Matrimonio equivocado, pero amor verdadero romance Capítulo 7

Amelia se quitó la toalla y se puso el vestido. Tras dejar una nota en la mesita de noche, abandonó la lujosa suite presidencial sin dudarlo.

A la mañana siguiente, se despertó con el timbre de su teléfono. Todavía con los ojos apagados, lo miró y se dio cuenta de que era una llamada de Oscar.

—¿Qué pasa, señor Castillo? —dijo, sonando como si acabara de despertarse.

—¿Por qué te fuiste primero? —El tono de Oscar sonaba hostil.

Sin embargo, Amelia era la mejor para consolarle.

-Anoche no pude conciliar el sueño. Como estaba durmiendo tan profundamente, me fui para no perturbar su sueño. ¿Qué le pasa? ¿Ya me echa de menos? -preguntó con un bostezo.

-Ven esta tarde al Grupo Castillo. Vamos a comer juntos

-indicó Oscar.

Ella se rió.

-Ya me echa de menos después de estar separado de mí durante tan poco tiempo.

—Conduce hasta la empresa por la tarde y comamos juntos -repitió fríamente antes de colgar.

Amelia tiró el teléfono sobre la cama, se levantó y eligió la ropa y los zapatos que se iba a poner. Al final, eligió un vestido amarillo y un par de tacones. Después de ponérselos, se maquilló un poco, se miró en el espejo y chasqueó los dedos con satisfacción.

-¡Perfecta! Estás preciosa, Amelia. —Le dijo al espejo.

—¡Tiene usted un ojo muy agudo, señora Castillo! Después de usar esos productos cosméticos, mi piel mejoró mucho. —Luego, le hizo una seña a Amelia y le susurró—: Señora Castillo, debería tener más cuidado. La Sra. Bermúdez está aquí de nuevo.

Gabriela Bermúdez era la hija de Enrique, una figura prominente en la industria del entretenimiento. No sólo tenía una figura esbelta, sino que también era muy capaz. Era la encargada de la reciente colaboración entre los Bermúdez y los Castillo. Todo el mundo en la empresa había difundido rumores sobre si Gabriela iba a sustituir el puesto de Amelia como señora Castillo, pero sólo ella sabía que Gabriela mantenía una relación estable con otro hombre que Enrique desaprobaba.

Amelia siguió sonriendo.

-¡Eso es genial! No he comido con Gabriela desde hace años, así que es una coincidencia increíble. Me despido primero.

Tras despedirse con la mano, Amelia entró en el ascensor privado con orgullo y confianza, como un hermoso pavo real. Pulsó el botón de la vigésima planta y el ascensor llegó allí en un instante. Cuando Lisa la vio salir del ascensor, se acercó a darle la bienvenida y le dijo:

-Ha llegado, señora Castillo. El señor Castillo y la señora Bermúdez están dentro... ¿Quiere esperar un poco antes de entrar?

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