Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 81

El inspector se va con toda la información que he sido capaz de recordar. Ian cierra la puerta después de despedirlo. Se queda donde está con la mano sobre el pomo.

- ¿Estás bien? - pregunto preocupada.

- Es por algo que he hecho yo... ¡Es por mi maldita culpa! - Baja la cabeza -No debería haberme ido.

No puede sentirse culpable. Quiero decir, todos nos equivocamos y hacemos cosas que pueden dañar a otras personas, pero eso no justifica que entren en una propiedad privada y te rompan los coches.

- Si - contesto con un tono normal - no deberías haberte ido -se da la vuelta. Odio ver la culpabilidad reflejada en sus ojos - pero tengo la solución: nos cosemos el uno al otro y así podemos ser siameses. Todo el día juntos por si un trastornado nos ataca.

Cada uno tiene su trabajo y su horario. Tiene que comprender que aunque estemos juntos todo el rato, si alguien le quiere hacer daño lo hará.

- ¿No estás enfadada conmigo por haberte dejado sola?

- Claro que no. Estoy un poco enfadada con Will, rompió la puerta y estaba abierta - bromeo.

Consigo sacarle una sonrisa que ilumina tanto como un rayo de sol en plena tormenta.

- ¿Estás cansada?

Como voy a estar cansada si no me han dejado hacer nada.

- Nada, en realidad si tienes pensado que hagamos algo te lo agradecería.

Coge las chaquetas del perchero y me tiende una. Eso es claramente un si. Si no tuviera la edad que tengo me pondría a dar saltitos de alegría.

Salimos a la calle. Hay un coche patrulla parado frente al portal. Algo me dice que está aquí por nosotros.

- ¿Nos están vigilando? - pregunto bajando la voz. Los recuerdos de Peter vienen a mi memoria aunque espero que no tenga nada que ver con lo que ha ocurrido.

- Nos están protegiendo.

Max está detrás de ellos. No me sorprende que se hayan trasladado a mi piso para seguir haciendo su trabajo. Cualquier otra persona se habría tomado estos días como vacaciones, pero ellos no. Ellos seguirían a Ian al mismísimo infiernos si se lo pidiera.

Nos sentamos en la parte trasera y sin esperar a que le dé instrucciones arranca. Eso es porque ya sabía que íbamos a salir y a donde.

Miro por la ventanilla intentando adivinar cual es nuestro destino, nada de lo que veo me hace sospechar donde vamos.

Unos minutos más tarde para el coche delante de un concesionario. Miro a Ian enarcando una ceja. Los hombres y sus juguetes...

- ¿Vas a comprarte un coche? - pregunto sabiendo la respuesta.

- Dos, en realidad.

¿Y por qué no diez? Comprar coches como el que compra golosinas puede llegar a ser insultante para cualquier trabajador normal que no tiene en su cuenta bancaria siete ceros.

- ¿Cual te gusta?

No tengo ni idea de coches. El que yo tenía lo eligió Toni.

- No se... ¿Aquel? - señalo un mini.

- Tiene que ser potente y seguro, y ese no es ninguna de las dos cosas.

- Pues elige tu. Yo de coches solo se que tienen cuatro ruedas - contesto a la defensiva.

Camina despacio entre ellos hasta que se para delante de uno.

- ¿Qué te parece este? - pregunta abriendo la puerta del conductor para que lo mire por dentro.

- Es bonito y grande.

Busca con la mirada al dependiente. Un hombre trajeado con una corbata deslucida y una sonrisa exagerada.

- Buenas, queremos dos Mercedes GLA. Uno en negro y el otro... ¿Qué color te gusta Emma?

Coloco un dedo sobre el labio, pensando.

- Gris metalizado.

Se le borra la sonrisa al momento al dependiente. Seguro que el hombre no está acostumbrado a vender dos mercedes de una manera tan fácil.

- ¿Dos? - pregunta.

- Queremos todos los complementos. Prepare el papeleo y en unas horas vendremos a buscarlos.

Ian ignora su pregunta a conciencia. Si vuelve a poner la cara de ¿Es qué puedes pagar dos coches tan caros? Se va a meter en problemas.

- Por supuesto, señor - cambia el peso de una pierna a otra - si es tan amable de venir conmigo a la oficina...

Media hora después están pagados y con la firme promesa de que al final de la tarde podrá ir a buscarlos.

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