Yadira se quedó mirando cómo Miguel se acercaba cada vez más a ella.
—Cuánto tiempo sin verte—. Mirando sus piernas, Miguel dijo: —Te ves mucho mejor ahora.
Si Yadira no hubiera escapado la última vez, sería su prometida. Sin embargo, el destino era imprevisible.
No esperaba que ella pudiera caminar en ese momento, que intentaba escapar y lo conseguía al final.
Yadira le miró los ojos: —Parece que lo has pasado mal.
—No me gustó que mi padre dijera que Delfino era excepcional. Pensaba que mi padre me despreciaba y era parcial conmigo. Pero ahora, por fin, he comprendido que siempre he vivido bajo su protección. Sin él, no tengo nada.
Miguel metió las manos en los bolsillos de ambos lados del pantalón y dijo con frustración: —Efectivamente, no soy tan bueno como Delfino. No soy rival para él.
Esta era la diferencia entre Miguel y Mariano.
Aunque Miguel siempre se había quejado de que Franco no se preocupaba por él y lo ignoraba, Franco nunca involucró a Miguel en esas sucias acciones, sino que le proporcionó una vida rica y cómoda. Desde este punto de vista, Franco estaba a favor de Miguel.
En cambio, Mariano fue adoptado por Franco cuando era joven. Franco tomó a la hermana de Mariano como sujeto de experimentación y le enseñó a Mariano a cometer crímenes.
Además, Franco podía comprender a los demás y sabía cómo controlarlos. Por lo tanto, Franco convirtió a Mariano en lo que era hoy, pero Franco no sabía que estaba cavando su propia tumba.
Como resultado, Miguel se mantenía mentalmente sano y podía distinguir el bien del mal, pero Mariano era terco, siniestro y hacía lo que quería.
Por lo tanto, Yadira no se sorprendió al escuchar lo que dijo Miguel. Ella le preguntó: —¿Has visto a Franco?
—Sí—. Miguel la miró detenidamente.
Llevaba un abrigo blanco y parecía delgada. Aunque parecía amable, su tono era muy frío.
Hubo varias veces en las que casi tuvo la oportunidad de lograrla.
—Nos está esperando en casa—. Yadira respondió mientras guiaba a Raquel hacia la salida.
El conductor les había abierto la puerta del coche, por lo que subieron a él de inmediato.
Después de que el coche se fuera, Miguel salió de una tienda.
Al ver que el coche se alejaba, se dio la vuelta para marchar, pero fue detenido.
—No espero que vengas tan temprano—. Mariano dijo con una sonrisa, y su tono era tan suave como antes.
—¡No dejaré que hagas daño a mi padre! —El rostro de Miguel se ensombreció al decirlo.
Mariano esbozó una sonrisa significativa: —Si es así, debes esforzarte al máximo. Soy tan cruel como tu padre.
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