Matrimonio Forzado romance Capítulo 27

Luego de unos minutos, logro tranquilizarme por completo en los brazos de Fais, quien mantiene un agradecido silencio desde que me recogió en el suelo. Pará él debió ser una impresión ver a la mujer que en teoría debería mantener la compostura y dar ejemplo a los ciudadanos, en esta condición.

—Pediré un té, deme un momento —dice mientras se levanta y yo asiento levemente.

Luego de que regresa al minuto, se sienta nuevamente a mi lado para mirarme fijamente.

—¿Qué ocurrió para que la perturbara de esa manera? —pregunta tomándome de las manos.

—Una vergüenza… Algo que sin duda alguna destrozará a la familia…

—Puedes decirme, la familia Sabagh es como si fuera mía —dice pasando su dedo por mi mano pareciendo una caricia paternal.

—Fais… Estoy en serios problemas, hay algo que debo hablar con el rey, algo que me costará la corona… —su semblante va adquiriendo un color más pálido al escuchar mis palabras—. Pero hoy he visto algo que sin duda alguna aumentará mi tragedia. Estaba buscando a mi padre, necesito hablar unas cosas con él, cuando escuché unos murmullos en aquel salón que es poco transcurrido.

—Sí, sé cuál es, Umar suele fumar puros de vez en cuando en ese lugar.

Asiento.

—Pensé que la habitación contigua de ese salón era para guardar cosas viejas, pero el ruido venía desde allá así que fui a ver que sucedía, ya que escuchaba a una mujer… Usted ya sabe…

Fais baja la cabeza lentamente para confirmar y yo proseguir.

—Era el padre de Kalil, Fais, era Umar junto con mi madre y usted ya sabe el resto —digo colocando las manos en mi rostro para tapar la vergüenza y no ver la mirada del vizconde.

—¡Por Dios! —Escucho como exclama para ponerse de pie al instante—. ¿Y usted que hará mi reina?

—No sé cómo pueda decir este tipo de cosas Fais, pero por supuesto que se lo diré al rey, primeramente.

—Es lo mejor, majestad, usted no puede ser cómplice de nadie, así sea su misma madre, y perdone que se lo diga de esa forma.

—No se preocupe, lo único que sé vizconde, es que… —la voz vuelve a cortarse dentro de mi garganta—. Esto destruirá a muchos, y matará a mi padre… Lo matará.

—No se ponga así Majestad —dice nuevamente abriendo la puerta de la biblioteca para buscar alguna dama, pero parece que no hay ninguna. Entonces viene hasta mi sitio y toma nuevamente mis manos—. Es mejor que hable con el rey lo más pronto posible y que le diga la verdad.

—Fais… Kalil no perdonará. No este tipo de traición…

—¡¿Entonces es verdad?!

No sé en qué momento, tampoco sé de qué verdad está hablando la mujer que acaba de entrar a la biblioteca, pero hay algo en el rostro de Alinna que declara victoria, es como si de un momento a otro su rostro lleno de tristeza y preocupación con el que llegó al palacio hubiese cambiado por completo, como si en este preciso instante estuviese ocurriendo la noticia más feliz de su vida.

Fais se coloca en pie lentamente con el ceño fruncido, incómodo por la intromisión de la mujer. Yo me levanto imitando el gesto un poco confundida por las palabras de esta mujer.

—Señorita Alinna, me parece una impertinencia que usted llegue de esa manera. ¡Usted está en presencia de la reina y debe ser reverente!

El rostro de la mujer no se inmuta en lo absoluto, de hecho, una media sonrisa logro divisar en ella. ¿Es acaso ironía?

—¡Oh perdone, real majestad! —dice haciendo un mohín burlesco, junto a una grosera reverencia—. Pero ahora mismo no tendrá reverencia de mi parte, ni usted ni de este traidor.

—Pero ¡¿cómo se atreve?! —Reprendo mientras la ira se apodera de mí—. ¡Salga ahora mismo de aquí!, ¡Ya mismo! En cuanto pueda iré a dar la orden a que usted abandone este palacio, y no me importa cuán amiga de la familia es…

Alinna cruza los brazos y la paciencia llega hasta mi límite, no sé qué tiene esta mujer ni lo que intenta hacer, no entiendo su conducta en absoluto. Pero ahora mismo la quiero fuera de mi vista.

—¡Lacayos! —dice en grito Fais y en cuestión de segundo aparecen dos hombres de servicio.

—No se preocupe —se defiende Alinna alzando los brazos—. Ya me voy. Y por cierto ustedes dos ¡Prepárense!

