Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 95

Cuatro meses después...

El tiempo ha pasado y nada ha cambiado...

El mismo día que le dije a Ian que habíamos terminado, le pedí a Helena que se fuera a su casa. Si iba a estar sola no podía engañarme teniendo a alguien de forma temporal. Decidí coger el toro por los cuernos, y quitar la tirita del tirón. Todo a la vez.

Al principio ella y Will me llamaban a diario varias veces para que nos viéramos, para charlar, para tomar una coca cola, en definitiva, para intentar animarme.

Dejar a una persona queriéndole es lo más duro que he hecho en mi vida. Si él pensaba que lo mejor para mí era alejarme de su entorno, la decisión definitiva la tomé yo. No sé si acertada o equivocada, lo que si se es que ha día de hoy aun duele.

La tripa que creía que nunca me iba a crecer se ha convertido en un gran huevo. Me he convertido en una persona torpe que, si logra atarse los zapatos, me dan ganas de montar una fiesta.

Hasta hace un par de semanas Ian nunca se había dado por vencido. Venía continuamente para convencerme. Intentar que volvamos ha sido agotador, tanto para él como para mí.

Sigo teniendo la tarjeta que me hizo en el banco y me ha pedido un millón de veces que la use, pero eso no estaría bien, así que la tengo enterrada bajo un montón de papeles en el cajoncito de la entrada. Solo espero que cuando nazca mi pequeña, el sofá y la cama vuelvan a ser cómodos como lo eran antes.

No he recibido ni un anónimo más en cuatro meses. Es lógico, Sarah ya tiene lo que buscaba. Creo que es lo único que me alegra un poco.

Suena el teléfono de la casa. Ya es una costumbre dejar que suene hasta que salta el contestador.

Si la definición de ermitaño sirviera para una persona que vive en una ciudad en lugar de en una cueva, esa seria yo. Tener relación con la gente hace que me esfuerce por mostrar una alegría que no siento, tengo que enmascarar el dolor para que piensen que he superado lo de Ian, es tanto el esfuerzo, que poco a poco los he ido dejando de lado.

Cuanto el contestador termina la frase de «deje su mensaje después del pi» es la voz de Ian la que suena al otro lado como tantas otras veces.

Da igual si me llama una vez o un millón, cada vez que escucho su voz o mi nombre salir de sus labios se me encoge el corazón y paso lo que queda de día llorando.

-Emma, supongo que estás y no quieres cogerlo. Solo te llamaba para recordarte que tenemos cita con los abogados para firmar los papeles del divorcio a las cinco - se calla durante unos segundos - nos vemos después.

Se me había olvidado. Este es uno de esos malos ratos que había intentado eliminar de mi mente.

Miro el reloj que hay colgado en la pared; solo queda una hora, joder. Mis movimientos son más lentos que una tortuga, meterme en la ducha y salir es toda una aventura con este barrigón. Ponerme unos calcetines es una misión imposible.

Resoplo y me levanto del sofá en el que ya había cogido una postura un poco menos incómoda. Empiezo a prepararme como una autómata, como un títere movido por la inercia de los hilos para hacer algo que no quiere hacer.

Llego al bufete de abogados justo cuando el reloj marca las cinco y diez.

- Llega tarde Señora Garret - me increpa uno de los abogados de Ian.

Él esquiva mi mirada.

- Lo siento ¿Ha visto esto? - me señalo la tripa - intente moverse usted con este peso.

Lo ignoro y entro en la sala que tienen preparada. Es gilipollas y se cree Dios por ser abogado. En algunos sitios te llamaría picapleitos, imbécil.

Los tres abogados de Ian se sientan en los asientos principales y nosotros quedamos uno frente al otro. Está tan guapo como siempre. No puedo parar el proceso, ya no.

- Señora Garret - saca un tocho enorme de papeles de una carpeta - mi cliente ha insistido en doblar la manutención que se le asigna por ley - levanta un ceja mirando a Ian. Tiene la esperanza de que se arrepienta - y quiere dejarle también la casa de campo y el ático.

Escucho atentamente aunque no me interesa nada de eso. Solo quiero que estemos juntos. Estamos llegando al final... la respiración se me acelera y por inercia, coloco la mano sobre la tripa.

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