A la mañana siguiente fue difícil levantarme, parecía que todos querían seguir su rutina, e intentar seguir con el curso de las cosas, menos yo.
Sin embargo, la paz, y armonía del palacio no perduró mucho tiempo. Basim se notaba algo precipitado cuando llegó a la biblioteca demandando mi presencia, parecía que mi madre se encontraba fuera de lugar y bastante mal.
Pensé que era otra de sus cosas, especulé que mi madre estaba sobrepasando los límites hasta que entré al salón donde estaba ella y mi padre. El rostro de Zura realmente estaba irreconocible, inclusive llegué a preocuparme en sobremanera, así que corrí al lugar del sofá donde estaba llorando desconsolada.
Mi padre tenía la cabeza gacha, no lograba conectar mi mirada con la de él en ningún momento, así que pregunté:
—¿Qué ocurre?
Pero mi madre giró en dirección de Basim incómoda, de inmediato le hice señas para que se retirara, porque parece que este es un asunto muy personal.
Luego de que el general salió del salón, me acerco a mi madre mientras mi preocupación aumenta.
—¿Qué está pasando, madre? —pregunto nuevamente y me agacho llegando a su lugar.
—Hijo —dice hipando—. Todo lo que ha pasado es solo culpa de tu padre…
Mi ceño se frunce sin entender nada en las palabras de mi madre, aun así, nada sale de la boca de Umar.
Resoplo varias veces.
—No comprendo… —termino por decir ante el silencio.
—Kalil… Yo siempre fui partícipe de que la familia de Alinna y la nuestra se unieran con un matrimonio entre ustedes…
—¡Madre! ¡Por favor!, no otra vez… —reclamo levantándome irritado.
No quiero que ella vuelva con ese tema, no quiero oírle mencionar lo que pudo ser, y sobre todo no quiero que ella reproche la memoria de Saravi.
—¡Por favor! ¡Necesito que escuches!, no entenderás hasta que pueda explicarte todo.
La urgencia de su voz y su dolor aparente, solo me hacen estar enredado. El silencio de mi padre es confuso lo cual no me hace más que aceptar lo que sea que tenga que decir Zura. Un suspiro pesado sale de mí, y luego asiento para que ella prosiga, con lo que sea que tiene que decir.
—Nosotros como padres tuyos quisimos eso, desde que los vimos crecer, desde que entendimos que los lazos de amistad desde su niñez, se hicieron más fuertes en su juventud… Inclusive quisimos hacer la alianza, hasta que Umar comenzó a venderme la idea de que no sería así. Comenzó a dar mil razones del porqué eso no podría llegar a consolidarse, y que había una familia de renombre con la que debíamos enlazar ahora.
Mi mirada va hacia mi padre varias veces tratando de encontrar una respuesta a todo lo que escucho, pero él no repara en mí, ni en nadie.
—Inclusive me vendió la idea de que Alinna había declarado su amor por otro hombre y que su familia no estaba interesada, situación que me pareció muy extraña. Sin embargo, creí en él, lo apoyé como buena esposa y reina, sabía que la situación estaba tensa por lo que había pasado a Hanna, y por las bajas de generales después de anunciar su retirada del reino; realmente tuve miedo y acepté el casamiento con esa familia —dijo despectiva, secando sus lágrimas para poder reponerse.
—Madre… —interrumpo un momento para acercarme a ella—. No traigamos esas cosas ahora, no estoy preparado para seguir escuchando este tipo de reclamos, no quiero que hables mal de Saravi, ni mucho menos de su familia.
—¡Era una mentira de tu padre! —dictamina ella, como si no hubiese escuchado ninguna palabra de lo que pedí anteriormente—. Tu padre solo inventó todo eso porque necesitaba cumplir el deseo de su amante.
¡¿Qué?!
—¿Amante? —pregunto casi en susurro, pero mi madre logra escucharme porque asiente en respuesta.
—Así es, Jemina Eljal. La amante de tu padre.
¡No, esto no puede ser!
—¡Padre, dime que no es verdad! —mi voz es dura, inclusive en un grito. Pero Umar no niega nada, no dice nada—. ¡No!, esto no es posible.
Coloco mis manos en el rostro como si esa acción pudiese borrar esté presente, como si de esa forma quisiera desaparecer y no seguir encontrando este tipo de situación. Simplemente no quiero seguir enterándome de cosas.
—Tu padre metió a esa familia porque quería seguir el juego de Jemina, y quien sabe si de su hija también, Kalil. ¿Te das cuenta? ¡Hemos sufrido innecesariamente! Todo esto ha sido provocado por la infidelidad de tu padre hacia mí, hacia ustedes y hacia su mismo país.
La decepción y nuevamente el dolor de recordar a Saravi me escuece el alma. No quiero pensar mal de ella, no quiero hacer suposiciones si ella estuvo de acuerdo o no con su madre, si sabía esto o no desde el principio. Simplemente es imposible creer que ella lo sabía y no me lo dijo.
¡No! ¡Ella me lo hubiese contado! ¡Ella no lo sabía!
—¡Madre! —grito iracundo, herido por toda esta situación, no reparando en que ella debe estar sintiendo un dolor parecido—. ¡Di todo lo que quieras!, ¡Pero no involucres a Saravi en esto!
Su rostro convulsiona, sus labios tiemblan, mientras varias lágrimas saltan sin cesar.
—Eso es lo peor, hijo… —dice asomando una hoja de papel en sus manos—. En esta carta descubrí todo hace unas horas, en esta carta se dirige Jemina a tu padre, diciéndole que con la muerte de su hija se lleva el secreto que ellos han ocultado todo este tiempo…
Un golpe duro y basto, aquel que te hace romper completamente, ese que de cierta forma te traslada a una mezcla de decepción, dolor y mucha rabia, comienza a transformar mi ánimo. Es imposible creer esto si no fueran por las pruebas irremediables que mi madre muestra, lamentablemente Saravi sabía esto y lo ocultó.
Estaba convencido de que de cierta forma las cosas habían ocurrido por la inocencia de ella, porque en algún momento sus pensamientos habían sido manipulados. Pero… ¿Esto?
No logro pensar que ella fuera así, no como su madre. Quizás en algún momento lo descubrió, quizás tuvo miedo a decírmelo por las situaciones que estaban pasando, quizás no tuvo el valor al pensar que su destino sería peor. Eso sin duda alguna fue lo que pasó.
Sin embargo, la rabia que hay dentro de mí no disminuye cuando reclamo su inocencia, mi conciencia y el dolor que ha tomado posesión de mí, solo me grita que lo ocultó a pesar de todo.
—Umar —digo sin contemplación, mientras mi padre lentamente me encara—. ¿No vas a hablar en tu defensa?
Veo de soslayo como Hanna intenta decir alguna cosa que está que se le sale de la boca, sé que no se ha unido a mi caminata por casualidad, la conozco como a la palma de mi mano. Su rostro literalmente ha contagiado al palacio, pues la emoción de que ahora su relación con Basim vaya más en serio en un tiempo récord, nos ha dejado un poco impresionados.
Sobre todo, por Basim, quien, de la noche a la mañana, cambiando su forma de ser, decidió solventar las cosas con mi hermana y declarar su amor de inmediato. Por lo tanto, están planeando un festejo donde anunciarán su compromiso para dar continuidad a una boda no muy lejana.
—Hermano… —dice ella deteniéndose frente a mí—. ¿Qué has pensado con lo que nuestra madre ha propuesto?
Entonces lo suelta.
Mi sonrisa se borra al instante, el tema ha vuelto y realmente no quiero contestar a su pregunta. Quito la mirada de su dirección mientras suelto el aire pesadamente demostrando mi inconformidad.
—¡Por favor no cambies de ánimo!, solo quiero que vuelvas a retomar tu vida y seas tan feliz como yo lo estoy siendo ahora… Además… —repone observando a sus lados —. Angkor ya necesita una reina.
Sus palabras solo se clavan como dagas en mi pecho, todo lo que dice es cierto, incluso no solo ella, mi madre y Alinna han estado insistiendo en estos últimos tiempos. La plebe, incluso la alta clase de Angkor pide a gritos una nueva reina, situación que me ha dejado sin opciones.
—Hanna…
—Sé lo difícil que ha sido para ti —vuelve a interceder—. Solo… No puedes seguir gobernando Angkor de esa manera, necesitas alguien a tu lado… y luego si el cielo los bendice, un heredero. Sabes que eso dará estabilidad a tu reino y tu país lo exige hermano.
Un suspiro cansino es exhalado de mi boca retrocediendo unos pasos para observar el lugar y el paisaje. Y en contra de todo lo que soy, y pese a lo que siento, sé que Hanna tiene razón, ahora mismo no puedo seguir actuando por lo que deseo, porque sobre todas las cosas, mi nación está primero.
Siempre ha sido así…
—¿Cuándo será tu fiesta de compromiso? —pregunto mientras su cara se transforma.
—En veinticinco días… —susurra—. Unos días más después del fin de año para ser exactos.
—Entonces anunciaremos dos compromisos ese día, si a ti no te importa, claro… y espera a que hable con Alinna antes de que comiences a proliferar la noticia —sentenció de inmediato—. Hablaremos los dos luego con nuestra familia.
Hanna grita de emoción mientras se abalanza hacia mí apabullándome en un abrazo, exponiendo su evidente alegría mientras yo oculto mi tristeza disfrazada en una sonrisa.
—¡Hermano! ¡Será la fiesta de compromiso más bonita de todos los tiempos! —dice tan emocionada que no puede creérselo—. Invitaremos a mucha gente, cambiaré las tarjetas para esta misma semana, y serán enviadas a todos los países vecinos… Otros reyes y monarquías representadas estarán aquí, evidenciando nuestra felicidad…
Siempre temí porque este día llegara, siempre esquivé cualquier tipo de conversación a lo que esto concierne. Siempre hasta hoy, hubo una luz de esperanza en mi corazón.
Sin embargo, ahora mismo tengo que obligarme a ocultarla, obligarme incluso a apagarla y dejar que mi vida y el futuro de Angkor simplemente sigan con su curso.
Adiós Saravi… Adiós mi amor…
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