Matrimonio Forzado romance Capítulo 30

Kalil.

Lentamente abro los ojos mientras una punzada traspasa mi cabeza burdamente. Llevo las manos a mi frente mientras me siento con cuidado para minimizar el latido que se incrustó en mi cabeza.

El ardor en mis nudillos hace que abra los ojos completamente y los centre en mis manos. No sé en qué momento sucedió, pero ahora mismo tengo vendas en ellas. Aspiro fuertemente el aire, estoy realmente jodido, no me bastaba con tener todo por dentro destruido para completarme con esto.

Es una vergüenza.

Pero los toques de la puerta me alertan de inmediato, tomo la sábana para tapar un poco mi cuerpo, ya que estoy completamente desnudo.

Entonces el rostro de la persona que menos quiero ver en estos momentos se asoma en la puerta.

Alinna.

—Hola —dice con toda la dulzura sobreactuada—. ¿Cómo amaneces?

—Estoy bien…

—¿Quieres que pida un desayuno para ti?, tal vez no saben que despertaste y…

—No, Alinna, no deseo comer nada.

—Pero no has comido bien.

—No importa, ¿necesitabas algo? Debo ir al baño, luego tengo cosas que hacer.

Su rostro luce desanimado, incluso siento pena por ella. Debería estar agradecido y rendido a sus pies por lo que hizo. Pero simplemente no puedo.

Respiro lentamente tratando de remediar un poco mi actitud.

—Lo siento… sabes que ahora mismo hay mucho por hacer aquí, estamos a la deriva de cualquier ataque y mucha gente inocente pagando por lo que no tiene.

—Lo sé, no te preocupes por mí, solo… Kalil tú me preocupas, no quiero que nada te pase —dice acercándose hasta tocar la cama en donde me encuentro.

Esta cama en la que Saravi y yo compartimos.

—Gracias, Alinna, sé que hablas con verdad, ahora si, por favor, necesito asearme.

Pero justo cuando me levanto con la sábana enrollada, ella se acerca colocando sus manos en mi pecho.

—Déjame ayudarte, deja que te recuerde el pasado en el que tú sentías por mí.

—Alinna…

—Por favor, Kalil, déjame aliviar tu dolor… —dice en susurro cerca de mis labios.

Entonces ella me envuelve con sus brazos para sellar mi boca con la suya tratando de expandir su beso, pero mi boca permanece cerrada. Por más que quisiera tomar a Alinna, por más que deseo hacerlo, no puedo, no siento nada con su piel, ni con sus caricias. Y eso me enoja.

Lentamente despego su cuerpo del mío mirándola fijamente.

—Lo siento, por favor, márchate —le digo sinceramente, mientras que una lágrima baja por su mejilla para finalmente irse de la habitación.

Bufo ante la irritación que me provoca el momento y termino por ir directo a la regadera abriendo el grifo. Dejo como el agua templada estremezca mi cuerpo provocando cierto descontento en varias partes de él.

Las vendas se mojan y las retiro mientras maldigo bajo, entonces coloco mi frente en la baldosa para dejarme ir y drenar todo lo que necesito drenar. Al menos debajo del agua no me avergonzaré de las lágrimas que harán más cruel el nudo que se ha instalado en mi garganta.

Luego de un rato en la habitación, decido porque estoy listo para salir y enfrentar un nuevo día, tengo una conversación pendiente con mi madre que he postergado por varios días, necesito ir al centro de Angkor y también quiero ponerle fin a esta situación y reunirme con la gente necesaria para decidir que se hará con Saravi.

Justo cuando tomo la manilla para salir esta es alada por fuera. La suelto lentamente hasta que un lacayo aparece frente a mí haciendo una reverencia.

—Majestad, perdone que le quite el tiempo. Pero la rei… —se detiene de golpe y aclara su garganta—. La señorita que está aislada en el ala sur del palacio, dice que es urgente que hable con usted.

De un tirón quito al lacayo de mi camino.

—Dígale que yo no hablaré con ella hasta que se dictamine una sentencia, no tiene derechos de pedir nada —respondo caminando.

—Lo sé mi señor, eso mismo le dije hasta que me enseñó esta nota.

Me detengo en seco al escuchar las palabras del lacayo.

—¿Una nota? ¿De qué se trata?

El hombre nervioso la saca lentamente mientras en su mano hay una hoja doblada, parece untada de tierra y me la entrega.

—Puede retirarse— le ordeno.

Entonces espero que el hombre se vaya y rápidamente abro la hoja para leer el contenido de dicha carta.

“Sé que herí tu corazón al ocultarte algunas cosas, entiendo que muchas de ellas jamás las entenderás, pero en la guerra se vale todo, Saravi. Te escribo estas cortas palabras porque sé que en estos momentos no estás pasando muy bien tu estadía en el palacio, sé que tu vida peligra y lo peor de todo es que es por nuestra causa. A pesar de todo y a pesar de muchos malentendidos no dejaré que te hagan daño, solo espera que yo iré por ti.

Mishaal Rezhac”

¡Mishaal Rezhac!

Basim se acerca cauteloso para leer a la par, mientras veo como cada segundo que pasa sus rostros cambian dejando que la palidez ahora se expanda en sus caras.

Basim pasa la nota a Fais, quien aún desconoce la situación a la vez que mi hermana lo observa de una forma bastante avergonzada.

—¿Cómo obtuviste esta nota? —pregunta Hanna alterada.

—Saravi me la envió con un lacayo.

Los ojos de los presentes se abren ante la impresión sin gesticular palabra.

—Dijo que necesitaba hablar conmigo —vuelvo a decir—. Necesito escuchar lo que ustedes tienen para decir, porque no quiero esperar más para dictaminar que se hará con ella.

—Creo que será mejor que hable con ella, aquí solo podemos dar suposiciones —dice Fais tan serio como nunca.

—Puede que ella esté armando una trampa… —agrega Basim.

—Creo que no es así —repone Hanna—. Todos conocemos a ese hombre, es de armas tomar, tal vez, también la engañó.

Un silencio casi palpable se instala en el salón, nombrar a ese hombre entre nosotros nos toca fibras bastante delicadas. Y ya que sabemos quién es la mente de toda la sublevación, es momento de actuar con todo el peso de las armas.

Mishaal Rezhac era la anterior general, la mano derecha de mi padre, aquel quien desde ese tiempo se había declarado mi rival. Ahora puedo entender mucho de este alzamiento, ahora puedo saber con claridad a qué se refería cuando hablaba de que su guerra era personal. Esta situación fue creada desde hace mucho tiempo por mí mismo padre, al rivalizarnos en preferencias; lo que no sabía era hasta qué punto podía llegar.

—¿Cómo es posible que Saravi coincidiera con ese hombre? —pregunta Fais cortando con los pensamientos de todos, e incluso yo me hago la misma pregunta.

—Fais tiene razón hermano, hay algo que no encaja, lo mejor es que hables con ella, luego de eso podrás informarnos y tomaremos una decisión.

—Debe ser cauteloso, no podemos fiarnos de ella —recalca Basim, mientras que finalmente me coloco de pie.

Asiento lentamente pensando: «¿con qué fuerza me pondré delante de ella?»

Intento hacerme a la idea de que tendré que colocar todo mi empeño para no acercarme mucho. Necesito por todos los medios equiparme de una coraza lo suficientemente resistente, para que no pueda al menos sentir su olor.

—Comeré e iré, quiero unos minutos solo… Por favor.

—Solo pediré que esté la comida aquí y me retiraré —refuta Hanna, y los demás abandonan la sala.

Y todo sucede tan rápido que ni siquiera degusté la comida. Era imposible pensar en eso en estos momentos donde literalmente tenía en tensión cada músculo de mi cuerpo. Caminaba a paso seguro, pero lo hacía lento, necesitaba tomar todo el aire posible, ella no podía ver debilidad en mí. No lo haría.

Cuando llego al ala sur del palacio, entiendo que de verdad este espacio es supremamente solitario, así que doy unos pequeños toques en la puerta y me preparo para lo peor…

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