Reviso uno por uno los papeles atentamente, pero no puedo concentrarme desde anoche. El recuerdo pasa a cada segundo por mi cabeza y de solo recordarlo se me eriza la piel; aún puedo sentir el tacto se sus húmedos labios sobre mi mejilla aturdiendo mi entorno con su loción masculina. Frustrada, dejo de revisar los papeles y cierros los ojos por un momento para relajarme. No lo he visto en toda la mañana y espero no hacer lo por el resto del día, no por hoy.
Parece que el destino está en mi contra, Alexandre entra a mi oficina, se posa enfrente de mi lugar mirándome con sus ojos color azul y, sin poder evitarlo lo miro a los ojos. Con los nervios a flor de piel, hablo, aunque no quiero hacerlo.
— ¿Qué sucede?
Lo saludo evitando verlo a la cara por más de tres segundos; reviso los papeles para no mirarlo.
—Solo quiero que le envíes unos documentos Jaxon para que los firme.
—No se los puedes enviar a él.
Sin evitarlo dejo de ponerle atención a los documentos y lo miro, al instante me siento intimidada por su presencia.
—No me contesta las llamadas, ni mensajes. No sé el motivo, de favor envíaselos para confirmar su autorización.
—Entiendo, en un momento se los envió.
—Gracias —se da media vuelta, pero regresa —. Podemos platicar un momento... De nosotros.
«¡No! Eso es lo que menos quiero, hablar.» Pero necesito una explicación de su acción.
—Ok. Platiquemos —quiero evitar más malos entendidos por parte del personal.
Alexandre cierra la puerta y regresa, me levanto de mi lugar quedando frente a él a una distancia considerada, lo invito a sentarnos en el sillón; nos sentamos y en ese momento el silencio nos cubre en una totalidad incomodidad. Alex decide hablar primero.
—Ayer, yo…
Lo interrumpo. No quiero que la plática se alargue, soy directa con lo sucedido el día de ayer.
— ¿Por qué lo hiciste?
—Lo hice porque para mí eres más que una amiga. Eres simplemente perfecta.
«¡¿Es en serio lo que dice?! Se está declarando... No, eso no, lo estoy mal interpretando», pienso tratando de controlar mis malas deducciones.
—Explícate mejor, no te entiendo.
Alexandre respira tranquilamente, cierra los ojos y se concentra en lo que dirá. Al encontrarme con el azul oscuro de sus iris habla sin titubear.
—Mallory, sé que esto no puede suceder. Jaxon es mi amigo, pero me es imposible ocultarlo... Me atraes, eres hermosa.
Me explota la cabeza con su declaración y sus siguientes palabras me dejan muda, sin habla.
—La primera vez que estuvimos juntos quedé encantado con tu cuerpo, me encanta todo ti... Tus labios, tus ojos, tus piernas, tus curvas... Todo.
Con forme sus palabras me describen, se acerca más a mí, mi espalda toca el respaldo del sillón quedando Alexandre casi encima de mí. El pulso se me acelera; no es porque me interese Alex; no, es porque no sé qué hacer ante esta situación, su mirada me intimidad.
—Me atraes mucho, eres la mujer que deseo cada noche. No me puedo conformarme con tenerte una vez, necesito más de ti.
—Detente —pido antes de que sus labios toquen los míos.
—No puedo, cada vez que te veo me excitas de una manera impresionante y me es inevitable imaginarte debajo de mi pidiendo que te folle.
Una de sus manos termina acariciando mi rojiza mejilla. No sé qué hacer o qué decir, en mi mente llega el recuerdo de Jaxon; con valentía agarro su mano y la aparto de mí.
—Alexandre, entiende que tú y yo nos acostamos por juegos. No podemos tener más sin Jaxon.
Aclaro la realidad, él no puede hacer acciones de posesividad conmigo como si fuera de su pertenencia, porque no lo soy y si estuve con él solo fue por diversión y placer, no más.
—Eso es lo que me molestia. No quiero más a Jaxon entre nosotros.
Estoy consternada, pero tengo en claro lo que quiero y a quien quiero.
—No lo harás.
Se acerca rápidamente a mí y en un dos por tres me sube al pequeño escritorio, se posiciona entre mis piernas y sus manos se escabullen por debajo de la falda acariciando con suavidad mis piernas.
—Eres mi tentación, Mallory —sus labios rosan la piel de mi cuello mientras su nariz olfatea mi loción.
Con poco racionamiento me dejo llevar por el dolor palpitante en mi vagina. Debo admitir que conoce mi sensibilidad, me estimula rápido. Sus grandes manos tocan mis piernas hasta llegar al borde de la falda, la levanta y la enrolla sobre mi cintura, besa mi cuello mientras sus dedos buscan la mojada piel que cubre mis pantis y con su otra mano acaricia mi erizada piel de mi glúteo.
Estoy perdiendo esta guerra, Alexandre está jugando sucio, no quiero que el gane, no quiero flanquear, no me debo verme manipulable ante él. Yo también jugaré sucio.
Con mis piernas enrollo su cintura y nos juntó lo más que puedo para sentir el roce de nuestros sexos. Alexandre le excita mi acción que logro que suspire pesadamente. Tentada, comienzo a mover la cadera creando fricción. Sé que está mal, pero me gusta hacerlo.
—Linda~ sigue, no te detengas.
Sus labios devoran mi cuello y comienzo a simular que me satisface, gimiendo. Sus manos sujetan mis caderas para profundizar más el tacto de su abultada erección contra mí. Alexandre se desespera por sentir más, baja su pantalón de vestir quedando en bóxer, antes de que se acomode de nuevo entre mis piernas me levanto del escritorio y lo hago caminar al sillón, lo aviento y me subo arriba de él colocándome en sus piernas.
Esto solo es por excitación, no hay nada más de por medio. Perdí, ambos perdimos la guerra.
Nos dedicamos a frotarnos. «¡Dios!», es estimulante frotar su duro pene en mi delicado clítoris, me es tan desesperante no tenerlo adentro acariciando mis paredes húmedas.
Nuestros movimientos se vuelven más bruscos y sin soportarlo nos liberamos manchando nuestra la ropa interior.
—No hemos engañado a Jaxon. No te penetre como tanto lo deseo y menos te bese como lo tiene prohibido.
—Que no se vuela a repetir, al menos que Jaxon esté aquí con nosotros. Y es mejor que te vayas haciendo a la idea que entre tú y yo solo hay sexo. Sexo que hago para complacer a mi pareja, a Jaxon no a ti.
Con un poco de furia por mi mala acción me levanto de sus piernas, me acomodo la ropa y salgo de la oficina para ir al baño a darme un golpe mental.
Perdí esta guerra de hormonas.
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