Saravi (Nahid).
—No pienses en ello, Yomal es estable ahora… —responde Omar mirándome fijamente.
—Lo sé —sonrío para darle tranquilidad—. Pero hay mucho por hacer todavía, el rey debe estar centrado —Digo levantando mi rostro derecho como si estuviese dando un dictamen legal.
Omer suelta una carcajada, lo cual me relaja instantáneamente, el peso que llevan sus hombros no debe ser una carga liviana, ni mucho menos sencilla.
—¡Se le ve mejor así majestad! —digo nuevamente bromeando.
Entonces él toma mi mano de forma espontánea y la lleva a sus labios.
—Usted mi Lady, hace que yo pueda estar así…
El momento se vuelve algo… extraño para mí por la intensidad de su mirada, entonces decido cambiar el tema ante la alarma que mi mente enciende.
—Ammm… quería preguntarle algunas cosas —digo mientras tomo la servilleta de forma disimulada.
El rey asiente un poco decepcionado y comienza a comer mientras espera mi pregunta.
—¿Sería pertinente que llevara regalos de mi propia cuenta?
Omer frunce el ceño, y yo me sonrojo un poco.
—Bueno, es su dinero —vuelvo a decir apenada—. Solo que compré algunas cosas para la fiesta en que asistiré con usted.
—¡Por favor Nahid!, no lo digas así, no es mi dinero, míralo como algo que te regalé para que compraras cosas para ti. Samira estaba extasiada y pensé que se alegrarían al ver las cosas que a ustedes las mujeres les gustan.
—Muchas gracias por eso.
—Bueno —dice sonriendo—. Ese gesto tuyo sin duda alguna no lo esperarán, pero déjame decirte que es auténtico.
—¿De verdad? —pregunto interesada.
—Sí, escucha, la realeza, aunque es realeza, son personas también que de cierta forma esperan cosas, así como tus gestos.
Me sonrojo nuevamente, recordando que para él compré un detalle que justo le daré en algún momento. Y continúo con nuestra conversación.
— ¿Cómo es Angkor? —pregunto interesada.
—Enorme… —responde limpiando su boca—. Es tres veces más grande que Yomal, si así podría decirlo. Una monarquía igual que la nuestra con excelentes avances si hablamos de modernidad del siglo. En los últimos meses han hecho alianzas muy beneficiosas y están comenzando a construir centros de turismo y comercios más innovadores.
—Se escucha interesante…
—Es interesante —dice con una sonrisa, como si le agradara dicho país—. Pero te sorprenderás de que hace menos de un año tuvieron una tragedia muy grande.
—¿De qué se trata?
—La monarquía sufrió un ataque por bastante tiempo de un grupo que se sublevó, un grupo militar altamente armado que puso en un hilo su estabilidad…
—¡Qué horror! —exclamo sorprendida—. ¿Qué pasó después?
—Aquí viene la peor parte —dice un poco más serio, colocándome la piel de gallina—. El rey tuvo una esposa…
—¿Era casado? —Interrumpo incrédula—. Pero… si va a, comprometerse…
—Sí —dice tomando mi mano—. No es que la conociera ni que sé perfectamente del tema, pero la reina, su anterior esposa, traicionó a su país, estaba de lado de los sublevados y por ello la expulsaron del palacio.
—¡Dios mío! Eso es terrible. ¿Por qué haría eso?
—Desconozco mucho la situación, la monarquía no habla mucho de ello y cerró las puertas a cualquier comentario. Todos dicen cosas, algunas diferentes que otras; yo la verdad pensé que castigarían a la mujer con la muerte en vez de expulsarla del palacio. Luego de ello parece que la monarquía pudo reducir al grupo y la reina murió con ellos. Fue un suceso que estuvo en boca de muchos reinos, pero gracias a Dios, Angkor está de pie nuevamente y más fuerte que nunca. Así que… el tema del compromiso, y el yo ir, es solo una excusa para hablar con el Rey, quiero enlazar mucho más a nuestra nación con ellos, tengo mucha expectativa.
Un suspiro sale de mi boca, el relato me ha dejado un poco nerviosa, pero de cierta forma me alegra que Omer salga beneficioso de este encuentro y que yo de alguna forma esté presente para evidenciarlo.
—Debió ser muy duro para ellos, sobre todo para el rey.
—Parece que ya se repuso…—dice deslizando una sonrisa y yo imito su gesto—. Ahora se casará de nuevo y todo quedará en el olvido.
—Me alegra mucho que estén mejor ahora —digo sincera—. Y me alegra mucho más, que tengas expectativa con este asunto. Todo saldrá de forma maravillosa y Yomal saldrá beneficioso de ese encuentro.
—Así es… eso espero también, sé que será un encuentro extraordinario…
***
Kalil.
Ha llegado el último día de fin de año, el palacio se ha puesto en movimiento desde temprano, porque al caer la noche, este mismo lugar estará repleto de gente.