Nos miramos consternados sin entender una sola palabra de Alinna, tan confusos en el hecho que pasó hace unos minutos que el llanto que tenía se ha ido por completo para dar paso a la impresión del momento.

—Vizconde, antes de que me vuelva loca buscaré a mi padre, si el rey llega, dígale que le estoy esperando.

El hombre asiente con una sonrisa y yo salgo de la biblioteca con muchas incógnitas en mi mente.

¿Qué se trae Alinna? ¿Por qué nos llamó traidores? ¿Escucharía mi conversación con Fais acerca de mamá?

La mente me da vueltas mientras doy unos pasos apresurados, ganando tiempo hasta que llegue mi esposo. Justo como imaginé al llegar al jardín estaba mi padre sentado mirando hacia el horizonte. Pero hasta que me acerco lo suficiente veo que tiene la compañía del hermano de Kalil.

Kader.

—Hola.

Los dos se colocan de pie haciendo una reverencia.

—Me parecen excelentes tus ideales, quizás en otra oportunidad pasemos al otro punto —le dice mi padre al joven que solo me observa de forma extraña.

Aunque ya no me parece raro en él, porque Kader y yo nunca hemos congeniado, y si le he escuchado la voz dos veces, sería mucho.

El príncipe se retira por fin, dejándome sola con papá y en el instante lo observo con premura.

—Te busqué en la mañana, pero te prohibieron ser interrumpida.

—Lo sé, papá, Kalil le dio la orden a Nadia.

Él asiente.

—¿Pudiste pensar en algo? —pregunté.

Realmente los nervios están matándome en este momento, pareciera que es una declaración de su amor por mi esposo, pareciera que dirá algo que sin duda alguna afectará nuestra estabilidad como pareja.

—Sé que me lo pidieron, entiendo que tenían que estar de su lado, pero me es imposible callar a tan alta desagracia y traición por parte de ella —expresa la mujer un poco alterada, señalándome con su dedo.

Hanna se levanta al mismo tiempo que el rey, Kalil luce enfadado, pero su expresión no va hacia mí sino hacia Alinna.

—¡Ya basta! ¡No puedo creer que sigas con eso! ¡Te pedí que no hicieras un comentario más sobre el tema y no solo con eso osas con hablar así de la reina frente a todos!

—¡Pero, Kalil!

—¡Retírate ahora mismo del palacio, Alinna! —exclama Hanna, mientras lo demás susurran unos con otros no entendiendo nada de lo que está ocurriendo.

¿Kalil y Hanna ya sabían lo de su padre? ¿Por qué no estoy entendiendo nada de esto?

Papá me mira confuso y mi madre observa nerviosa la reacción de todos en silencio. Si ella no estuviera involucrada en el asunto, estoy segura de que estuviera como una lora hablando sobre el tema y siendo impertinente.

—¿De qué se trata todo esto? —pregunto al rey un poco más bajo, mientras él niega varias veces hasta que habla nuevamente.

—Retírense todos por favor, Hanna, tú quédate…

Poco a poco y algo confusos van saliendo del salón, Zura intenta acercarse, pero Kalil le hace un ademán de que luego hablaran con más calma. En el salón solo queda Basim, quien no deja al rey en ningún instante, Hanna que se ha sentado con las manos en la cara preocupada y Fais quien al estar ya de salida es interrumpido por Alinna.

—Deberías tener la suficiente valentía y respetar a tu rey diciéndole la verdad.

Fais da la vuelta para observarla con cierto enojo, entonces decido que es el momento de decir algo.

—¿Cómo puedes faltarle el respeto así al vizconde? ¿Qué es lo que te pasa? —interpelo.

—Alinna… ya has rebasado mi paciencia, te juro que no pisaras más nunca este palacio.

La voz dura del rey hace que la mujer rompa en llanto de una forma extravagante, haciendo que Hanna se levante de inmediato para tratar de hacer algo.

—Sé que me lo dijiste, entiendo que debía callarme ante las sospechas —sigue ella dirigiéndose a Hanna, pero, todos la estamos escuchando muy claro—. Hoy estaba buscando al rey para despedirme y al entrar a la biblioteca escuché muy claro cuando la reina le decía al vizconde que Kalil jamás iba a perdonar tal traición.

De forma repentina todos los ojos del salón se van hacia mi lugar, mientras mi pecho sube y baja a desmedida.

—Yo jamás haría algo que te hiciera daño —vuelve a decir mirando al rey—. Es una gran verdad que la reina fue vista por las tierras del grupo Ayatolá, Kalil ¡Debes creerme!

—¿Ayatolá? —Pronuncia Fais aterrado—. ¿El grupo sublevado?

Mi garganta se comprime al máximo, incluso el aire esta siendo demasiado denso ahora…

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