir.

Ian me mira durante un segundo y después niega con la cabeza adivinando mis pensamientos.

- Vengo encantada, Emma. Te voy a hacer una tila ya verás lo bien que te sienta - afirma caminando diligentemente hacia la cocina.

Vuelve a sonar el timbre. Me muevo nerviosa en el sofá mientras me retuerzo los dedos. Ha llegado el momento de rememorarlo todo.

- Buenas tardes señora Garret. Soy el agente Harrison. Necesito hacerle unas preguntas sobre lo que ocurrió anoche.

Es un hombre altísimo, de nuestra edad, aunque puede que tenga unos pocos años más. Lleva el pelo engominado hacia atrás y unos bonitos ojos castaños.

Arrastra una silla hasta acercarla al sofá. Saca una libreta y después de carraspear comienza con las preguntas.

- ¿Puede decirme exactamente como ocurrieron los acontecimientos?

-Entré en el garaje y me fijé en que había menos luz de lo normal - entrecierro los ojos intentando recordarlo todo - pisé unos cristales y levanté la vista, habían roto las bombillas.

Paro de hablar. Ahora es cuando empieza lo peor. Dorotea se acerca con la tila entre las manos. Ian se sienta a mi lado y recoge mis manos entre las suyas.

De una forma u otra tienen que dar con el que entró y destrozó los coches. Tengo que hacerlo lo mejor que pueda y ayudarles en todo lo que esté en mi mano.

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