Kalil.
Un movimiento suave, impregnado de ese olor a dulce que me alerta de inmediato me hace abrir los ojos sin aviso.
Aprieto los ojos con mis dedos y me muevo solo un poco para denotar el cuerpo desnudo de Saravi rozando el mío, alertando de nuevo mi deseo por ella. Trato en lo posible por respirar profundo, sabiendo que en estos momentos no es bueno acercarme, podría hacerle daño a su piel lastimada y sería muy rápido ante su falta de experiencia.
Y la verdadera razón, no quiero que repudie el acto por nada, al contrario, quiero que desee sentirse tan cómoda como la pude sentir hace unas horas, en como su cuerpo me pedía que la hiciera mía, quiero que lo desee tanto como yo en todo momento.
Fue muy difícil conciliar el sueño después de nuestro encuentro, y aunque parecía que dormía, solo cavilaba una y otra vez, en lo que había sucedido. Estaba impresionado, pero lo que más tenía mi mente erosionada fue escucharle decir: “gracias”, eso realmente me mató.
Nunca pensé que podría tenerla así junto a mí, jamás imagine por ninguna razón que sus sentimientos cambiaran tan rápido. Y no voy a creer ahora que está enamorada de mí, no, sería absurdo afirmarlo ahora. Que al menos sienta cierta simpatía y que en ella haya nacido un amor por Angkor, me hace respirar completamente, y me ha atrapado mucho más de lo que ya estaba por esta mujer.
Hanna me pidió paciencia, una que a últimas estancias estaba agotándose y que, aunque solo pasaron cuatro semanas desde que Saravi entró al reino, a mí me había parecido haber esperado una eternidad.
Saravi Eljal, aquella doncella que mi padre pactó para mí, ella quien cree que esto solo fue acuerdo de mi padre con los suyos, y que no niego, en un principio fue así. Pero sin duda alguna cuando la vi por primera vez, quedé tan impactado que me fue imposible gesticular palabra, no sé si fue su belleza o su forma en como observaba su alrededor, no sé si fue la manera en que sonreía aquel día, aquel en el que para variar yo iba colgado del brazo de Alinna cuando quedé prendido por esta mujer.
Jamás pensé que con solo mirar a una mujer mi existencia se desestabilizara. Al principio pensé que era solo mi capricho, cuando la veía muy de vez en cuando, pensé que Saravi era una mujer más que quería tener en mi cama; pero algo pasó después de eso. Mis sueños comenzaron a pasar a frustración cuando la tenía en mis pensamientos todo el tiempo. Incluso teniendo a Alinna en mi vida se me hizo imposible remplazar aquel ardor que no pude contener desde la primera vez que la vi.
Desde las sombras seguí a Saravi, cada vez que se acercaba al palacio, cada vez que podía la analizaba en silencio. Jamás desde que la conocí pude sacármela de la cabeza.
Fue justo allí donde decidí que iba a pelear por dos cosas importantes en mi vida desde que tomara la corona. Por mi entrañable país Angkor y por la reina, ahora mía, Saravi.
Solo Hanna sabía mi verdad absoluta, solo en ella podía confiar sin que nadie pudiese entre ver todos mis planes, porque ahora mi panorama y el futuro de Angkor estaban nublados con el asunto del grupo sublevado que se hacía más grande cada vez. Eso me tenía ocupado y preocupado la mayor parte del tiempo, junto con los reproches de mi padre, que hacían un peso más en mi espalda.
Y para sumar, una cuestión complicada con Alinna Menen, mi querida amiga desde la infancia a quien juré protegería con mi vida. Pero ahora ella estaba produciendo un asunto complejo con sus actos, y tarde que temprano me costaría la confianza de Saravi, si es que ya no lo estaba haciendo.
El tiempo iba en contra de mí, necesitaba pisar firme y conocer quien estaba a mi alrededor, debía tener mucho cuidado ahora que los ojos del grupo Ayatolá estaban encima de la corona, debía proteger a mi país, a mi familia y debía resguardar a Saravi, quien ignoraba todo este peligro inminente.
Ella era la más inocente de todo esto.
Preciso cuando ya logro despegar su cuerpo del mío, ella comienza a abrir lentamente los ojos hipnotizándome por completo, dejando mi mente en blanco. Su rostro se tiñe de vergüenza, y pasa de lo relajado a lo asustadizo como un gato acorralado.
—Buenos días… —saludo, entre tanto una sonrisa se forma en mi boca ante su expresión.
—Buenos días… —manifiesta insegura tapando su cuerpo desnudo con la sábana.
Pero es imposible que esa acción logre borrarme la imagen que ya grabé en mi memoria desde anoche. Es absurdo que se esconda de mí.
—¿Estás bien? —pregunto preocupado al ver que se remueve con quejido.
Saravi asiente en respuesta, enrojeciendo su cara de nuevo. Entonces decido romper una barra más.
Lentamente tomo su barbilla acercándome a ella, dando un beso cálido en su boca sonrosada y húmeda, aspiro su aroma mientras mis ojos se cierran de puro deleite, y justo cuando los abro, ella me observa con sus ojos almendrados haciéndome un millón de preguntas.
Entonces decido que comenzaré por responder a lo que ella quiera saber.
—¿Qué ocurre? Por tu mirada sé que quieres decirme algo…
—La verdad, sí, pero no sé por dónde comenzar —expone mirando ahora sus manos temblorosas.
—¿Te arrepientes de lo que sucedió? —pregunto con interés.
—No… no es eso, yo…, yo quiero hablarte de algunas cosas… y no sé cómo lo vayas a tomar…
El sonido de la puerta uno precipitado, hace que nos giremos alertados. Entonces me levanto y me coloco unos pantalones mientras consigo tapar más a Saravi de su desnudes.
