Matrimonio Forzado romance Capítulo 47

Saravi (Nahid).

Las fiestas de fin de año están en su etapa de apogeo, aunque no salgo mucho del palacio por circunstancias más que expuestas, Samira me ha alentado para conocer un poco más de mi propio pueblo —Yomal—, por supuesto, pese al rostro largo que puso Omer al saber la noticia de mi salida.

“La cuidaré con mi vida”: dijo Samira un montón de veces antes de partir, su entusiasmo me contagió por completo, de hecho, quiero ver aquellas bufandas tejidas de las que tanto habla a diario.

Salir del palacio de cierto modo alivianó cierta tensión que tenía en el pecho, no sé cómo explicar aquella sensación que a veces viene y va dentro de mí; tampoco puedo describir a ciencia cierta de que se trata, pero me gustaría mucho saber por qué me pasan estos sucesos.

El carruaje que nos destina al pueblo es muy cómodo, siento que soy privilegiada de tener esta comodidad; no sé cómo sería mi vida anterior a esta, pero de igual forma me siento muy agradecida por lo que estoy viviendo.

—No está muy lejos, en menos de una hora llegaremos a nuestro pintoresco pueblo —dice Samira sonriente mientras divisa el paisaje al igual que yo.

Asiento de forma silente al mismo tiempo que la ventana abierta del carruaje airea todo dentro de él.

Luego de cierto tiempo, nos bajamos del carruaje con al menos cinco hombres a nuestras espaldas, el día es frío, pero la muchedumbre está en la calle sonriente, parloteando por todos los lugares y todos hablan de un mismo tema.

«El fin de año.»

Una sonrisa se me dibuja en el rostro al ver la ciudad tan colorida, camino rápidamente detrás de Samira que se ha dejado embargar por el lugar hasta que llegamos a una tienda bastante singular.

—¡Es aquí! —exclama Samira volviéndose a mi dirección señalando el lugar, exaltada.

Al entrar a la tienda logro ver cientos de bufandas, todas ellas de colores mezclados, colores básicos e incluso brillantes. Junto con ella también hay cintos para decorar o acompañar los vestidos, y algunos pañuelos de damas.

Realmente el lugar es maravilloso. No creo que alguna vez haya estado aquí.

—Samira…

—Le dije que le gustaría, hay de todo lo que una dama quiera ponerse —pronuncia un tanto nerviosa por la emoción.

Me gustaría comprar algunas cosas, es cierto, algunas para Samira, otras para Annisa y…

De repente mis pensamientos entran en una oscuridad apremiante, como si retuviera algunos nombres latentes en mi boca que quisiera pronunciar, pero que no logro distinguir. Tener estos episodios realmente me están causando fatiga en las últimas semanas, porque tratan de desequilibrar mi estabilidad, y no quiero eso para mí.

—¿Está bien mi Lady? —pregunta Samira mientras se acerca hacia mí.

—Sí —miento asomándole una sonrisa—. Estaba pensando que quería comprar algo para la reina… pero…

—Por el dinero no se preocupe, nos dieron más que suficiente —dice asomando un bolsillo de cuero.

—Me siento muy avergonzada por eso —digo colocando mis manos en el rostro.

Samira se ríe libremente sin reprimir su carcajada.

—Mi Lady, tiene que aprender mucho, aún es como una niña. Además, usted es como la futura reina de Yomal, no debe privarse de ninguna cosa, el Rey no lo permitiría.

El calor en mis mejillas se intensifica espontáneamente. No puedo sentirme totalmente cómoda, y una vez más pienso que de cierto modo mi educación debió ser muy rígida para tener un carácter como el mío.

El pensamiento me lleva a querer recordar nuevamente mi anterior vida y también saber de mi familia. «¿Dónde estarían mis padres? ¿Estarían vivos aun?»

Entrar en dilemas como estos, hacen que la ansiedad sea constante. Definitivamente salir del palacio abre una puerta que pienso debe estar cerrada; solo que es inevitable querer saber de ello y entender muchas cosas que de cierta forma han quedado en un hilo.

Observo como Samira toca las bufandas preguntando por los tipos de hilos que utilizan, mientras me mira de reojo y trato rápidamente de despabilarme comenzando hacer lo que vine hacer.

«Despejar mi mente y hacer algunas compras.»

Compré bufandas, pañuelos y algunos accesorios, luego de ello, entramos a otra tienda mucho más refinada que la anterior. Para llegar a esta debimos usar nuevamente el carruaje, no se encontraba junto al pueblo, porque este lugar estaba un poco más apartado de los comercios.

—Quisiera llevar algunos presentes a la princesa que va a casarse —le digo a Samira, mientras el joyero nos trae varios ejemplares.

—Dicen que es una noble dama…

Sonrío complacida por la descripción mientras acepto otro tablero de brazaletes y collares.

—Tendré que comprar varios… Omer me dijo que eran tres damas ¿no es así? —pregunto en dirección de ella sin dejar de observar el tablero.

—Si mi señora, Hanna Sabagh es la princesa, ella se casará con la mano derecha del Rey, un general muy reconocido. Luego está la madre del Rey, no sé mucho de ella, pero parece muy feliz por el compromiso de sus dos hijos.

—Entiendo —respondo sonriendo—. ¿Y la novia del rey? ¿Cómo es ella? ¡Quisiera darle algo bonito también!

Samira alza sus ojos pensativa tratando de recordar, pero niega varias veces.

—No logro recordar su nombre —responde apenada—. Solo sé que es muy bonita, y es de una de las familias más ricas de Angkor.

Asiento, satisfecha. Compraré a mis gustos esperando que pueda ser de agrado mi regalo. Sé que Omer y Annisa llevaran regalos más costosos para la familia, pero quiero de cierta forma también dar un presente personal, ya que soy una completa desconocida para la monarquía Al-Asad.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado