Cap. 11: VENTA
Al ver que la madre de su hijo se acercaba, aunque no fuera con esa intención, Ricardo aprovechó y tomó la cintura de Isabel con extrema naturalidad y rozándole el cuello en una insinuante caricia, encaminó sus labios al lóbulo de la oreja de Isabel mientras veía a su hijo acercarse.
—¿Qué estás haciendo? —Isabel susurró una advertencia entre los dientes, sin embargo no opuso resistencia a los brazos ni a las caricias incitantes de su ex esposo, tampoco buscó escapatoria para liberarse de su fuerte agarre.
—Nuestro hijo entenderá que su madre y su padre están hablando tranquilamente —el hombre acerca su nariz al cuello de Isabel y el aroma que ella emana le trae recuerdos de viejos tiempos. Ricardo arde en deseos por ella de nuevo.
—¡Ricardo, eres tan descarado! ¡Suéltame!
Ignorando la advertencia de ella, Ricardo sigue en su travesura posesiva, hasta que levantó la mirada y vio al niño cerca.
——¡Mamá!——Ricardito corrió hasta donde estaban ellos.
—¡Ricardito!—Exclamó Isabel. Abriendo los brazos y asomando el cuerpo, Isabel se liberó del ceñido abrazo de Ricardo Del Hoyo y dando un fuerte tirón logró zafarse. Isabel miró a Ricardo expectante, su respiración era agitada.
Ricardo se agachó para darle un beso en la cabeza a su hijo, mientras le dice:
—Tu mamá vino por ti, me gustaría que siguiéramos esa charla tan amena que teníamos en otro momento.
—Seguro —el niño le tendió la mano, algo muy propio de él, pero Ricardo lo abrazó fuerte. Él miró a su mamá y le sonrió.
—No me falte al respeto, carajo. Usted me debe obediencia y debe acatar lo que le ordeno. Yo le dije que llevara el niño a la mansión Del Hoyo, ellos tienen la obligación de ayudarnos económicamente, le has traído al heredero que tanto ansían y por eso lo hice, llevárselos, ya que tú no lo hiciste, porque necesitamos dinero.
—Papá, ya puse a funcionar la constructora con el dinero que traje. ¿Para qué necesitas más dinero?
—Porque esos pocos euros que tú trajiste ya se acabaron y nosotros no podemos vivir de esa mísera cantidad que está generando la constructora con esa maquinaria vieja. Necesitamos que los Del Hoyo, inyecten una fuerte cantidad de dinero y sólo Ricardito puede garantizar esa suma de dinero —le espetó a la cara Sofía, groseramente.
—Papá, tú sólo me has usado siempre como tu fuente de dinero y a mí no me importó, pero a mi hijo no, mi hijo no está en venta y no te lo voy a permitir. Prefiero morir de hambre que entregar a mi hijo a Don Marcos del Hoyo y a Ricardo. ¿Les quedó claro? Sus hermosos ojos avellana estaban cual tigra defendiendo a sus cachorros.
—Eso lo veremos —masculló el viejo Iker cuando Isabel salía del recinto, sin embargo ella le oyó y subió en carrera y se encerró en su habitación.
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