Cuando por fin llego a la puerta, abro con cuidado y me sorprendo al ver que Basim tiene una palidez evidente.
Algo ha pasado… algo no está bien…
Saravi.
—¿Qué ocurre? —pregunta Kalil preocupado mientras que el hombre que está detrás responde unas palabras imperceptibles a mis oídos.
Por lo que pude entre ver, era Basim, y por los segundos que vi su rostro, no eran noticias buenas.
Justo cuando quería abrirme más al rey, justo cuando estaba pensando en la posibilidad de confiar más en él y dar rienda suelta a mi lengua, entonces nos interrumpen.
La puerta se cierra de golpe disipando mis pensamientos, y tomo la sábana apretándola a mí mientras que Kalil avanza agitado hacia el lugar.
—¿Qué pasa? —inquiero entre tanto observo como comienza a vestirse apresurado.
—Debo reunirme urgente con los generales… Parece que Borja ha sido atacado por el grupo Ayatolá… ¡Lo siento, Saravi! ¡Te explicaré luego de todo! ¿Está bien?
Mis ojos se abren ante la noticia. ¿Borja atacado? ¡Es una trampa! Borja no está de lado de la corona y Kalil piensa que ignoro totalmente el tema.
Me siento tan avergonzada.
Tan traicionera.
—¡Espera! ¡Por favor! —digo rápidamente tomándole del brazo. La sábana se me desliza un poco y Kalil me observa de inmediato oprimiendo su propio cuerpo. De forma rápida él desliza su brazo por el mío acercándose como un cazador por su presa.
—Dime… —dice pegando a mí su rostro.
—Hay algo que debes saber antes que vayas a la reunión —indico torpemente, mientras el corazón me cabalga salvajemente por el miedo de lo que diré, y por la cercanía de su cuerpo que me pone los nervios de punta.
—Hablaremos después de ello, ¿está bien? La situación es urgente, Basim no pudo contarme todo.
Sus palabras me desesperan a tal punto, que, si no decido ya mismo, me arrepentiré toda mi vida.
—Entonces iré contigo, estaré en la reunión. ¡Por Favor!
Su ceño se frunce al instante, pero al final solo asiente despegándose de mí para colocarse su camisa sin tener mucho decoro.
—No es de mucho agrado para mí que estés al lado de generales… pero eres la reina, puedes entrar cuando quieras.
—Estaré contigo… a tu lado —digo para calmar su preocupación. Pero la situación es que creo que mis palabras hicieron un poco más que eso, incluso veo satisfacción en su rostro.
Tengo miedo de hablar, no podré hacerlo aquí delante de todos estos desconocidos. No puedo.
El tiempo pasa lentamente mientras observo como todos piden su palabra sugiriendo a Kalil que rumbo seguir ante esta situación, lentamente veo las aspiraciones de aire que toma el rey frustrado, pensando y temiendo por la vida de Borja, desechando algunas ideas y tomando otras, al tiempo que niego varias veces, no sabiendo qué hacer ni qué decir.
Sintiendo una impotencia tremenda.
—Discúlpenme —me levanto en definitiva sin soportarlo más, y junto a mí, todos los del lugar—. Es necesario que yo misma salga a buscar al vizconde. Es necesario que todos trabajemos en estrategias para presentarle al rey ante estas desgracias.
Luego giro en dirección de Kalil.
—Ve… —dice tomando un poco mi rostro, creando murmullos en los presentes.
Quisiera abrazarlo, quisiera decirle que todo estará bien, ese rostro solo me causa rabia conmigo misma, uno que me hace sentir totalmente culpable.
Pero muy al contrario de lo que quiero hacer y decirle, asiento y toco su mano puesta en mi mejilla.
—Todo estará bien, esto pasará rápido… ya verás.
Una sonrisa es deslizada por su rostro de forma sincera y mantengo una reverencia hacia él para retirarme del lugar.
Mis lágrimas van saliendo lentamente arrastrándose por mi rostro al pensar que, en cuestión de segundos, todo puede irse al desastre si no actuó con inteligencia.
Lo que más me entristece, lo que más me mata, es que ahora mismo tendré que decidir, tendré que elegir entre la persona que pensé que era el amor de mi vida, y la otra “El rey”.
Pero es imposible que yo misma me mienta y evite saber que este último me hizo conocer otra Saravi diferente a la que yo conocía. Una que se pierde en su mirada, que se pierde en su voz y en sus manos, aquella que se olvida del mundo cuando la toca, cuando susurra cosas en su oído.
Esa que se admira de la belleza de su corazón, de su nobleza, de esa persona que nadie conoce, y que sin duda alguna si llegasen a hacerlo, no quisieran perderlo nunca.
Al llegar a la biblioteca encuentro al vizconde hablando fervientemente y con un tono preocupado con Hanna, entonces intuyo que ya saben lo que está sucediendo.
—¡Majestad! —pronuncian ambos al verme llegar.
—Saben lo de Borja… —afirmó observándoles, mientras que Hanna asiente.
Los labios comienzan a temblarme porque el llanto que tengo contenido se asoma de nuevo, quiero echarme a llorar en sus hombros para drenar y expulsar todos mis secretos contenidos que están matándome ahora mismo.
Entonces justo cuando voy a acercarme a ellos para pronunciar la primera palabra, un lacayo interrumpe mi acción futura.
—Mis señores, alteza… Mis disculpas. Una señorita está esperando ser atendida.
—Ahora mismo es imposible —explica Hanna restando importancia.
—Disculpe, mi lady, la señorita solicita la presencia del rey, pensé que estaba aquí mismo, pero me retiro para ir en búsqueda de él.
—¿De quién se trata? —curioseo antes que se retire frenando su caminar.
—Es la señorita Alinna Menen, su majestad…
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado