Yadira no sabía en qué estaba pensando Delfino, pero su expresión era algo sombría, como si estuviera dudando.
Yadira recordó que Juana seguía en casa y que Delfino seguía desaparecido en la superficie. Nunca había aparecido porque no quería que nadie conociera su paradero.
Pensando en esto, miró a Delfino y le dijo:
—Ya sabes dónde vivo. Puedes venir en media hora. Si no vienes... Es por tu cuenta.
A continuación, pulsó el botón para cerrar el ascensor. La puerta del ascensor se cerró lentamente. Yadira se apoyó en la pared y se quedó un poco despistada.
Desde que adivinó que Delfino podría no estar en peligro, pensó que Delfino podría venir a buscarla tarde o temprano.
Al ver a Delfino de nuevo, se llenó de sentimientos complicados. Después de experimentar tantas cosas, era difícil decir lo que pensaba de Delfino en su corazón.
Si lo amaba o lo odiaba, no lo sabía. Yadira sólo quería que estas cosas pasaran rápidamente y volver a su vida normal.
Algunas cosas que no podían responderse sólo podían dejarse en manos del tiempo. El tiempo era el más sabio en la toma de decisiones y daba las respuestas más correctas a todos los problemas.
Cuando llegó a la planta, la puerta del ascensor se abrió automáticamente.
Yadira salió del ascensor y se tranquilizó antes de dirigirse a su puerta.
Sacó la llave y abrió la puerta con la misma sonrisa de siempre: —¡Raquel, he vuelto!
Raquel salió de la habitación de un salto y dijo:
—¡Mamá!
—Raquel, más despacio — Juana la siguió por detrás.
Yadira levantó a Raquel, asintió a Juana y luego bajó la cabeza para preguntarle a Raquel:
—¿Ya has comido?
—No lo ha hecho. Quería esperarte —Juana tomó la iniciativa para responder a la pregunta.
Raquel sacudió la cabeza y dijo:
—Quería esperarte —Yadira tocó la cabeza de Raquel y la llevó a la mesa del comedor.
Cuando la puerta se cerró, Yadira se detuvo un momento y no la cerró con fuerza.
Había pasado casi media hora desde su regreso. Si Delfino viniera aquí, estaría en el siguiente ascensor.
Por lo tanto, no tuvo que cerrar la puerta.
Cuando volvieron a la mesa del comedor, Yadira miró a Raquel y le dijo en voz baja:
—Raquel, más tarde habrá un invitado en casa.
—¿Tío Miguel? —Raquel miró a Yadira, con los ojos brillantes:
—Hace tiempo que no viene a verme.
Yadira se rió:
—El tío Miguel es un adulto y tiene muchas cosas que hacer. Cuando esté libre, vendrá a verte.
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