Mi dulce corazón romance Capítulo 132

Minerva se paró, se llamó tonta a sí misma desde el corazón, por qué tuvo que venir en este momento, y no antes o más tarde.

Si sabía que el señor y la señora estaban solos en la habitación, seguramente iban a hacer algo, ¿por qué vino a llevarles la comida?

¿La comida estaba más rica que su mujer?

Minerva tenía la cara roja, se dio la vuelta vergonzosamente y entró.

—Señor, señora, vengo a darles la comida.

Ella tenía una sonrisa vergonzosa, vio que Cordelia aún estaba siendo sujetada por Aurelio en sus piernas, ella se tapó la cara con sus manos, le dio la espalda a Minerva, y sentía un poco de vergüenza.

Minerva se rio aún más, porque estaba feliz, y puso la comida en la mesa.

Aurelio tampoco la culpó, solo le dijo:

—No entres cuando estamos solos en la habitación.

—Sí, sí, lo tengo.

—Vale, sal.

—Vale.

Minerva salió con mucha felicidad, lo que parecía que le había tocado la lotería.

Incluso les cerró la puerta cuando se fue.

Aurelio miró hacia la mujer que estaba en sus brazos.

Sacó una sonrisa.

—¿Aún te estás escondiendo? Si ya se ha ido.

Cordelia echó un vistazo y vio que realmente se fue, hasta que la puerta estaba cerrada, se relajó y levantó la cabeza.

—¡Todo por tu culpa!

Ella dio un puñetazo en el hombro del hombre, tenía vergüenza y estaba enfadada.

Aurelio se rio.

—Sí, mi culpa.

Cordelia no pudo enfadarse con él, con lo cariñoso y feliz que estaba este hombre.

Solo le miró fijamente enfadada.

Aurelio tenía muy buen humor después del beso, no le quería tomar más el pelo, si no, luego ella se enfadaría de verdad con él.

Le pellizcó su cintura y le preguntó:

—¿Tienes hambre?

Aunque Cordelia cenó, solo un poco por el trabajo, en este momento realmente tenía hambre.

Pero ella tenía vergüenza de comer su comida después de enfadarse con él, además, aún tenía que vengarse de él por el beso.

El hombre como si la hubiera escuchado ella hablando en el corazón, se puso aún más contento.

—Tengo hambre, ¿me acompañas a comer algo?

Cordelia estaba un poco entretenida, miró hacia el alrededor y al final lo aceptó:

—Vale, como me estás pidiendo comer contigo, pues te acompaño.

Aurelio se rio, tampoco había sucedido nada, la soltó, cogió su mano y la llevó hacia la mesa.

Había dos platos de arroz congee de mariscos, que olían muy bien.

Cordelia solo sentía un poco de hambre antes de oler el arroz congee, ahora le sonó hasta la tripa.

Los dos se quedaron en silencio durante un segundo.

Ella miró hacia Aurelio y se rio vergonzosamente.

—Eran ranas lo que había sonado.

Aurelio asintió con la cabeza seriamente:

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