Matrimonio Forzado romance Capítulo 36

Saravi.

El agua helada recorriendo todas mis extremidades me hace sentir viva, amortigua la sensación de preocupación en mi pecho y relaja mis músculos contraídos. A pesar de que no puedo tomar el baño sola en el río, trato como si lo estuviera.

Alejo por un momento los pensamientos de mi pesadilla y trato solo por unos segundos imaginar mis anhelos.

El sonido del agua es como música para mis oídos, realmente este momento de la tarde es el que más disfruto en medio de todo este caos. Desde el instante en que llegué pude percibir que estábamos a poca distancia de un cauce, y en efecto un bello arroyo estaba a unos pocos metros de la aldea en donde hace cuatro días había llegado.

Por supuesto no podía venir sola. Siempre contaba con dos hombres de confianza de Mishaal para que me acompañaran al menos por una hora en mi baño, porque después de todo necesitaba un momento para calmar la tensión, que me provocaba estar con esta gente que tanto daño le estaba causando a Angkor.

Y lo peor de todo, es que yo debía simular que eran de mi agrado.

Sé que no era fácil unir los puntos que yo había dejado para encontrar este lugar, y debía hacer quedar al grupo lo más que pudiera aquí el tiempo posible, porque si esto no funcionaba sería en vano todo el esfuerzo que había hecho hasta hoy.

Una mano toca mi hombro suavemente, moviéndome insistentemente. Entonces abro mis ojos y divisó unas botas de combate, metidas entre el agua. El hombre tapa mi visión al cielo mientras dice:

—Debemos irnos ya.

Me levanto lentamente mientras se escurre el agua por la bata larga que tengo, camino a las siguientes piedras para cubrirme con otras capas y abrigarme un poco ante el torrente de aire frío que me acalambró la piel.

Luego de calzar mis pies comienzo a andar con los hombres delante de mí preparándome mentalmente para entrar a la realidad. A unos pocos minutos comenzamos a pasar las carpas que parecen carecer de gente, lo que se me hace extraño a esta hora del día. Pareciera como si todos se hubiesen ido del lugar.

Me detengo de golpe cuando observo un montón de hombres arremolinados alrededor de la carpa de Mishaal, riendo a carcajadas y festejando con alegría como si hubiese una celebración.

No puedo decir que todos se encuentran aquí, aunque hay muchos, inclusive hasta personas que no había visto antes. El corazón me late con fuerza, porque, aunque no sepa que está pasando puedo deducir que la alegría de ellos sería una tragedia para Angkor, el palacio e incluso Kalil.

¡Por favor, Dios!

Me deslizo, pasando desapercibida hasta llegar a la carpa, una mano me ataja y cuando alzó la mirada me topo con los ojos de Mishaal a la entrada.

—¿Por qué tardaste tanto? —pregunta él buscando a los hombres que estaban conmigo detrás de mí.

—No lo sé, me perdí en el momento, déjame entrar, hace mucho frío y debo quitarme estas capas mojadas.

Sus ojos lanzan un brillo misterioso. Vuelve alzar su vista sin soltarme y se dirige hacia Ismail para susurrarle unas palabras que con mucha dificultad logro escuchar por el bullicio:

—Prepara todo.

Luego entra conmigo a la carpa, cerrándola por completo.

—Te tengo una sorpresa —dice sonriendo con sinceridad.

—Estoy… Ansiosa —logro responder titubeando. El frío y los nervios me tienen al borde del estremecimiento constante de mi cuerpo.

Mishaal da unos pasos lentos y lánguidos hasta llegar a mí para luego rozar sus dedos por mi mejilla.

—Tienes los labios morados, no debiste estar tanto tiempo en el agua.

Mis ojos se cierran al instante, pero no es una sensación bonita la que siento, no me siento cómoda al tacto de Mishaal, ni el aire que choca con mi rostro ante su cercanía. Pero me es necesario controlar el rechazo innato que mi cuerpo expresa cada vez que este hombre hace un contacto para conmigo.

—Entiende… Tenía mucho tiempo de no sentirme así… Tan… Libre —explico por fin.

—Está bien, dejaré que te cambies, luego mandaré a que vengan por ti y te lleven a la sorpresa —expone sonriente. Entonces toma mi rostro y junta sus labios con los míos para darme un beso profundo como si su euforia estuviera descargándose en mí.

Mishaal se despega con la marca de deseo en sus ojos y sale de unas estocadas de la carpa, mientras yo me dejo caer en el suelo limpiando de forma incontrolada mi boca. Quiero gritar de impotencia, quiero llorar para descargar la repulsión que se desboca de mí ser.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado