Saravi.
El paso que llevo es tan rápido que siento que mis pies no tocan el piso. La ira me va consumiendo cada que pasa un segundo. Es imposible no pensar lo peor en esta situación, por más que trato de salva guardar mis pensamientos y no dejar que mi corazón me traicione, no puedo dejar de condenar a Kalil por esa mujer que ahora mismo se encuentra reunida con él.
Llego hasta las inmediaciones de mi habitación y logro sacar a Nadia de sus ocupaciones para que vaya conmigo hacia uno de los jardines, porque para mí, es necesaria su compañía.
—¡Majestad…! ¿Qué ocurre? —pregunta alterada. Y no es para menos, yo llegué como un torbellino sin educación casi tirándole las cosas de sus manos, para que viniera conmigo al jardín.
—¡No que hacer, Nadia! ¡No sé a quién pedir ayuda!
Tengo reunidas todas las situaciones ahora mismo, me siento sola, sin mis padres, asustada con la amenaza de Mishaal; y justo para completar la visita de esta mujer en el palacio.
Es demasiado. Todo esto junto, es demasiado.
—No sé en qué pueda ayudarte —indica Nadia aterrada.
—Lo sé —respondo mientras mis labios vibran—. Estoy hundida por cualquier lado que vaya, Nadia, y realmente temo por lo que vaya a ocurrir en los siguientes días.
Mi dama se acerca al sillón del jardín y como de costumbre enreda sus dedos en mis cabellos, para tranquilizar mi estado.
—Creo que lo mejor es hacer lo que su corazón crea que esté correcto.
—Mi corazón ahora mismo no sabe lo que quiere —respondo enseguida.
—Pero sé que, ante toda su confusión, aún su corazón sabe qué es lo correcto —señala aquella niña sincera que creció junto a mí. Su mirada solo tiene sinceridad.
Lo que me lleva a sentirme más miserable de lo que estoy ahora. Por alguna razón quisiera estar en su posición y no en la mía. Por un momento quisiera desaparecer de todo esto y no tener que elegir un camino.
—Necesito a mis padres, exactamente a papá… ¡Los extraño!
Nadia asoma una sonrisa tomando ánimo para dirigirse hacia mí.
—Iba a darle la noticia, pero por obvias razones no pude. Sus padres llegan mañana al palacio, un lacayo me dio la información.
Mi rostro cambia de inmediato porque, aunque eso no resuelva la situación, de cierta forma un alivio enorme sé incierta en mi cuerpo al saber que al menos tendré un apoyo cercano en medio de todo esto.
—¡Gracias al cielo! —suspiro.
Entonces los latidos de mi corazón se suavizan un poco y logro respirar profundamente, cierro mis ojos dejando mi mente en blanco recostando mi espalda al sillón. Justo cuando empiezo a relajarme, escucho unos pasos apresurados haciéndome abrir los ojos al instante.
Es la presencia de Zura en el jardín, mirándome fijo.
—Señorita, déjeme sola con la reina —declara la madre de Kalil muy seria.
Asiento en dirección de Nadia, quien hace una reverencia y una sonrisa tranquila hacia mí. Suspiro ante su gesto haciéndole saber que estaré mejor. Y en todo este movimiento y en la salida de mi dama, la anterior reina se mueve por el jardín, como si danzara con su paso.
—Parece que no estás lidiando con la tensión, Saravi —comienza ella tan tranquila, como si la revuelta, y la mujer que ahora mismo se encuentra en el palacio, no fueran nada para mí.
—Al parecer no —indico en reproche.
La mujer por fin me encara tomando su posición de frente con el rostro totalmente serio y falto de la suavidad que tanto la caracteriza.
—Saravi, entiendo como mujer que no es fácil para usted haberse enterado de muchas cosas aquí que al parecer la afectaron más de lo esperado. Sin embargo, no vengo hablarle como mujer.
El rostro de Zura cada vez se hace más duro y tosco, a tal punto que parece que tengo en frente a una mujer totalmente desconocida.
—Lo único que pido, es respeto, señora…
—Y no he visto que se le haya faltado tal respeto que parece reclamar a diario —expulsa ella fulminante, dejándome totalmente enmudecida.
Quiero responderle, pero ¿qué le diría? He sido impertinente en algunos casos, lo sé, no tengo argumento alguno ante su actitud. Parece que está furiosa por mi manera de responder. Pero lo que no sé es… ¿A qué situación?
¿A la revuelta? ¿A la visita de Alinna?
—Dígame por favor, ¿qué la tiene tan enojada? —logro preguntar, manteniendo mi postura.
—Es claro, que es su actitud
—¿Mi actitud?
—Todo el palacio sabe sobre sus berrinches ante la presencia de Alinna, Saravi. Todos en el palacio saben que usted en vez de estar apoyando a mi hijo en esta tragedia que está pasando Angkor, al contrario, usted está poniendo peso negativo en sus hombros, atormentándolo por la presencia de una mujer.
Pero… ¿Qué?
—¡Discúlpeme! Pero usted no sabe…
—¡No he terminado! —su voz se alza cortando con mis palabras. Realmente la mujer está enfurecida—. ¡Usted es la reina! ¡La soberana de este país!, le pido compórtese a la altura de lo que su cargo amerita y dele al rey soluciones y no problemas.
¡Esto es el colmo! Sé que mi conducta no ha sido la mejor, sé que debería estar ayudando al rey en asuntos que realmente requieren prioridad. ¡Pero son un humano ante todo! ¡Soy de carne! Y siento cada cosa con la mayor intensidad que a mí se me pueda dar la gana. Nunca esperé esta reprimenda y menos por la madre del rey.
Quizás la impresión de sus palabras, que sé, algunas son ciertas, me esté dando las cachetadas que merezco ante todas mis malas decisiones. Pero tampoco voy a condenarme por haber puesto mi confianza en las personas incorrectas.
—Vizconde, usted tan formal como siempre.
Sus labios forman una sonrisa ante mi juego, entonces él comienza a hablarme de algo, pero sus palabras se me agudizan, se me hacen lejanas cuando veo que Kalil está hablando muy bajo apartado de todos los demás, con Alinna.
El rostro de Alinna parece suplicante, como si estuviera diciéndole algo que le duele profundamente, mientras que el rostro del rey, en cambio, es más de preocupación, puedo observar cómo frunce el ceño tal vez compadeciéndose de su acompañante.
¿Será posible que yo logre soportar al menos una hora en este lugar?
—Sería bueno que regresara, daría tranquilidad al pueblo, ¡Que usted vaya a otras aldeas!, que se presente ¿Qué dice?
La persuasión bastante interesada de Fais me vuelve al salón.
—¡Disculpe, Fais! He perdido el hilo ¡Lo siento! —digo tratando de quitar la mirada de la pareja.
—Le decía que he estado pensando que debería visitar más las aldeas y al pueblo, las villas, majestad, ante esta situación que está pasando, lo mejor es que el pueblo la vea, usted les dará un poco de tranquilidad.
—Es buena idea, no podemos doblegarnos y encerrarnos en el palacio, eso haría parecer débil a la monarquía ante los rebeldes —expongo entendiendo el plan de Fais, y de vez en cuando observando hacia un rincón del salón.
Kalil no ha percibido mi llegada, de hecho, no repara en la presencia de nadie más, parece que la conversación lo tiene ensimismado en solo las palabras de Alinna.
Recorro la vista para fijarme ahora en Hanna quien de forma casi imperceptible se dirige miradas con el general Basim, quien al ver la observación de ella le devuelve el gesto con reproche y bastante reclamo.
¿Por qué? ¿Qué tiene que ver el general con la hermana de mi esposo?
Un carraspeo bastante conocido me altera aún más los nervios, y la acción me hace pegarme a Fais buscando protección.
—¿Cómo la trata el palacio? —La pregunta de Umar suena cínica entre tanto su rostro asoma una sonrisa.
Fais disimula su enojo ante la forma de hablar del anterior rey y su forma grotesca de dirigirse hacia mí. Tomó aire y coloco la mejor cara que tengo.
La de antipatía.
—¡Muy bien! ¡Cómo debería tratarse a la reina por supuesto! ¿Y usted como se ha sentido, Umar? Imagino que no ha sido fácil pasar a un segundo plano.
El rostro iracundo de Umar palidece al instante mientras que su mirada va de Fais hacia mí. Por otra parte, el vizconde reprime sus labios ocultando la satisfacción que le ocasionó mi respuesta. Pero de un momento a otro el semblante del hombre cambia asomando una gran sonrisa, como si de pronto le hubiesen dado una enorme noticia.
—Bueno, es verdad, no ha sido fácil, sobre todo porque veo mucha incompetencia en mi hijo hasta ahora. Pero no quiero hablar de eso mi querida Saravi, más bien quería aconsejarle en que se apresure en darnos herederos, ya que si usted no lo hace, otras aparecerán con nietos míos, buscando que les reconozca su heredad. Y eso, eso sería algo terrible para la corona —dice riendo a tal punto que se desplaza de inmediato colocando su mano en el hombro de Fais, dando leves palmadas mientras se va definitivamente.
Necesito paciencia con este hombre, y sobre todo valentía para enfrentar todo lo que me espera.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado