Los trillizos de un multimillonario romance Capítulo 12

—Por favor, no tomes fotos ni vídeos de nosotros. Es una violación de nuestros derechos de imagen -recordó Roberto con frialdad.

—Puedo tomarme selfis con chicas guapas. Pero nada de selfis con chicos. -Patricio sonrió-, ¡Sólo con chicas guapas!

—¡Shh, están molestando a Fifí! -Diana se llevó un dedo a los labios.

Fifí estaba cabeceando en su hombro.

-Ah, ¡qué adorable! ¿Podemos tomarnos una selfi con ustedes? —Unas cuantas jóvenes los rodearon.

—No, lo siento. No hacemos eso. —Roberto mantuvo la calma.

-Bien, Roberto, Patricio, Diana. Compré las entradas. Ya podemos entrar.

La Señora Fresno volvió con las entradas y las llevó al área de juegos.

Adriana subió a una tienda de marca de ropa para niños en el tercer piso. Había ofertas allí. Se apresuró a entrar y tomó un carrito antes de apretujarse entre la multitud en la sección de rebajas.

En ese momento, un equipo de hombres vestidos de negro entró con autoridad y ordenaron a todos que abrieran el paso.

Las jóvenes madres que estaban ocupadas comprando se detuvieron de inmediato. Miraron la escena y discutieron.

—¿Quién es? Qué gran entrada.

—Vaya, estos guardaespaldas son todos altos y atractivos. ¡Cualquiera de ellos podría ser el mejor acompañante de Encanto Nocturno!

Ante sus palabras, el corazón de Adriana se hundió.

«Un acompañante masculino en Encanto Nocturno. ¿Es el

Gigoló Deudor?».

—Se equivocan. Son los guardaespaldas que trabajan para el Presidente del Corporativo Divinus -respondió con suficiencia una madre con un flequillo cuidado.

-Mi marido trabaja en Corporativo Divinus. El Presidente tiene dieciocho guardaespaldas con una «S» dorada en el hombro. -Y añadió-: Creo que el Presidente está aquí, a juzgar por el número de guardaespaldas.

—¡Guau! —dijo otra madre con aire soñador—. Los guardaespaldas son unos cachas. Me pregunto cómo estará de bueno el Presidente.

—Casi siempre la gente que contrata guardaespaldas guapos y altos es bajita y fea.

-Así es.

Los llamativos rasgos de Dante aparecieron en la mente de Adriana.

Cuando escuchó los pasos, levantó de inmediato el cuchillo que empuñaba con saña. Al ver que se trataba de un chiquillo, se relajó de manera visible.

—Señor, ¿necesita ayuda? —preguntó Patricio con amabilidad.

—¡Piérdete, mocoso! -gruñó el hombre.

Haciendo un puchero, Patricio sacó un curita de dibujos animados de su bolsillo y se la entregó al hombre.

—Aquí tiene. —El hombre puso los ojos en blanco. Estaba sangrando mucho, así que el curita no serviría de nada-.

Morirás de hemorragia excesiva. Deberías ir al médico ahora mismo -dijo Patricio antes de darse la vuelta para marcharse.

—¡Patricio! ¡Patricio! —Fifí batió sus alas y voló hacia Patricio.

Patricio levantó la mano, permitiendo que Fifí se posara con seguridad en el dorso de su mano. Cuando ambos salieron, atrajeron la atención de todos.

-Oye, ¡qué chico más lindo!

-También tiene un lindo loro. ¡Aw!

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