Después de que Fernanda terminara de hablar, Isidro salió de adentro con camisa holgada y sentado en una silla de ruedas. Mirando a las dos personas que estaban juntas hablando, dijo débilmente, -Pedro.-
El tono era muy tranquilo, pero con una fuerte sensación de opresión.
Pedro se acercó apresuradamente, -Señor Isidro.-
Isidro dijo, -Fernanda, déjanos solos, tenemos algo que discutir.-
-Vale.-
Fernanda siempre había sido sensata y no sentía curiosidad por lo que iban a decir.
Solo que, sin motivo alguna, sintió que Isidro y Pedro estaban un poco serios hoy.
¿Había algo que no se había enterado?
Después de ver a Fernanda alejarse, Pedro miró a Isidro, -Señor Isidro, ¿no le mencionó ese asunto a Fernanda?-
-¿Qué asunto?-
-Lo que ha dicho Mariana.- dijo Pedro, -¡De todos modos, al menos deberías preguntar!-
-Se me olvidó.- dijo Isidro con calma.
Pedro no supo qué decir al respecto.
¿Cómo se le pudo olvidar algo tan importante?
Pedro dijo impotente, -Creo que no le importa en absoluto.-
-¿Es necesario acordarme de tales cosas que no son importantes?-
-¿Por qué no es necesario?- Pedro estaba ansioso, -Si Fernanda realmente es tal como dijo Mariana, ¿no tiene miedo de que se convierta en la próxima Rocío?-
Isidro miró a Pedro, sus ojos negros, que habían estado tranquilos, de repente se volvieron un poco más indiferentes.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi cariño de 18 años