«Es nuestra costumbre», el rey da unas palabras mientras toda la gente que desea, entrará en los alrededores del palacio; básicamente muchas de ellas quedan por fuera, pero la monarquía atiende a todas estas con un banquete y algunos obsequios por familia.
Mi madre y Hanna me están volviendo loco con los preparativos, tanto, que ahora mismo he perdido más de una hora en un salón, mientras un sastre toma mis medidas; ellas por el contrario están perdidas parloteando de todos los eventos que se avecinan en algunos días.
La verdad no sé exactamente los detalles de su conversación, mi mente está muy lejos de aquí, necesito que el hombre termine con lo que está haciendo para ir a un lugar en específico.
—Yo prefiero que haga juego con el traje de mi hermano madre… quiero tener dorados en mi vestido como las insignias que llevará el Rey —dice Hanna en un tono más elevado de lo normal, haciéndome perder la concentración desviando la mirada a ella—. ¿Hermano te pondrás todas?
—Uhum —respondo colocando la camisa en mi cuerpo, ya que finalmente el sastre ha terminado con mis hombros.
—¿Kalil? —La voz de Hanna nuevamente me detiene, estaba justo por escapar triunfante de estas dos, y resultar ileso. Entonces giro en dirección con un signo de pregunta en mi rostro hacia ella—. ¿Tienes el discurso de esta noche? —vuelve a preguntar—. Recuerda que tus palabras son muy importantes para nuestro pueblo.
—Quise venir hoy a poner flores frescas, estaba buscando agua, no le vi llegar —dice Hammed con la mirada direccionada en la entrada donde están los caballos y los guardas del palacio.
—¿Cómo está su esposa? —pregunto sin pensar, porque no sé de qué otro tema hablar a no ser de Saravi, y él no quiere tocar ese tema.
—Bien, en la casona.
El hombre comienza a regar las flores de manera cuidadosa, mientras arregla y limpia la lápida, de pronto alguna cosa lo frena y se levanta observando mi mano y la pulsera de oro que aún llevo conmigo. Instantáneamente llevo mis ojos a mi mano y siento vergüenza, apretando sin querer soltar su pertenencia.
—Solo estaba viéndola —me disculpo sin querer devolverla, rozando mis dedos como si eso fuese hacerme sentir mejor.
—Puede quedársela Señor, ahora pienso que no serviría de nada dejarla aquí.
Asiento en silencio agradecido, mientras juntos observamos su lápida y nos perdemos en estos momentos.
—A veces pienso que yo arrojé a mi hija a esto —dice, pero ninguno de los dos se mueve—. Saravi siempre fue tan arrebatada… Tan llena de ilusiones, tan…
—Terca… —termino yo por decirlo y una sonrisa se asoma en el rostro de Hammed, lo veo por el rabillo del ojo.
—Y muy obstinada —continúa negando varias veces.
—¿Y me lo dice a mí? Lo viví en carne propia —le digo posicionándose frente a él, respirando profundamente y preparándome para lo que voy a decirle—. Hammed… Perdóneme, no cuide a su hija, no la protegí.
Su mirada se vuelve oscura, pero a diferencia de la otra ocasión no veo resentimiento en ella. Un soplido sale de su boca tratando de encontrar las palabras adecuadas. Después de todo soy el Rey y él parece no olvidar el procedimiento.
Aunque eso no me interesa ahora mismo.
—Gracias por sus palabras alteza, sé que quiso a mi hija y que hizo todo lo que pudo.
—No, yo no quise a Saravi, Hammed —suelto de repente colocándolo nuevamente en una tensión apremiante, su rostro se vuelve confuso—. Yo amo a Saravi con locura y no, no hice lo suficiente por ella. Pero ese será mi castigo por toda mi vida, porque yo jamás podré dormir tranquilamente, ni vivir una vida normal después de ella.
Su mirada sigue sostenida a la mía, algo dentro de ella sigue cambiando al mirarme, quizás y solo quizás, entendió mi verdad y agradezco por eso. No dice nada, pero su semblante lo expresa todo, creo que ha quedado tranquilo y a pesar de su sufrimiento puede comprender mi estado.
—Salúdeme a su familia majestad —dice por fin después de algunos segundos largos, y cuando se da la vuelta yo me atrevo nuevamente a retenerlo.
—¿Vendrá a la celebración en unos días? —pregunto sin mencionar la palabra compromiso.
Él debe saberlo, las invitaciones han sido enviadas a todos los nobles, él está muy claro de los que sucederá en una semana más.
—No lo creo mi Señor, pero le visitaré otro día.
Le envió una sonrisa de agradecimiento, asintiendo, mientras le veo caminar hacia un carruaje que le espera afuera del lugar, el aliento ya no es tan pesado, pero la sensación de embargo aún no se va.
Empuño mi mano tomando con seguridad la pulsera, camino con paso decidido, sintiéndome un poco mejor, tratando de dar un ligero respiro a mi incertidumbre, entre tanto, medito en que me iría bien venir aquí desde ahora.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado