Matrimonio Forzado romance Capítulo 45

Saravi.

Capullos de nieve caen lentamente sobre el mar de grama verde que acompaña el palacio. El aire frío, ese que anuncia el fin de la temporada del año comienza hacer mella en mi cuerpo frío que ha estado desde hace horas contemplando el paisaje.

Pero no quiero moverme de aquí. No por ahora.

A pesar de que el sol está en su punto de apogeo, no logro calentarme con su débil rayo que trata de inmiscuirse en las nubes grisáceas arropando el día. Un largo suspiro se ha apoderado de mi cuerpo, mientras los leves recuerdos vuelven a mí tratando de conectar todos los puntos que necesito para comenzar mi nueva vida.

Aquella que inicio, solo hace unos meses para mí.

—Mi lady… Aquí tiene su té —la dulce voz de mi dama, Samira, quien ha sido de gran compañía en este último tiempo, hace que gire hacia y esboce una sonrisa aceptando la tasa.

—Gracias… Siéntate conmigo.

Samira asiente dejando la bandeja en una mesilla para proceder a realizar mi petición.

—El aire ahora está muy frío, ¿no cree que debería entrar?

Niego varias veces.

—No te preocupes, cuando sea necesario entraré —explico hacia ella, sin resolver su preocupación.

Realmente todos aquí en el palacio se han preocupado por mí de forma extraordinaria, la atención que han tenido para con una desconocida que no recuerda ni su propio nombre, ha sido más que suficiente para mí.

Y eso lo agradeceré por el resto de mi vida.

Mi mente vuelve a trasladarse aquel día en que mis ojos se abrieron y despertaron en una amplia habitación, a la vez que varios ojos se posaron en mi sitio interrogante.

No sabía dónde estaba, ni quién era, tampoco conocía a las personas que me observaban esperando una palabra mía. Solo llevé mi mano a la frente en donde provenía un dolor latente. Mis dedos tocaron ciertamente un raspón que me ardió al sentir el tacto, tenía un golpe en la cabeza y la mente aturdida.

«¿Cómo llegué aquí?», recuerdo haber preguntado asustada, entre tanto un dolor fuerte se incrustaba en mi vientre, moví las piernas quitando la sábana que me arropaba, podía sentir la humedad que corría por ellas lentamente, entonces vi como la cama se teñían de sangre, lo cual dio una cadena de alarma desde mi persona hasta los presentes.

Allí comencé a recibir información, la poca información que podrían darme, relatándome desde lo que podían o conocían hasta el momento para percibir si podía recordar alguna cosa.

Un hombre que asemejé era un médico se acercó cautelosamente para proceder a darme una leve explicación mientras mis manos agarraban las sábanas ensangrentadas, tratando de protegerme de no sé qué:

“La encontramos en los límites del bosque de nuestro país Yomal. Nuestros soldados deambulaban por el lugar hasta que la encontraron tendida entre los matorrales, usted tenía un golpe muy fuerte en la cabeza y… Cuando la examiné, llegué a la conclusión de que estaba embarazada.”

Un escalofrío me recorrió el cuerpo entre tanto las lágrimas comenzaban a inundar mi rostro; una mujer, Samira, que para entonces desconocía, se acercó delicadamente envolviéndome en sus brazos para consolarme a pesar de que ninguna sabía de la otra. Era evidente que en ese momento en que desperté, la mancha de sangre y el dolor que sentí en el vientre, dejaban claro que había tenido una pérdida.

«¿Cuánto tiempo tengo aquí?», fue mi siguiente pregunta, quería saber más de mí y de mi situación.

“Unas cuentas semanas señorita, lamento que haya tenido la perdida, nadie ha preguntado en Yomal por usted, ni por el bebé, ninguno de los cortesanos en los límites de nuestro país la reconoce, así que el rey Omer Bozkurt ha pedido que usted sea instalada en el palacio hasta que despierte y puedan hablar”

Fue un día desesperante definitivamente, trasladarme a esos momentos donde no sabía si creer, correr o simplemente dejarme morir, rondaban por mi cabeza. Eso sumado a la constante pregunta que no dejaba de martirizarme día y noche. ¿Cómo podía haber llegado a este estado?

¿Cómo podía estar yo tendida entre los matorrales estando embarazada? ¿Cómo podía el padre de ese bebé saber esta situación y no haber hecho una búsqueda? ¡Ni siquiera en todo este tiempo llegó alguna persona preguntando por mí!

Nadie.

Luego de un tiempo de inestabilidad, resentimiento y confusión, la pérdida del bebé, lo único que me quedaba en la vida, me sumí en una profunda tristeza e innegable depresión. No me quedó otra cosa que, que, si recordar era llegar al comprender que mi pasado era así de oscuro, preferiría quedarme sin memoria.

Por muy duro que se escuchara.

Después de una recuperación lenta y muy atendida por estas personas, comencé a entablar una relación con la gente que aquí vivían, principalmente con el rey de Yomal.

Omer Bozkurt.

Al principio temí por su autoritaria presencia, Omer es un hombre que sin duda alguna emana superioridad y eso me intimido en gran manera. Pero su forma cariñosa, y su interés por mi bienestar me hicieron sentir tranquila. Porque era paz lo yo que necesitaba, mi mente no era clara, ni esos recuerdos confusos que a veces venían sin ningún tipo de prevención.

Una de las cosas que me dejó aceptar su ayuda y mi estadía aquí en el palacio fueron las palabras de Omer que aún siguen latentes en mí:

“Lamento lo del bebé… Yo lo hubiese querido y protegido como si fuera mío”. Esas palabras sin duda alguna hicieron que mis muros se cayeran y pudieran confiar, hasta el punto de agradecerle mi vida completa por todo lo que estaba haciendo por mí.

Después de unos meses de mi recuperación, y de que definitivamente estuviese más tranquila, Omer llegó al palacio con algunos legisladores sonriente mientras yo me moría por la curiosidad:

“Es hora de elegir un nombre, desde hoy serás hija de Yomal, ciudadana legal de este país.”

«¿Un nombre?» pensé un poco aturdida. No tenía idea que como podía llamarme de ahora en adelante, nada salía de mí para darle continuidad a mi vida y dejar atrás toda la oscuridad que ni siquiera recordaba, ni quería recordar.

“Yo he estado pensando en uno… Nahid, tal vez…”, recuerdo que Omer dijo mientras mi rostro enrojecía.

Para mi mayor sorpresa celebraron mi cumpleaños en ese mismo momento, el día siete del mes seis del año, en el que por fin tuve un nombre y una identidad.

Ahora ese era mi nombre… Nahid.

Y, sí, se hizo legal, y acepté ser Nahid de ahora en adelante.

Los meses transcurrieron sin ningún tipo de extrañeza, poco a poco me iba acostumbrando a la vida en el palacio y a los mimos que todo el mundo me daba. Omer poco a poco me fue presentando a su pequeña familia. Su padre ya había fallecido hace unos años, situación que lo obligó a tomar el trono por ser el único hijo del difunto y la actual reina.

Su madre, Annisa.

Me había encariñado con ella desde el principio, era imposible no hacerlo, su carácter era tan dulce que era placentero compartir cualquier momento con ella. Por otro lado, existía otro miembro de la familia no consanguíneo, Abdel, el rey lo llamaba hermano, así como Annisa lo llamaba hijo, pero por toda la información que compartieron conmigo, supe que Abdel llegó al palacio desde que era un niño de seis años, abandonado por su familia.

Cada vez que podía, y cada vez que me iba a dormir daba gracias por la suerte que tuve de ser encontrada y sobre todo rescatada, y no hay un día que pase, que no me sienta en deuda, porque mi destino pudo ser peor.

Parpadeé varias veces saliendo de mis pensamientos que en algunos momentos me consumen el día. Me giró hacia un lado y reparo en la mirada insistente de Samira en mí. Ella ha estado en silencio mientras yo deambulaba en mis propios pensamientos, y no me queda más que asomarle una sonrisa sincera.

El ceño se me frunce por un instante mientras una punzada llega a mi frente en cuestión de segundos. Llevo mi mano hacia ella sintiéndome un poco mareada.

—¿Te encuentras bien, cariño? —pregunta Annisa preocupada tomándome del brazo y en el siguiente momento, encuentro el cuerpo de Omer agachado al lado de mi silla.

—Te llevaré a la habitación —indica preocupado instándome a que me levante—. Parece que las emociones siempre te afectan —él sonríe acompañando sus palabras.

—No te preocupes —le toco con mi mano—. Fue un mareo… ¿Angkor? Creo que he escuchado ese nombre antes.

—Por supuesto, aquí en Yomal lo habrás escuchado infinidades de veces, tenemos fronteras con ellos.

Las palabras de Abdel me relajan enseguida, mientras tomo aire para asentir y olvidar lo que pasó hace unos minutos. Aunque ellos quedan preocupados, la conversación acerca de dicha celebración, nos hace olvidar rápidamente del suceso para darle continuidad a la bienvenida del rey después de su viaje de negocios.

Unas horas más tarde, como de costumbre, salgo a pasear de gancho con Omer por el jardín, aunque ha caído la tarde y el frío está más helado, llevamos los abrigos pertinentes para disfrutar del paseo.

—Quiero comentarte algo desde hace rato —lo escucho y enseguida detiene la caminata para verlo posicionarse frente a mí.

Asomo una sonrisa para alentarle a que siga con su acomedido.

—Quisiera que vinieras conmigo a Angkor… —iba a protestar enseguida, pero él no dejó que las palabras salieran de mi boca—. No es lo que crees, yo te he respetado y quiero seguir haciéndolo, Nahid, solo quiero que salgas un rato de estas tierras y me acompañes, que conozcas algunos lugares y te refresques de estos muros.

—Me gustan estos muros, son maravillosos —digo más bien para despejar cierta tensión que extrañamente nos ha invadido. Él parece algo nervioso, aunque me devuelve la sonrisa.

—Nahid… sé que estaría mal llevar a una mujer conmigo, quiero decir —explica rápido—. Siendo simplemente amigos, y no quiero deshonrarte mostrándote así.

—Entiendo y agradezco que pienses en esas cosas…

—Es por ello que le pedí a mi madre que nos acompañara, y también quiero saber si es posible…

El silencio se instala entre la distancia de los dos, la duda y el nerviosismo lo han tomado por completo, quiere decir algo, pero su boca tiembla, sé lo que quiere decir y entiendo su preocupación. Así que tomo sus manos frías entre las mías, y su mirada nos conecta de inmediato. Un alivio parece recorrerle el cuerpo mientras toma fuerzas para seguir en su intensión.

—No quiero apresurar las cosas, ni presionarte mucho menos, no quiero inventar que te llevo como alguien que no eres, por eso quisiera pedirte que… que… fueses mi prometida, Nahid. Yo quiero que nos comprometamos, que sigamos conociéndonos en un compromiso formal.

—Yo… —mi voz titubea más de lo necesario.

—¡Sé mi prometida, Nahid!, y que el tiempo diga lo que tenga que decir. ¡Sé mi prometida y acompáñame a esa fiesta de compromiso!, tu compañía y asistir a tal evento, traerán muchos beneficios a Yomal y sobre todo para mí —Omer aprieta mis manos con más fuerza y luego jifa su mirada algo dura—. Nunca pensé que este día llegara, pero tú, has cambiado muchas cosas en mí, no puede ser una coincidencia que hayas aparecido en mi vida y en este reino, estoy seguro de que, es una obra del destino.

La curvatura de su boca se intensifica mientras espera una respuesta de mí. Sus manos permanecen apretadas mientras que un sentimiento extraño comienza a instalarse en mi corazón. Pero no me dejo invadir de las inseguridades que comienzan a aquejarme ni mucho menos de cierto rechazo que mi cuerpo hace inconsciente a este suceso. Le debo mi vida a este hombre, y si esta es mi forma de agradecer, no puedo negarme a esto.

Tomo una fuerte aspiración cerrándome a mis sentimientos y dando pase a la cordura. Mi cabeza se prepara firme, y trato de gesticular con seguridad.

—Acepto… —sonrío, aunque mi boca se cierre—. Acepto este compromiso y acepto ir contigo…

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado