Los trillizos de un multimillonario romance Capítulo 16

La expresión de Dante era gélida cuando pasó junto a ella.

Adriana se quedó mirando su espalda aturdida.

«¿Fue él quien chocó conmigo antes? Este es un espacio tan amplio, y con cuatro guardaespaldas a su lado en todo momento, ¿cómo ha podido chocar conmigo? No me digas... ¿lo hizo a propósito?».

—¿No miras por dónde vas, Adriana? —le bramó Marco, poniéndose muy nervioso.

-¡Lo siento, lo siento! -Adriana señaló la dirección en la que Dante había desaparecido y explicó de manera mansa -: Fue el Presidente quien chocó conmigo, por eso por accidente...

—Incluso le estás echando la culpa a...

—Señor Palacios —interrumpió Fabián a Marco y preguntó de manera fría-: ¿Está diciendo que la culpa es del señor Licano?

-No, no, no. No me atrevería... -Marco se apresuró a explicar—: Me refería a ella... no, me refería a mí mismo.

Yo soy el que está ciego.

-Así me gusta. -Fabián asintió con satisfacción, y luego recordó con solemnidad—: Mire por dónde va la próxima vez, sobre todo en un restaurante. No es bueno desperdiciar la comida.

-¡Entendido! -Marco bajó la cabeza en señal de sumisión.

Al ver la expresión de vergüenza en la cara de Marco, Adriana se alegró en silencio en su corazón.

«Este imbécil por fin se topó con un obstáculo. ¡De seguro no se atreverá a volver a acosarme a partir de ahora!».

Cuando Dante vio la forma en que Adriana se regocijaba en secreto, sus labios formaron una leve sonrisa.

Su teléfono sonó justo cuando se cerraron las puertas del elevador, y lo contestó de inmediato.

—Habla.

-Señor Licano, hemos atrapado a Pardo, pero no lleva el chip consigo. Tal vez lo escondió en otro lugar. He utilizado todos los métodos para obligarlo a confesar, pero hasta ahora ha permanecido callado. Puede que tengamos que recurrir a medidas más extremas.

—Un hombre como él ha sido sometido a un entrenamiento infernal. La tortura no funcionará con él. -Dante ordenó—: Investiga los videos de vigilancia de Galerías Edén y mira si se lo entregó a sus cómplices.

—Sí. ¡Lo investigaré de inmediato!

Cuando Adriana llegó a casa del trabajo, la Señora Fresno ya había preparado una deliciosa comida. Pronto, la familia de cinco miembros disfrutó de su cena juntos.

Fifí agitó sus alas y se posó en el hombro de Diana, frotando su cabeza contra la regordete mejilla de ésta.

Diana le dio de comer una pepita de melón, pero no se la comió con tanta alegría como solía hacer. En su lugar, sacudió la cabeza, luchando contra una ronda de hipo.

Capítulo 16 1

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