Saravi.
Mi sentido de libertad se ha vuelto un fracaso, un deseo vago que se apoderó de mi desdicha, ese mismo de querer romper con la estructura elaborada en la que nací; aquellas ganas inmensas por querer demostrar justo como soy y la Saravi real que quería mostrar, me han llevado a estar donde estoy y en la condición en que me encuentro.
Estaba agonizando poco a poco, estaba rompiéndome por dentro, lo podía sentir cada minuto en que mi mente generaba un pensamiento mientras que mantenía una coraza para no derrumbarme a quien sea que estuviera frente mi.
Pero lo peor, lo peor era esa sensación de impotencia y desesperanza.
A ciencia cierta pienso que la tristeza nos concilia con la realidad, esta era mi realidad desde hace mucho, solo que no tuve la oportunidad de palparla como ahora.
Llevo prácticamente una semana yendo y viniendo por inercia de la pequeña habitación a una parte desolada de jardín y viceversa, comiendo sola o tratando de hacerlo, con la zozobra, con el desánimo y la duda preguntándome al final:
¿Qué harán conmigo?
Mis padres fueron echados del palacio el mismo dio de los hechos, Nadia fue separada de mí, lo cual es un constante sufrimiento no saber que hicieron con ella. La madre de Kalil, Zura, entró una vez a la habitación para darme una bofetada y escupirme varias veces a la cara sin medir palabras hacia mí.
Nada he podido hacer para mi defensa, en ningún momento se me ha dado la oportunidad de hablar al menos para sacar de culpabilidad a mis padres y a Nadia, y eso me tiene desecha la existencia.
Por no sé cuanta vez voy al jardín por el día de hoy tratando de respirar un poco de aire y no sucumbir a la tristeza que me ha embargado el alma, puedo asegurar que hasta el aire me pesa y no es para menos, he pasado la peor semana de mi vida.
Escucho un chasquido, como si alguien llamara a un animalito para que coma su comida, y me es extraño, ya que no he visto a casi nadie rondar por estos lados del palacio. Por las noches la guarda del palacio aparece haciendo algunas rondas —imagino que por mí—. Y en el día solo algunos lacayos cuando vienen a dejar mi comida o cuando hacen limpieza en algunos lugares.
Giro en varias direcciones sin lograr ver de qué se trata el ruido, hasta que en algún momento una roca es lanzada en mi dirección cayendo a unos metros de mi distancia.
Rápidamente me acerco al ver su extrañeza, y en efecto, dicha roca está envuelta en un papel, que quito rápidamente. Sin embargo, cuando voy a abrir la hoja para ver el contenido, las pisadas que rechinan en las hojas secas de la grama, me hacen envolver el papel y esconderlo en alguna parte del vestido.
Ahora mismo no puedo fiarme ni de mí misma.
Giro lentamente sin crear algún indicio de sospecha, pero ver ese rostro ahora mismo después de una semana, me causa gran impresión y vergüenza.
—¿Hanna? —pregunto con duda y recelo.
—Hola, Saravi… —responde de forma muy seca, sin ningún ápice de afecto es su bonito rostro.
Luego del saludo ella da unos pasos recorriendo el lugar lentamente, observando con gran desagrado su alrededor para tomar un leve suspiro y dar vuelta hacia mi dirección nuevamente.
—En dos días aproximadamente nos reuniremos con el rey para que él dictamine lo que se hará contigo —dice mirándome fijo esperando una reacción mía.
Yo sostengo su mirada sin decir una sola palabra, solo observando su actitud hacia mí, que sé, es fingida. La Hanna que yo conocí sabe exactamente que nada de lo que pasó lo hice por alguna causa mórbida.
De un minuto a otro Hanna quita su actitud plena y tranquila para tomarme de los brazos y acércame más a ella un poco más aturdida.
—¿Por qué? ¿Cómo nos hiciste esto? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
Las lágrimas bajan por sus mejillas sin control alguno, mientras que mi garganta se oprime nuevamente. Pero yo ya no tengo más lágrimas para derramar, ya no hay más en mis ojos para seguir expresando mi oscuridad, y la verdad, aunque pudiera, simplemente ya no quiero hacerlo porque estoy en un punto que me duele esa acción sencilla.
Me duele seguir llorando.
Poco a poco voy tomando sus manos para despegarlas de mis brazos lastimados. Tengo varios moretones en ellos, Basim no fue nada sutil con ellos y los lacayos presionaron por largo rato mi piel mientras me encaminaban a la nueva habitación.
Hanna desvía su atención a ellos, y su mirada expresa terror al ver los moretones, la verdad es que el color morado y verde en algunas partes de ellos lo hacen ver peor de lo que se siente.
—No se me han dado la oportunidad de hablar, Hanna —digo por fin logrando captar su mirada nuevamente.
—¿Crees que a pesar de todo lo que ha pasado, mereces tal cosa?
—Sí, todos merecemos una oportunidad, hasta yo la merezco… tú la mereces también, todos la merecemos.
Sus ojos se abren en impresión y sé justo lo que piensa. Ahora mismo cree que estoy echándole en cara lo que me confesó. Pero no.
—¿Qué quieres que pensemos ante todos los sucesos? ¡Tú misma lo dijiste!, viniste con el propósito de derrocar la monarquía.
—Así es, ese era mi objetivo —digo cansada—. Pero todo eso cambió desde el primer día que los conocí a ustedes, Hanna, cuando te conocí a ti, cuando conocí a Kalil, y cuando me di cuenta de que yo había sido informada de una mentira.
Rápidamente ella se despega de mí negando varias veces ante mis palabras.
—Es muy difícil creer en ti —dice distante—. De hecho, estamos esperando que des tu siguiente paso —entonces yo sonreí sarcásticamente—. Solo ten por seguro que el bien siempre triunfa sobre el mal, Saravi.
Sus pasos me dicen que Hanna se retira, pero antes de que ella se vaya completamente yo hago un esfuerzo sobre humano para recomponer toda mi fuerza, pisar el poco orgullo que me queda y tocar hasta la última opción.
—Te suplico intercedas por mis padres… —digo cayendo de rodillas muy cerca de ella—. Mi dama de compañía… Nadia, apenas es una jovencita, ella no tiene la culpa. ¡Por favor! Nadie tiene que pagar por mis errores. ¡Por favor!
Solo la mención de su nombre hace que el corazón se me salga del pecho. Mi cuerpo no sabe de dignidad ni mucho menos de modestia para reaccionar de esta forma.
El enojo comienza a sucumbir, conozco la sensación, ya llevo días teniendo todo este caos y confusión. Cuando se entremezclan todos los sentimientos y llego al borde de la locura.
—¿Por qué fuiste a verla? —pregunto dándole la espalda para tomar la botella y beber directo del pico.
—Necesitaba hacerlo, yo… a pesar de todo sé que hay algo detrás de todo esto, Saravi… —la voz se le quiebra mientras la irritación se apodera de mí.
—¡Ya basta! ¿Aún no lo ves? ¿Aún no entiendes que ella quiso hacerlo por su voluntad? Hanna, yo lo supe desde el principio, ella estaba involucrada sentimentalmente con un hombre perteneciente a los rebeldes, por eso hizo todo esto. ¡Lo hizo por él!
Aunque sea un bastardo por pensar solo en eso día y noche, aunque sea inmerecido de mi país, esa es la verdad, en vez de preocuparme más por la traición al reino, mi mente está estancada en ese hecho. En el que Saravi hizo todo esto por amor a un hombre, un hombre que quizás también compartió su cuerpo conmigo solo por querer un puesto en el reino.
Yo jamás podría concebir el entregar a Saravi a otro hombre, jamás podría planear con ella la relación con otro hombre, nunca podría soportar algo así.
Solo de pensarlo me dan ganas de matar a ese maldito con mis propias manos, solo de pensar nuevamente mi cuerpo quisiera morir y explotar ante todo lo que se me arremolina en la mente.
De un arrebato tomo la botella y la estrelló contra la pared, de forma violenta comienzo a dar bastos puñetazos en ella. Los gritos de Hanna suenan agudos y lejos, tal vez el ardor en mis nudillos y en mis manos maltratadas me alejen del dolor que estoy sintiendo por dentro.
—¡Por favor! ¡Por favor, hermano! —suplica Hanna mientras sus manos están alrededor de mi cintura.
No sé en qué momento entró, pero Basim se pone entre los golpes que estoy dando a la pared y yo para tomarme a la fuerza y dejarme un poco inmovilizado mientras mi hermana llora desesperada.
—¡Ya basta! —dice Basim mientras mi cuerpo es escurrido hasta caer al suelo.
Hanna se arrodilla para tomar mis manos, y al ver las suyas me doy cuenta de que están ensangrentadas.
—Llevémoslo a la habitación, pediré que le den algo para que duerma.
—¡No, Hanna, no quiero dormir!, yo necesito seguir, ¡Déjame!
—No, majestad, iremos a su habitación y usted descansará. Lo necesita, mañana hablaremos —responde el general.
No me queda de otra que dejarme llevar, realmente creo que necesito un descanso y sé que dormido no pensaré más y eso es lo que realmente quiero. Quiero borrar a Saravi de mi mente y de mi corazón para siempre…
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