La mañana del día siguiente.
Cuando Yadira se despertó, no había nadie a su lado. ¿Se había levantado Delfino?
-¿Estás despierto? -La voz de Delfino sonó de repente en la habitación.
Yadira giró la cabeza y vio a Delfino en el sofá, no muy lejos. Delfino llevaba un traje. Era evidente que se había levantado hacía mucho tiempo. Se apoyó en el respaldo del sofá con las piernas cruzadas y una pila de documentos sobre las rodillas.
Era evidente que había estado leyendo los documentos en la habitación y esperando a que Yadira se despertara.
Yadira preguntó,-¿Qué hora es?
Probablemente preocupado por molestarla, Delfino no abrió las cortinas, sino que encendió una pequeña lámpara. La habitación estaba excepcionalmente oscura.
-A las diez. -dijo Delfino. Dejó los documentos en su regazo a un lado y fue hacia Yadira. Delfino se sentó junto a Yadira y le preguntó,-¿Qué quieres desayunar?
-Cualquiera. -No importa lo deliciosa que fuera la comida, para Yadira era carbón de madera . A ella no le importaba mucho la comida.
Cuando bajó las escaleras, Yadira no vio a Raquel.
Se volvió para mirar a Delfino. Antes de que dijera algo, Delfino adivinó lo que quería preguntar y le explicó,-Raquel lleva un tiempo en casa. Le pedí a Apolo Tapia que salga con ella.
Yadira se quedó suspensa por un momento, y luego asintió con la cabeza, -Bueno.
Solo ella y Delfino desayunaron. Delfino le dijo que tomara más cuando Yadira dejó los palillos. Aparte de eso, no dijeron nada más.
Guardaron silencio hasta que terminó el desayuno.
-¿Puedo ir al hóspital hoy? Yadira aún recordaba su conversación de la noche anterior. Miró a Delfino y dijo,-Quiero ir al hospital ahora, ya que Raquel no está en casa.
-No creas que te voy a mandar al hospital por tu sinrazón. Dijo Delfino lentamente.
Yadira se volvió para mirar a Delfino, sus ojos se abrieron por la sorpresa. Yadira rara vez tenía una expresión tan viva.
Delfino hizo una leve sonrisa,-Mientras yo esté aquí, nadie podrá apartarte de mí.
Ni siquiera la muerte.
Yadira se rió,-¿Crees que eres dios?
Delfino no dijo nada, pero sonrió alegremente a Yadira. No era dios, pero podía hacer cualquier cosa por Yadira. Y solo él mismo necesitabab saberlo.
Yadira curvó los labios y se fue en su silla de ruedas. Tenía el mal presentimiento de que lo que le preocupaba ocurriría pronto.
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