Matrimonio de primera romance Capítulo 363

Después de escuchar las palabras de Apolo, Delfino dijo con indiferencia, -¿Basta?

Al ver que Delfino se marchó, Apolo tuvo que seguirle, -Delfino, escúchame. No he terminado mis palabras.

-Mi tiempo es tan precioso que no quiero perderlo en cosas sin sentido -dijo Delfino mientras se dirigía al coche.

Solo entonces giró la cabeza para mirar a Apolo, -¿Me sigues porque también quieres ir a la familia Dominguez?

Apolo dejó escapar un largo suspiro y finalmente gritó malhumorado, -¡Joder! ¿¡Estás arrepticio!?

Delfino lo ignoró, giró la cabeza e instruyó al guardaespaldas que estaba detrás de él, sin ningún rastro de emoción, -A partir de ahora, pon a este señor en la lista negra del grupo Dominguez.

Cuando terminó de hablar, se agachó y subió al coche.

El coche se alejó y Apolo se quedó enfadado en el mismo lugar, -¡Delfino!

A veces, sentía que Delfino no sufría de pérdida de memoria, sino que estaba raro por un espíritu maligno.

En el pasado, aunque Delfino no tenía muy buen carácter, al menos era muy cauto. Ahora no le escuchaba ni una sola palabra.

Se oyó el sonido de la puerta.

A la vez, se escuchaba el de los tacones altos.

Apolo se giró y vio la cara de Licia, que era similar a la de Delfino, pero desagradable.

Licia estaba con los brazos cruzados y dijo con tono despectivo, -Eres tú otra vez.

Apolo también dijo con molestia, -Licia, ¿le hiciste algo a Delfino?

-¡Qué broma! Delfino es mi hermano. ¿Qué le haría? Perdió la memoria porque se lesionó mucho el cerebro. Han pasado tres años y no ha recordado nada. Todo es la voluntad de Dios y no vuelvas a verle.

Licia le advirtió con indiferencia y volvió al coche.

Justo ahora, cuando se disponía a conducir, vio a Apolo y a Delfino.

Esperó a que Delfino se fuera antes de salir del coche para hablar con Apolo.

Apolo era tan persistente que se acercaba a Delfino en cada oportunidad durante tres años, a pesar que Delfino no se acordaba de él.

Sin embargo, no serviría nada.

Porque Delfino no los recordaría en absoluto.

Licia pensó en eso y se marchó con una sonrisa alegría, conduciendo.

***

Dentro del vagón.

Apoyándose en el respaldo de la silla, Delfino se adormeció por un momento, bruscamente, abrió los ojos y preguntó al conductor, -¿Cuántas veces me ha bloqueado Apolo en la entrada de la empresa este mes?

-Más de una docena de veces -respondió. De hecho, él no se recordó mucho y solo pudo dar una respuesta vaga con mucho cuidado.

Delfino escuchó sus palabras y no dijo nada.

Cuando el coche se detuvo en la entrada de la vieja mansión de la familia Dominguez, el conductor habló para recordar a Delfino, -Señor, ya llegamos a casa.

En este momento, un guardaespaldas se acercó y abrió la puerta del coche.

Delfino acababa de llegar a la entrada de la sala cuando escuchó el sonido de una niña hablador.

-Estás equivocada...Mi gran castillo... -la voz de la niña estaba muy vital.

Delfino entró en el vestíbulo, vio a Raquel sentada en el suelo y rodeada por un círculo de sirvientes que estaban construyendo el castillo con ella.

Seguía hablando sobre algo tan pronto que los sirvientes a su lado estaban todos confundidos, sin entender lo que estaba diciendo en absoluto.

En ese momento, Ximena se acercó con una fruta en la mano, -Raquel, levántate y come la fruta.

Raquel bajó la cabeza y se concentró en construir su castillo, luego dijo claramente las tres palabras, -No quiero comer.

Ximena se puso displicente mientras señalaba el castillo frente a Raquel e ordenó a los sirvientes, -Guarden esto.

Luego se puso en cuclillas, levantó a Raquel y lo puso en el sofá.

Raquel estaba a punto de correr cuando Ximena gritó con ira, -¡Siéntate!

Se quedó asusta, se puso rígida su redonda tierna carita y se volvieron rojos sus ojos. Tenía los brazos cruzados y giró la cabeza hacia un lado, muy infeliz.

Así que vio a Delfino.

Sus ojos se iluminaron al instante, las lágrimas brillaron en sus ojos y estalló en una sonrisa, con sus cortas piernas que se tambalearon unas veces en el borde del sofá, saliendo bruscamente del sofá y corriendo hacia Delfino, -¡Definas!

Raquel acababa de celebrar su tercer cumpleaños y sus habilidades lingüísticas eran un poco mejores que las de sus compañeros. Pero nunca podía pronunciarlo correctamente el nombre de Delfino.

Delfino seguía siendo tranquilo, pero amable.

Se puso en cuclillas, abriendo los brazos para atrapar la niña que se dirigía hacia él.

Raquel le rodeó el cuello y, habitualmente, metió las manitas para divertirse con su pelo.

Desde pequeña, siempre que la abrazaba Delfino, le agarraba el pelo suavemente, lo que le parecía divertido.

Ximena no había notado a Delfino hacía un momento. Vio a Delfino caminar con Raquel en brazos, reaccionó y le saludó, -Delfino, has vuelto.

Delfino le dirigió una mirada con indiferencia, como si estuviera ver a sus subordinados y a los extraños.

Abrazó a Raquel y se sentó en el sofá, cara a cara. Le enseñaba con tono serio, -Llámame papá.

Raquel llamó seriamente, -Papá.

-Muy bien -Delfino respondió y le tocó la cabeza.

Al momento siguiente, Raquel llamó de nuevo, -¡Definas!

Sus ojos aún estaban un poco rojos y se sentó en su regazo, sonriendo con suficiencia.

Delfino sintió como si acordara de algo, pero nada.

Cuando Raquel notó que Delfino no dejaba de verla, pensó que estaba enfadado. Así que tiró de su mano y bajó deslizándose de su regazo.

Delfino le dio una mano para ayudarla por preocuparse.

Sin darse cuenta de esto, en cuanto Raquel aterrizó en el suelo, huyó muy rápido.

Dos sirvientas la seguían muy conscientemente.

La mirada de Delfino se posó en ella antes de que se desapareciera la figura.

Siempre era así. Cada vez que ella le molestaba, se escabullía rápidamente para encontrar un lugar que creía encubierto.

Ximena observaba toda las reacciones de Delfino, muy infeliz.

Pero pronto, su rostro volvió a la normalidad y trató de preguntar con tono suave, -Delfino, ¿has comido?

Delfino no la trató amable y respondió con indiferencia, -Ya que no sabes cuidar a una niña, no vuelvas a venir a Raquel.

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