Matrimonio de primera romance Capítulo 353

Delfino dijo indiferentemente, -Sí, solo quieren 5 millones, no es tanto como lo que pedían en aquel año.

Horacio estaba demasiado asustado que no podía hablar claramente, -Eso es, eso es... solo son 5 millones, dáselos...

Delfino era su única esperanza, por eso se aferra en rogarle.

-Entonces, ¿por qué te negaste a pagar esos 10 millones en aquel entonces? -su tono era tan frío que parecía la de un demonio.

-Hijo... hijo mío, soy tu padre, sálvame... -lo único que pretendía hacer Horacio era conmover a Delfino.

-¡Si te hubieras preocupado un poco por mi madre, ella no habría acabado así! ¡Horacio, ahora tienes que pagar el tuyo!

Lo dijo palabras por palabra y lleno del rencor. Colgó el teléfono de golpe.

Ya estaba anocheciendo.

Todos los sirvientes se habían marchado. No encendía la luz en la sala de estar, y la sala estaba oscura.

En la sala, aparte de Delfino y Xulio, no había nadie más que Licia, que ya se había desmayado.

Delfino permaneció inmóvil, como si estuviera fundiéndose con la oscuridad que se avecinaba.

Después de largo rato, Xulio le llamó con cierta preocupación, -Señor Delfino.

Yadira bajó de la escalera.

Se acercó a Delfino silenciosamente, y Xulio se apresuró a cubrir el brazo roto, -Hola, señora Yadira.

Ella instruyó, -Lleva a la señorita Licia a su habitación, aquí me encargo yo.

Xulio se retiró con Licia y el brazo de Horacio.

Yadira se sentó junto a Delfino.

La sala estaba más oscura, apenas podía ver la cara su marido.

Yadira colocó la mano en la cara de Delfino, haciendo que se girara para mirarle a ella, -Delfino.

El hombre giró la cabeza y la abrazó con fuerza, pero también evitó tocar su herida en el hombro.

Yadira le acarició suavemente en la espalda. En tal ocasión, no se necesitaba palabras de consuelo.

Ella podía sentir el aliento fuerte y reprimido de Delfino rociando en su cuello.

-Mi madre era una mujer muy gentil y hermosa. Era la mejor madre del mundo -la voz de Delfino estaba ronca y llena de dolor.

Los ojos de Yadira también se humedecieron, -Lo sé.

Ella sabía que la madre de Delfino era una mujer maravillosa. Provenía de una familia honrada. Pensaba que se había casado con el hombre del destino, pero no esperaba que moriría de una manera tan trágica por ese hombre.

Fue muy injusto que la persona más inocente tuvo que sufrir más dolor y miseria.

-¿Cómo pudieron hacer eso? -preguntó Delfino.

Yadira no podía verle la cara, pero podía sentir el sufrimiento que llevaba en sus palabras.

Después de todos estos años, la muerte de su madre era una espina clavada en su corazón, que le dolía en cualquier momento.

Incluso si su muerte fuera realmente en un caso de secuestro, Delfino no habría sufrido tanto.

Yadira no pudo responder aquella pregunta de Delfino.

Era una pregunta que no tenía respuesta.

Ella no era Horacio, ni tampoco Sonia, por lo que no podía deducir qué pensaban ellos cuando hicieron algo tan horrible.

Después de comer el pan, ella se sentó junto a él y leyeron la información juntos.

Delfino estaba mirando alguna información sobre la isla y las acciones de Jaime en los últimos seis meses.

Después de que Jaime le dio la dirección, Delfino envió a alguien para vigilarlo en secreto. Además, envió personales a la isla con antelación.

Pero aparte de la casa y unos pocos sirvientes, no pudieron encontrar a su hija Raquel.

Yadira dijo con preocupación, -Jaime es demasiado astuto, siento que las cosas no saldrán bien fácilmente.

-¿Confías en mí? -Delfino dejó los documentos y la estrechó en sus brazos.

Yadira levantó la cabeza y dijo firmemente, -Pase lo que pase, siempre confío en ti.

Delfino le arregló el pelo alrededor de la oreja, -Entonces no pienses demasiado.

Yadira asintió. Miró por la ventana, pero se seguía sintiendo inquieta.

Respiró profundamente y se levantó, -Voy a ver a la señorita Rosa.

Delfino entendió su preocupación. Asintió con la cabeza y no dijo nada más.

Yadira se acercó y vio a Rosa sentada junto a la ventana. Estaba tranquila y hermosa.

Le saludó, -Señorita Rosa.

Esta se volvió y le devolvió el saludo, -Hola, señora Yadira.

-Lo siento, no sabía cómo te llamabas al principio -Yadira no podía imaginar por cuál razón una mujer estaría dispuesta a cambiarse de apariencia por la de otra persona.

Rosa lo tomó con calma, -No pasa nada. Lo importante es que el señor Delfino me ha ayudado y yo puedo ayudaros a salvar a vuestra hija.

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